La mezcla de bebidas alcohólicas comienza a hacer estragos en la cordura de Alai y eso es exactamente lo que quiere esa noche. Desde hace más de un mes solo busca dejar de pensar, acallar su conciencia, enterrar los recuerdos, dejar de sentir. Sabe que como siempre el efecto solo durara algunas horas. Al amanecer llegará la culpa, pero nada importa, solo el hoy y el ahora. Esta sentada sobre las piernas de un chico que conoció hace solo una hora, apenas y sabe su nombre. El la toca descaradamente, y ella solo se deja hacer mientras le regala sus besos con intensidad buscando divertirse algunas horas, usarlo como tantas veces la usaron a ella. Aún sigue sintiéndose raro estar tan cerca de alguien sin involucrar los sentimientos, pero se dijo a si misma que jamas volvería a hacerlo. Nunca más volvería a estar atada a nadie, porque si no hay lazos, no hay posibilidades de que te lastimen, solo los expulsas de tu vida de una patada y es como si nunca hubieran existido.
–Me vuelves loco muñeca.– murmura con la voz ronca a su oído. La sola mención de esa palabra la pone de mal humor, trae a su mente a Alexander y le da una escusa para no llegar hasta el final. Finge, finge demasiado bien que no pasa nada, que no le importa nada y solo vuelve a besarle, callando sus burdas palabras.
–Señorita Devone...– Interrumpe un hombre vestido completamente de negro. –El señor Alexander me manda a pedirle que pase a su oficina, por favor, desea hablar con usted.– Maldice a su prima y su maldita idea de venir a meterse en la cueva del lobo.
–No va a estar Ali ¡Si! es su club, pero tiene otros negocios. El mismo te dijo que solo estaba en ocasiones especiales.– Afirmo una insistente Amaia. –Quiero conocer el antro que se a montado ese capullo, todos los porteños con los que he hablado dicen que esta de la hostia.–
Lo busca con la vista entre la multitud. Sabe que esta en algún lugar muy lejano, observándola mientras contiene sus ganas de ir por el hombre al que le está regalando sus caricias y reventarlo a golpes. El alcohol en su sistema no le permite ser prudente y solo ve en la situación una oportunidad para vengarse también de él, o quizás solo quiere jugar un poco. Sus miradas se encuentran y sonríe desafiante.
–Dile al señor Alexander que no soy ni su empleada ni su perro. Si quiere hablar conmigo que venga él.– El hombre niega con la cabeza y solo se marcha por el mismo camino por el que llego, sabiendo que solo puede esperar una cosa, problemas.
–¿Quieres... continuar la fiesta en un lugar mas privado?– Pregunta el sujeto mientras sus besos descienden por el cuello desnudo de Alai logrando que muerda su labio inferior para acallar un sonoro gemido cargado de placer.
–No gracias.– responde a último minuto dejando a su acompañante sorprendido, y no precisamente de buena manera. –Ya me aburriste muñeco.– se pone de pie y se acomoda el vestido.
–No puedes dejarme así, no vas a irte.– La toma del brazo bruscamente obligándola a permanecer a su lado.
–Y quien se lo va a impedir, ¿Vos?– Interrumpe Alex, logrando que la suelte; y ante su mirada iracunda del tipo, la sujeta de forma posesiva por la cintura y la pega a su cuerpo.
–Ella esta conmigo.– Afirma entre dientes. –Búscate a la tuya.–
–Yo no estoy con nadie baby.– Escupe Alai molesta ante la insinuación de que tiene la obligación de seguir con él.
–Ya escuchaste. Te vas o te saco yo...– Lo mira de forma amenazante, pero el sujeto no retrocede, su orgullo herido y el abundante alcohol en su sistema no se lo permiten.
–Claro. Amenazas con sacarme solo porque tienes a esa manada de bestias atrás tuyo, eres un maldito cobar...– Antes de que llegue a terminar la frase se separa de la chica y estrella su puño contra su rostro, dejándolo tirado inconciente en el piso.
–Ahora sí, saquen a esta escoria. La casa se reserva el derecho de admisión.– Termina por ordenar a la seguridad del lugar.
–Vos siempre tan exagerado...– Murmura la chica aun en estado de estupor por la violenta reacción de su ex novio
–Todo es tu culpa... hubieras venido cuando te llamé, nada de esto hubiera pasado.– Sonríe y besa su mejilla. –Me hiciste perder a un cliente, así que espero que al menos aceptes tomar algo conmigo donde nadie moleste.–Alai asiente, Alex la toma de la mano y la guía por el oscuro pasillo que conduce a su oficina. Una vez que se cierra la puerta tras de si y están completamente solos, los recuerdos de la primera vez que estuvo allí regresan de forma abrumadora. Solo han pasado poco más de cuatro meses pero los siente como una vida entera. Nada queda de la chica que entro por esa puerta por la fuerza. Se deja caer derrotada en el enorme sillón negro que adorna la habitación y comete quizás el último gran error de la noche (porque falta poco para que amanezca) quitarse los zapatos que la matando, sabiendo que después le costará horrores ponérselos nuevamente. Alex la imita. Se sienta junto a ella, no sin antes traer una nueva botella de alcohol. No hay delicadezas ni modales, la chica se la arrebata de la mano y toma un largo trago directamente del pico ante la decepcionada mirada de Alex.
–Entonces... ¿Para que querías que viniera? ¿Acaso quieres aprovecharte de esta pobre chica alcoholizada?– Pregunta rompiendo el molesto silencio reinante.
–Necesito saber que te esta pasando muñeca... Vos no sos así Alai...– La preocupación que profesa con la voz es evidente y aparentemente sincera. –Incluso la demente Amaia esta preocupada por tu cambio de actitud.–
–¿Desde cuando tienes comunicación fluida con mí prima? Pensé que la detestabas.– Dice buscando cambiar de tema, pero fracasa estrepitosamente. Engañarlo no es sencillo, no cuando fue precisamente de él de quien aprendió a fingir que nada ocurre mientras te estas desmoronando por dentro.
–No somos precisamente amigos, pero ya no sabe a quien recurrir. Creo que soy su última opción. Esta desesperada.– Responde cortante. –¿Que te hizo el gallego?–