–Porteña ¿Puedo hablar contigo?– Dice Ezequiel desde el otro lado de la puerta. Solo recibe silencio como respuesta, pero insiste. –Vamos Alai, juro que no me iré hasta que sepa que estás bien. No me dejes durmiendo en el suelo.– Escucha sus pasos lentos en tranquilos acercándose, y cuando abre la puerta la ve agotada física y mentalmente, confundida, angustiada, rota. Por instinto la estrecha entre sus brazos. Ella descansa su cabeza sobre su pecho y se queda así, entre sus cálidos brazos, inundandose por su paz y de la sensación de protección que Ezequiel siempre proyecta.
–Ostias tía, estás peor de lo que imaginaba, pareces un zombie...– Murmura a su oído. Ella se aparta de él fingiendo molestia empujándolo suavemente.
–¡Gracias por tus hermosas palabras Ezequiel! Eres un experto en hacer sentir bien a una chica.– Dice sarcástica Alai arrebatándole una sonrisa. Se deja caer sobre la cama y Ezequiel la imita.
–Así que al final te decidiste a darle una oportunidad a Alex.– Suelta rompiendo el silencio.
–Si, pero no funcionó.– Responde Alai con la voz quebrada.
–Eso si fue rápido... ¿Acaso no sentiste lo mismo?–
–Todo lo contrario... Lo que sentía por el sigue intacto e incluso más fuerte de lo que esperaba.– Suelta un suspiro cargado de frustración. –Pero me confesó que va a tener un hijo con otra y Mai...–
–No le hagas caso.– interrumpe súbitamente. –Sabes que Amaia es como una hermana para mí, es mí compañera de aventuras, mí cómplice, y se que te quiere bastante... pero en lo que tiene que ver con tu relación con Alex no puede ser objetiva.– Alai levanta su cuerpo con el codo y busca su mirada.
–¿Que pasó entre Alex y Mai? Y no me digas que nada porque no soy idiota. Entre ellos hay un resentimiento y un odio que no nació de la nada.–
–Tienes razón, entre ellos paso una vida, pero no me corresponde a mí hablar de eso. Lamento no poder ser claro porteña, pero jamás traicionaría de confianza de Mai.– Ella solo asiente, entendiendo la posición en la que se encuentra. –Sin embargo, eso no es lo importante en este momento. Lo importante es que luches, pero no por Alex o por Roma, lucha por ti, por lo que sea que te haga feliz. Renunciar al amor sin luchar es un error del cual te vas a arrepentir siempre... más cuando es un amor correspondido.–
De pronto sienten ruidos en la ventana. Alai se pone de pie asustada pensando que quizás en algún animal, mientras que Ezequiel se acerca para averiguar de qué se trata.
–¿Pero que demonios?– Es lo único que logra decir, antes de que Alex pierda el equilibrio en un mal movimiento y caiga de una altura considerable sin poder hacer nada para evitarlo. Alai cierra los ojos, pero escucha el fuerte impacto y luego los ensordecedores gritos de Amaia, que chilla como una mandrágora. Y todo parece ir más lento, la sola idea de que algo pudiera ocurrirle aturde sus sentidos y le impide actuar. Las lágrimas comienzan a rodar sin control por sus mejillas, sus manos tiemblan y su corazón late de prisa.
Ezequiel la sacude violentamente intentando hacerla reaccionar, y bajan las escaleras tal y como están. Ella descalza y en pijama, él utilizando solo pantalones y con el cabello mojado. Alexánder está en el piso, inerte, Amaia está sobre él llorando desesperadamente.
–¿Que pasó? ¿Que carajos hacía Alex en mí ventana?– Pregunta Alai poniéndose de rodillas junto a él.
–¡No lo se!– Exclama dramática.
–¡Deja de mentir Amaia, que no soy estúpida! Alex no subiría por mí ventana sin llamar antes a la puerta. No tiene porqué hacerlo, él es...– No puede confesarlo, no puede ponerlo en palabras porque si lo hace, ya no podrá negarse a si misma que ese chico lo es todo en su vida. Pero Amaia no necesito escucharlo, lo ve en sus ojos, y estalla violentamente.
–¡Claro! ¡Siempre soy la culpable de todo lo malo que ocurre!– Alai la mira fijamente destellante de resentimiento sin creer ni por un instante en el burdo intento de Amaia de quedar como la víctima de la situación.
–Se que algo le dijiste Amaia, así que deja de hacer esta patética escena porque no engañas a nadie.– Mai no quiere apartarse pero Ezequiel interviene, la sujeta del brazo y obligándola a alejarse del chico.
–¡Sueltame!– Exclama alterada mientras intenta safarse de su agarre.–¿Que haces?–
–Te saco de donde no tienes que estar porque la única que sufrirá con eso eres tú.– susurra a su oído. Amaia deja de luchar contra Ezequiel y lo abraza, mostrándole esa faceta de debilidad y dolor que tanto le cuesta esconder.
–Alexander reacciona por favor, ¡Alex!– Repite una y otra vez Alai lo mueve ligeramente, pero él permanece inerte.
–Voy por las llaves del auto Ali, tenemos que llevarlo a un hospital.– Dice Ezequiel y toma de la mano a Amaia. –tú vienes conmigo.– La toma de la mano y la lleva junto con él.
–¿Que te pasa Mai?– Indaga una vez que ambos están solos.
–¡No quiero que esté con ella!– Grita en estado de histeria rompiendo en llanto nuevamente.
–¡Escúchame joder!– Ordena. –Si no quieres que este con ella, solo dile que pasó entre ambos y Alai lo mandará al demonio.–
–¡Me odiará para siempre!–
–¿Alai o Alex?– Es incapaz de sostenerle la mirada y con eso dice más que mil palabras. –Mai... El corazón de Alexander siempre fue de Ali, no importa lo que haga o lo que pase, esos dos siempre van a ser el uno del otro. Así no estén juntos. No pierdas tú tiempo porque no lo merece–
–Que su corazón sea de ella no hace quererle menos. Tú te dejaste vencer porqué sos un cobarde, pero yo voy a luchar por lo que siento.– murmura con la voz rota. –¡Le amo más que ella! ¡Le merezco más que ella!–
–Lo que sientes no es amor, estás obsesionada con Alexander, encapricha como una cría con un juguete que no puede tener.– Afirma intentando hacer que entre en razón. –Dejalo ya y volvamos a casa. Jamás tendrías que haber regresado a este lugar.–
–¡No entiendes nada! ¡No voy a dejarlo estar con ella! ¡No me va a cambiar por ella!– Ezequiel la mira decepcionado.