—¿Aún no te ha llamado? —Sharon se sentó a su lado ofreciéndole un café, Valentina lo tomó distraída.
—Ni siquiera sé por qué sigo insistiendo. —Dijo, devolviendo el teléfono a su bolso—. Es obvio que para él todo terminó.
—Porque lo quieres. —Sharon se encogió de hombros, como si esa fuera la verdad más verdadera del universo. Tal vez lo era—. Y quieres que esté contigo en un día tan importante.
—No le conté sobre Valeria. —confesó—. Era la única persona que no me miraba con lástima y creo que me hice adicta a ello. —sonrió, pero la sonrisa no alcanzo sus ojos.
—Eso es normal. —Había esperado un reproche de parte de Sharon; sus palabras la sorprendieron—. Siempre fueron ustedes dos. Una unidad. Es normal que, en algún punto de la vida, quieras ser tú misma.
—¿Eso no me hace egoísta? —Sharon negó con la cabeza, abrazándola.
—Te hace humana, cariño. —le susurró.
—Hola. —Ambas mujeres levantaron la mirada para saludar a Andreas, este se sentó directamente a su lado. Valentina se sorprendió de verlo ahí, pero no le preguntó nada. Sabía que la relación que mantenían Valeria y él era… compleja, en falta de una mejor palabra y Valentina había decidido no añadirle más complejidad—. ¿Cómo está la moribunda? —Sharon ahogó un jadeo, Valentina sonrió ante la pregunta—. Dios, voy a extrañar hacerle estás bromas. —murmuró para sí mismo.
—Aún no nos dicen nada. —Respondió Valentina—. Pero, va a ser una operación larga, eso me dijeron. —añadió—. Gracias por venir. —Esperó una respuesta bromista, pero Andreas se encogió de hombros con algo parecido a la tristeza.
—No había otro lugar donde estar hoy. —susurró—. ¿Quieren algo de tomar? —Las mujeres alzaron sus vasos de plástico negando con la cabeza—. Preguntaré a tus padres. —señaló a Jimena y a Juan, de pie al otro lado del pasillo.
—¿Qué fue eso? —quiso saber Sharon apenas Andreas se alejó lo suficiente para que no la escuchara.
—Ese es Andreas. —Sonrió Valentina—. La persona favorita de Valeria, después de mí, claro. —lo presentó.
—No lo sabía. —Se quejó Sharon—. Además, ese comentario… —se estremeció, escandalizada.
—Así funcionan. —Le explicó Valentina—. Y, créeme, le hace bien a Valeria. Es por eso que aún no lo he golpeado.
Se callaron al ver que el hombre regresaba, al parecer sus padres tampoco estaban interesados en nada. Se sentó a su lado en silencio, mirando un punto fijo en la pared. A veces, cuando las palabras sobraban, el silencio era el mejor compañero de las personas. Permanecieron así durante horas, cada uno de ellos metido en su propia cabeza. Valentina, en algún momento, apoyó la cabeza en el hombro de Sharon. El cansancio, junto a la angustia y la ansiedad, le estaban pasando factura; se sentía a punto de desfallecer.
—Ahí viene el médico. —Las palabras de Andreas la sacaron de su entumecimiento, saltó y casi corrió hasta donde estaba Robertson, uniéndose a sus padres. Sus manos se juntaron sin que siquiera se dieran cuenta, una acción refleja de almas en busca de apoyo.
—Hubo… —El médico carraspeó, viendo a su alrededor; como si estuviera buscando a alguien quien le liberara de la tarea—. Hubo algunas complicaciones durante la operación. —dijo finalmente. Quizá espero alguna pregunta, se quedó en silencio demasiado tiempo. Todos permanecieron así, necesitando una buena noticia—. Su corazón se detuvo varias veces. —siguió, pero la emoción de su voz desapareció; parecía un robot recitando un mantra aprendido a memoria—. La última vez, no fuimos capaces de… Lo siento mucho.
Valentina sintió que la presión de la mano de su madre desaparecía; seguida de un grito lastimero que no pudo identificar. Un brazo se enroscó en su cintura, evitando que cayera al suelo.
—¿Qué…? —alcanzó a decir, parecía ser la única que no entendía las palabras de Robertson. Como si, de repente, el hombre estuviera hablando en un idioma desconocido para ella.
—¡No! ¡No! ¡No! —se giró hacia Jimena; su madre sollozaba en los brazos de su esposo, quien permanecía con la mirada fija en el médico. Él tampoco parecía entender lo que estaba ocurriendo.
—Lo siento. —Repitió el médico, mirándolos con compasión—. No pudimos hacer nada más.
Otro grito lleno la estancia, Valentina pensaba que podría ser el suyo, pero realmente no podía asegurarlo. Cómo hacerlo, si todo a su alrededor había perdido sentido de repente. Alguien la arrastró hasta una silla cercana, otro cuerpo se abrazó al suyo. ¿Quién temblaba? ¿Era ella, o era Sharon? ¿Quién soltaba esos sollozos lastimeros que le desgarraban el corazón?
—Lo siento mucho. —reconoció la voz de su amiga, rota por el dolor.
—¿Se fue? —le preguntó, deseando que alguien le dijera que estaba viviendo una mala pesadilla; que debía despertarse y que encontraría a Valeria a su lado, durmiendo plácidamente—. ¿Realmente se fue? —insistió, hiriendo aún más a Sharon.
—Lo siento mucho. —volvió a susurrar su amiga; acariciándole el cabello de la misma forma que, alguna vez, ella lo hacía.
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No recordaba un momento de su vida sin que el miedo de la muerte no estuviera presente. Cada mañana, se despertaba y entraba a su habitación con cuidado, revisando su respiración. Cada hora que pasaba sin escuchar de ella, el terror de que algo malo había sucedido la asaltaba. Cada revisión, cada examen fue una lucha contra ese monstruo gigante que regía sus vidas. Y al final, la muerte la tomó desprevenida. Cuando menos la esperaba, en el único momento que realmente pensó estar a salvo de ella, se coló en sus vidas y las cambió por siempre.
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Editado: 20.05.2022