A. Alexa. El corazón de Valentina

16

—Gracias por venir, Valentina. —Andreas se levantó para saludarla, señalándole un sofá donde sentarse. Valentina lo hizo y el hombre se acercó para imitarla.

—Me intrigó tu llamada. —confesó. Estuvo en el trabajo cuando la recibió, Andreas le pidió que se reunieran en su oficina cuanto antes. No podía decir que no estaba preocupada, ya que el hombre aún no había contactado a Jonathan sobre el proyecto.

—Quiero hablar de lo que sucedió el otro día. —Dijo Andreas, jugueteando con las manos—. Me sentí mal por como todo salió y.

—Reaccione mal. —Lo interrumpió Valentina—. Pero, entiendo tu deseo de…

—No fue mío. —la cortó Andreas. Si seguían así, ninguno terminaría de hablar jamás—. Yo decidí llevar la idea a la práctica, pero… —suspiró, tallándose el rostro con las manos. Le tomó un minuto a Valentina entender que era eso que encontraba tan difícil para decir.

—¿Ella? ¿Valeria? —quiso saber, pero ya la expresión de Andreas fue respuesta suficiente. Cuando asintió, solo hizo más real el dolor.

—Me mencionó una vez que le gustaría que su libro se terminara sin importar si ella estuviera aquí para hacerlo. —le confesó—. Quise hacer esto por ella. —añadió.

—No me dijo nada. —susurró Valentina, dolida.

—Aún no lo sabe. —Se apresuró a aclarar Andreas—. No quiero decirle nada hasta que tenga algo concreto. —explicó—. Por eso te llamé.

—¿En qué puedo ayudarte? —Dejando de lado los sentimientos negativos que estaban apoderándose de ella, fingió esa voz de negocios que Jonathan le había enseñado.

—Quiero trabajar con Jameson. —dijo—. Pero, si eso va a presentar un problema para ti…

—No lo hará. —decidió de pronto, aún sin estar segura de ello. Lo único que sabía era que no podía ser ella la que saboteara el proyecto—. Ellos siguen esperando tu llamado. —Dijo al final—. Marín hasta piensa que te asusté con mi desplante.

—Voy a ponerme en contacto con ellos hoy mismo. —Andreas se levantó, escribiendo algo en su teléfono—. Solo quería hablar contigo primero. No quiero lastimar a nadie con todo esto. —Valentina se lo agradeció en silencio, son decirle que era imposible hacer algo relacionado con Valeria sin lastimarla. Era algo inevitable, como si el dolor formara parte inherente de ella y solo esperaba el momento de salir a la superficie—. ¿Cómo está ella? —quiso saber cuándo Valentina ya estaba por retirarse. La joven apretó la manija de la puerta con fuerza, girándose levemente hacia él.

—Estamos esperando los resultados de su último examen. —Y algo dentro de ella gritaba que no todo saldría tan bien como pensaban. Era una sensación extraña que no lograba identificar, pero le temía al momento cuando recibiría la llamada del doctor.

—¿Y ella? —Insistió Andreas—. ¿Cómo está ella? —Valentina comprendió a donde quería llegar.

—No lo sé. —confesó finalmente—. Dice que está bien, pero… cada día la veo más y más débil. Más apagada.

—¿Crees que podrá venir a la feria este año? —Desde que empezó a publicar para ellos, Valeria siempre estuvo invitada a la feria de libros que organizaba la editorial anualmente, pero nunca pudo ir. A veces, se trataba de una recaída, una prolongada estancia en el hospital. Más, Valentina estaba segura de que aquellas eran solo excusas: por alguna razón su hermana parecía reacia a mostrar su rostro en público.

—Intentaré convencerla. —prometió—. Nos vemos. —saludó, revisando el reloj que adornaba su muñeca. Estaba llegando a casa para la hora del postre.

💌💌💌

—Lo es. Solo... sé cómo funcionan estás cosas. Soy... soy psicóloga. —Pronunció, las palabras quemándole la garganta—. Soy... soy Alia.

Decir su nombre en voz alta fue como abrir una puerta para dejar salir el dolor. Las lágrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas sin control, los espasmos aparecieron y su cuerpo comenzó a sacudirse por los sollozos que soltaba. Sintió unos brazos envolver su cuerpo tembloroso, se dejó apoyar por la mujer que la sostenía.

Hasta ese momento, lo ocurrido apenas veinticuatro horas antes fue envuelto en una bruma espesa, como si fuera solo una espectadora de los sucesos. Ahora podía escuchar con más claridad los gritos de sus amigas, pudo sentir el cuchillo rasgar su piel y la sangre brotar por su costado manchando su ropa. Ya no era la espectadora, era Alia, la mujer que vivió el horror en su propia piel, en su propia carne. La mujer que perdió a la única familia que tenía en una sola noche; las mujeres que veía solo unos días al mes se habían convertido en su red de apoyo y en sus mejores amigas.

Zania permaneció con los brazos envolviendo su cuerpo, empezó a mecerla con cuidado, dejándola desahogarse.

—Perdón. —susurró después de un rato, Zania ignoró sus palabras, continuado su labor.

—Llora todo lo que necesitas. Aquí puedes permitirte ser vulnerable, Alia, porque todos estaremos aquí para sostenerte.

Ella permaneció en silencio mirando un punto fijo en la pared, con las imágenes aun torturándola.

Se quedó dormida así, entre los brazos de esa mujer que le ofreció apoyo aún sin conocerla, aun sin saber su historia.




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