La noche de Navidad, la "Dama rosa" estaba cerrada. Ana —por más extraño que le pareciera a algunos— se rehusaba a mantener a sus empleados alejados de sus familias en esa noche tan importante.
Leanna posó la taza de té en la mesita y se recostó en el sofá, jugueteando con su celular. Otra sorpresa, o quizá milagro Navideño, fue que el internet en el edificio funcionara. Tal vez era una pequeña delicadeza de parte de su casero, u otra cosa que ella no entendía, pero lo agradecía y lamentaba a partes iguales.
El impulso fue demasiado fuerte y pronto se encontró deslizando el dedo sobre las redes sociales de sus hermanos y su cuñada. Las fotos familiares y del banquete navideño abundaban en sus cuentas, haciendo que su corazón se apretara.
Había estado dispuesta a usar el dinero de Sean, a quién —por cierto— no había vuelto a ver desde aquella noche, para hacer un viaje relámpago a su casa, pero su madre se mostró reticente a aceptarlo.
—Pensé que tenías apenas dinero para sobrevivir. —Fue su duro comentario, después del cual no se atrevió a profundizar el tema. Se rindió ante la idea de pasar la Navidad sola en su apartamento.
Mientras observaba las fotos, pensó que las mismas palabras que le dedicó su madre se aplicaban a ellos también. La mesa estaba llena de comida y dulces y su cuñada hacia alarde de que era todo producto de sus propias manos, pero Leanna pudo reconocer el toque de la pastelería más famosa —y cara— de la ciudad en los pastelillos que mostraban con tanto orgullo.
Sintiendo que su humor caía en picada y que estaba por llorar, bloqueó el celular y se quedó viendo la pantalla en negro por varios minutos antes de finalmente ponerlo sobre la mesa.
Bebió un sorbo del té ya tibio, pero no pudo obligarse a levantarse para calentarlo.
Media hora después por fin encontró las fuerzas para prender el celular y, evitando cada red social donde su familia posteaba, buscó una película para ver.
Las opciones estaban todas de temática navideña, a tono con la época del año. Reacia a deprimirse aún más, buscó con más ahínco entre la filmoteca virtual y finalmente encontró una película de acción que apenas tenía una estrella de recomendación, pero no tenía el lujo de ponerse a elegir.
Pensó que esa estrella era un acto de generosidad, mientras hacía una mueca ante la trama desastrosa y las actuaciones penosas. Igual, no la apagó.
Se quedó dormida en medio de gritos exagerados del protagonista igual de exagerado y sonidos de balaceras que parecían cualquier cosa menos real.
🎶🎶🎶
Ana seguía borde con ella desde el desafortunado comentario que hizo semanas antes. Por eso, cuando la llamó a una reunión dos días antes del Año nuevo, pensó que iba a despedirla.
Ese temor atenuó un poco al entrar a "Dama rosa" y ver que no fue la única convocada, pero igualmente no permitió que el alivio la inundara. Ana le sonrió apenas y volvió su mirada en los papeles que estaba teniendo en mano.
Cinco minutos después la puerta del bar volvió a abrirse y Mariana entró con paso apresurado.
—Perdón. —Murmuró, casi sin aliento—. El tráfico es una bestia.
Ana no respondió, se limitó a asentir con la cabeza. Mariana se sentó a su lado y le sonrió. Devolverle la sonrisa fue un acto reflejo.
—Bien, ya estamos todas. —Dijo su jefa, llamando la atención de las cinco mujeres reunidas alrededor de una mesa del bar—. Como bien saben, —empezó, luego miró hacia las dos más jóvenes y negó—, o no, cada año hacemos una fiesta privada aquí en el local. Es mi forma de agradecerles su trabajo de todo un año y afianzar un poco los lazos de esta... comunidad. —Se detuvo un segundo, soltando un suspiro—. Este año vamos a hacer algo diferente. La oportunidad se presentó y no pude evitar decir que sí, aunque eso significa que tenemos que modificar nuestros planes iniciales.
Volvió a quedarse callada, perdida en sus pensamientos.
—Vamos a tener una fiesta privada. —dijo finalmente—. Y ustedes van a cantar esa noche. Se trata de una empresa...
Prosiguió hablando sobre los pormenores de la fiesta, pero Leanna se desconectó y no le prestaba más atención. Sentía que al final las cosas en su vida comenzaban a ir para mejor y ya empezó a trazar planes para buscar un lugar mejor en donde vivir.
—¿Leanna? —La voz de Ana la sacó de su ensoñación donde vivía en un apartamento que no se caía en pedazos y donde no la despertaban gritos desesperados y gemidos escandalosos en mitad de la noche.
—Perdón. ¿Me decías? —musitó al darse cuenta de que todas la miraban y que seguramente Ana le había dicho algo ya, pero que ella no lo escuchó.
—Acompáñame. —pidió, levantándose de la silla y caminando rumbo a su oficina.
Eso por sí mismo descolocó a Leanna, porque ella no acostumbraba trabajar ahí, prefería encargarse de todo en la barra del bar.
Entró detrás de ella y algo del temor que había dejado atrás cuando llegó, volvió con más fuerza. Le extendió un fajo de billetes y Leanna frunció el ceño en señal de confusión.
—Es una fiesta elegante, vas a necesitar algo acorde a ello. —Explicó, ondeando con el dinero en señal de fastidio—. Ve de compras. —Un poco de afecto casi maternal se filtró a través de su voz, pero sus ojos permanecían duros sobre ella.
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Editado: 04.04.2022