Amaia Devone:
La pasé en grande en ese tugurio al que me arrastro Ezequiel para despedirse de sus vacaciones. Al parecer estoy mejorando con esto de no perder el control o las bebidas del lugar eran horribles, porque estoy prácticamente sobria. Todo un logro, al igual que haber vuelto a casa sola. Mí psiquiatra estaría orgullosa. Quizás no soy un caso perdido después de todo... Antes de que pueda cerrar la puerta tras nosotros, Ezequiel acapara el baño y suelto mil maldiciones porque detesto que mí cabello, mí ropa y mí piel huelan a alcohol y a cigarro y jamás me metería a la cama así. –Apresurate gilipollas, estoy que me muero del sueño.–
–Puedes bañarte conmigo ni quieres.–Me responde desde el otro lado de la puerta. Al parecer a él si le pegó fuerte el alcohol, porque sobrio jamás se atrevería a realizar ese tipo de insinuaciones. Y no es como si jamás me haya visto sin ropa, tenemos un tipo de confianza e intimidad que es solo de nosotros, pero nunca cruzaría esa delgada línea que terminaría por joderlo todo.
–Solo avísame cuando termines.– Respondo neutra y luego me encamino en dirección a mí habitación. Hay demasiado silencio, lo que despierta mí curiosidad, y al pasar por la de habitación Alai noto que la puerta está parcialmente abierta. Me asomo, y me en encuentro con su ausencia. Si la situación fuese al revés no sería extraño, pero Ali nunca duerme fuera de casa y no creo que haya salido con sus amigos ya que está peleada con ellos. Además, dijo que no saldría con nosotros porque no se sentía bien, lo que vuelve a la situación algo alarmante para mí. La paranoia me invade. ¿Y si le pasó algo? Dejo caer todo el contenido de mí bolso sobre el acolchado, tomo mí teléfono y cuando estoy a punto de marcarle escucho que un auto se acerca.
Mí alma parece retornar a lo cuerpo cuando noto que se trata de ella, aunque definitivamente, algo le ha ocurrido y al parecer no fue bueno. Estaciona su auto en la entrada, sin tomarse el trabajo de meterlo al garaje. Ella no me ve, camina ajena a todo, en su mundo, mientras yo sigo todos sus movimientos a través de la ventana. Cierra la puerta principal casi con violencia la puerta casi con violencia y saliendo casi de un transe voy directamente a su encuentro. Su ropa desalienada, como la de quién se vistió muy a prisa y su cabello está húmedo. Incómoda, evita el contacto visual, mira al suelo y trata de fingir normalidad, pero pude notar que sus ojos estan enrojecidos e hinchados, que su semblante es triste, molesto y desolado al mismo tiempo, y que tiene varias marcas sospechosas en el cuello que no se ha molestado en cubrir. Algo dentro de mí se rompe. Se que eso no lo hizo un extraño. Lo se porque a mí también me hizo unas iguales la primera vez, es su forma de "marcarte" como de su propiedad. Aprieto los puños de forma dolorosa, enterrando mis largas uñas en la palma de mis manos mientras por dentro grito –Maldito, ¡lo consiguió! ¡Estuvo con ella!– Sin embargo, seguramente lo arruinó, de lo contrario Alai no estaría así, estaría rozagante, sonriente, llena de vitalidad como antes. Estoy tentada a decirle –Te lo dije.– pero no lo hago, no necesita escucharlo porque sabe que lo jodió todo. La abrazo, porque yo también sentí el dolor de su desprecio, porque a pesar de todo es mí prima, mí hermana, y la quiero. –Me preocupé demasiado cuando noté que no estabas en tu habitación ¿Estás bien Lia?– Susurro a su oído.
–Si Mai, solo estoy cansada. Si no te importa, no quiero hablar ahora, necesito dormir un poco.– Se interna en su habitación y yo camino detrás de ella. No quiere hablar pero yo necesito respuestas, de lo contrario seré yo quien no podrá dormir. Se que le molesta, que estoy echando sal sobre la herida con mí interrogatorio, pero igual insisto.
–Vamos Lía joder, dime de una vez que te pasa ¿porque estás así? ¿Dónde pasaste la noche?–
–Que no quiero hablar Mai. Déjame sola.–
–¡No me voy a ir joder! que si te tragas todo lo que sientes es peor. Alai soy tu prima, tu hermana, tu amiga, conmigo puedes hablar de lo que sea. No importa que tan grande sea el problema, vamos a solucionarlo juntas, como cuando éramos pequeñas.– sonríe, seguramente recordando una de las tangas veces que la cubrí para que mí tío no descubra sus fugas nocturnas, o en sus escapadas del colegio.
–Me gustaría ser tan positiva como vos, pero no puedo solucionarlo porque no son problemas míos...–Sonrió, me acerco a ella y me siento al borde de la cama.
–Entonces ¿Son problemas de Romano o de Alex?–
–De ambos, supongo...– responde derrotada dejándose caer en la cama.
–Aléjate de ellos prima, es por tu bien. Ninguno de los dos se merece tu cariño.– Cierra los ojos, y una lágrima solitaria cae sobre el acolchado blanco tiñendolo de gris. –Hay tantos chicos buenos en el mundo y tú perdiendo el tiempo con esos dos.–
–¿Que harías si te enteras que el chico al que amas va a tener un hijo con otra?– pregunta tomándome por sorpresa.
–Simple, me voy. Un hijo es un asunto demasiado complicado, un lazo que los va a unir para siempre a otra persona. Siempre vas a estar en el medio, y vas a llevar todas las de perder...– Respondo sinceramente. –Saca de una vez a Romano de tu cabeza e intenta con algo nuevo.–
–No es Roma...– murmura.
–¿Que? Si me habías dicho que la zorra con la que Roma te engaño estaba embarazada, además ¿a quien amas si no es a él? ¿Tan pronto te enamoraste de otro?–
–Lucia está embarazada, pero el hijo que espera no es de Romano... Parece que es de Alex.– me quedo en shock sin poder creer en lo que dice.
–Joder, esto si que es un drama digno de telenovelas. ¿Acaso esos tíos se comparten a la mujeres o que?– me mira fijamente como diciendo "cierra la boca" –Vamos tía, no me veas de esa forma, que ya van tres.–
–¿Tres? ¿Quién es la tercera?– Quiero darme un golpe mental, yo y mí monumental boca.
–Dos, tres cinco, el número no importa... Es que, mí cabeza da demasiadas vueltas, esto no me lo esperaba.– suelto intentando desviar al conversación para no dar explicaciones.