9 verdades

Idílico infierno: parte 2

Mientras que Ali y Álex estaban prácticamente de luna de miel, para Lucía las cosas eran mucho más complicadas de lo que imaginaba que serían.

Estaba sola, sentada frente a una ventana, con la mirada extraviada mientras se apagaba el día y otra noche de soledad y vacío llegaba. Sin poder evitarlo, esperaba un mensaje que jamás llegaría mientras se torturaba nuevamente con los recuerdos.

Estaba sola, desbordada por la tristeza, sintiendo que su corazón ya no podía soportar más, cuando lo vió llegar al funeral completamente vacío de su padre. Fue como si el aire ingresará a sus pulmones después de mucho tiempo sin respirar, como si de pronto hubiera visto un rato de luz en medio de la oscuridad. Una vez más tuvo esperanzas de que quizás había reflexionado, pero no sabía lo equivocada estaba. El solo venía a darle el golpe de gracia, a terminar con lo que quedaba de su ser. Se seco las lágrimas con el dorso de la mano y simplemente lo abrazo. Alex marcó distancia casi al instante, apartándose de ella sin tener ningún tipo de piedad, sin fingir siquiera por lástima. Lucía una vez más pateo su orgullo y su amor propio por la ventana, y le pidió perdón por lo que le había dicho en un arranque, como si Alex no se mereciera eso de ella y más...

Se que esto no nunca quisiste que esto pase, que nunca imaginaste que tendrías un hijo conmigo... Pero no hay forma de cambiar lo que paso.– logro articular con la voz quebrada. –Podemos intentar no se al menos llevarnos bien, vamos a estar unidos para siempre...–

No... Ya no se en qué idioma decirte que no te quiero cerca, que meterme contigo fue el peor error mí vida. Eres como una pesadilla que nunca acaba.–Escupió con crudeza. –Aquí tienes...– le entrego un sobre con un pasaje y una buena cantidad de efectivo. –Le dije a Ali que iba a tener un hijo contigo e igual va a estar a mí lado, así no hay espacio para ti en nuestra vida. Solo desaparece, ve a dónde se te de la gana pero que sea lejos. A mí hijo no le faltará nada, por eso no te preocupes.–

Sin mirar atrás, se marchó y Lucía se desmoronó. Pensaba que ya no podía sentir más dolor, y Alexander le había roto el alma una vez más, junto con cada sueño que tuvo y nunca cumplió ni cumplirá.

Se deshizo de ella de forma elegante, enviandola a "disfrutar" de unas generosas vacaciones permanentes, Y ella callada, solo lo obedeció como si no tuviera voz ni voluntad, porque no la tenía. Estaba tan atrapada en sus redes, tan sumergida en su veneno al que consideraba amor, que no podía salir, pero esas últimas palabras lo cambiaron todo. Toco fondo. Algunas veces necesitas tocar fondo, para resurgir, y eso era exactamente lo que le había pasado. Había abierto los ojos por completo, se había dicho a si misma:

-¿Que demonios estoy haciendo?-

La golpeaba diariamente con su desprecio y su indiferencia, y ella estupidamente se ponía de pie esperando el siguiente golpe, pero ya no lo soportaría más. Tenía un nuevo motivo para luchar, para resurgir para ser mejor. Dejó de llamarlo, de buscarlo, y lo borró de sus pensamientos, prometiendose a si misma que jamás volvería a dejarse maltratar por nadie. Fue difícil. Alexander es tan toxico y adictivo como una droga. Aún después de todo el daño, una parte de ella lo necesitaba más que nunca y estaba dispuesta a soportar su desamor solo por tenerlo cerca, por recibir siquiera la más mínima muestra de afecto, mientras que la razón le grita que lo mejor que puede pasarle a ella y a su bebe es tenerlo lejos.

Por suerte la razón fue más fuerte.

Alex se lo hizo fácil, porque en muy pocas oportunidades se puso en contacto con ella. La primera vez fue, cuando por medio de un abogado exigió un ADN. La segunda, para informarle que el resultado fue positivo, y la tercera para pedirle que lo tuviera informado del avance del embarazo. Ella le mando la última ecografía por correo, sabiendo que lo único que quiere es que Alai piense que quiere ser una mejor persona, un buen padre. Sentía lástima por ella, porque Alex es egoísta y no aprende. Tarde o temprano iba a terminar haciendole tanto o más daño que el que le había echo a ella. Porque así es él, porque esa es su naturaleza, porque las personas nunca cambian, solo te muestran en lado que más les conviene para su propio beneficios.

De a poco fue sanando, cada día estaba un poco mejor. Estaba decidida a enfocarse en las únicas dos cosas buenas que le había dejado su malsana relación, Romano y su bebé.

Busco a Romano de forma incansable, pero hasta el momento no logró dar con él. Es como si hubiera desaparecido de la faz de la tierra. Nunca se borraría de su mente la mirada acusadora y cargada de decepción que le dedicó la última vez que lo vió, y no estaba dispuesta a dejar las cosas así.

No quiero escuchar explicaciones Lucía, no las necesito. Lo único que quiero en este momento es sacarte de mí vida para siempre.– Las pesadas y oscuras lágrimas rodando sin control por sus mejillas enrojecidas, está vez no lograron conmoverlo como en el pasado. Era demasiado su despecho para tener algo de tacto. –Todo lo bonito que sentí por vos, el cariño y la culpa por no poder corresponderte como te merecías, lo mataste cuando me ocultaste que existía siquiera La posibilidad de que ese bebé no fuera mí hijo.–
 


 

–No tenía la certeza de que fuera de otro, no fue mi intención mentirte... Yo solo... ¡Quería que fuera tú hijo porque su verdadero padre es una basura! No me odies Roma...– No le dijo nada, pero su mirada cargada de rechazó hablo por él. Y simplemente se marchó sin que pudiera hacer nada para evitarlo.
 


Necesitaba que escuchara la historia completa, porque bien dicen que el lobo siempre es el villano si es la Caperucita la que cuenta la historia, y Alex había envenenado a todos en su contra. ¿Se había equivocado? Si... Y demasiado, pero eso no la convertía en un monstruo, solo la hacia una humana imperfecta como cualquiera.
Solo esperaba que Romanos algún día logrará entenderla un poco.




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