El parque de diversiones estaba lleno de personas yendo y viniendo, padres jugando con sus hijos, parejas caminando de la mano compartiendo caricias de vez en cuando. El olor a comida rápida se desprendía en el aire e Isabella suspiró contenta por poder pasar un día con sus hijas alejada de la ciudad y del bullicio. No era que ahí reinaba un clima tranquilo, pero era un bullicio diferente, calmante.
- ¡Isa! - escuchó que la llamaban y volteó en dirección a la voz. Clara estaba al otro lado de la calle, agitando su mano exageradamente para llamar su atención.
Ella le devolvió el saludo y tomó a las pequeñas de la mano para ir hacía ellas. Valeria caminaba a su lado y a pesar de su cara tranquila, Isabella podía ver que ella también estaba emocionada por un día de diversión.
- Son las amigas de mamá. - les explicó a las niñas al ver la mirada interrogante de Cassandra. Alessandra, como de costumbre, estaba en silencio, pero desde la conversación que tuvieron días atrás podía entrever ciertos cambios en el comportamiento de la menor.
- Dios, son tan hermosas. - exclamó Alba cuando se acercaron, pero refrenó sus ganas de abrazarlas y apachurrarlas. Conocía su historia e iba a respetar la serie de advertencias que les dio Isabella. - Son más hermosas que en las fotos. - le dijo a su amiga e Isabella no pudo disimular una sonrisa de orgullo.
- Hemos pensado en adelantarnos un poco y comprar algunas entradas - dijo Clara - Pero luego recordamos que las que deciden estás cosas son las peques, así que nada.
Las niñas fueron unánimes, ambas querían ir al carrusel. Clara y Alba decidieron ir con ellas, al igual que Valeria. Isabella se sentía demasiado ridícula subiendo a una atracción y parecía que Marta compartía su sentimiento. Menos mal que las niñas tuvieran quien los acompañe, confiaba plenamente en las tres para cuidarlas.
Marta había desaparecido mientras ellas se ponían de acuerdo y ahora volvía con dos cafés para Isabella y ella. Se sentaron en el banco que daba al carrusel, así su amiga podía chequear a sus hijas.
- ¿Cómo lo llevas? - preguntó refiriéndose a su encuentro con Damián.
Apenas había llegado al despacho de Alejandro, necesitando de su compañía después del mal momento que pasó cuando su teléfono empezó a sonar sin parar con mensajes de sus amigas respecto a lo sucedido. En ese entonces les había dicho que estaba todo bien, porque no quería tocar el tema por teléfono.
- No fue fácil volver ahí, - confesó - fue como dar un salto al pasado y volver a sentir todo el dolor, todas las penas. Verlo así, tan destruido me dolió un poco, ¿sabes? - Marta pensó que era una pregunta retórica, por eso calló mientras su amiga continuaba descargándose - Pero luego recordé que había veces que yo me veía peor y a él no le importó. Decirle todo lo que sentía fue liberador, muy liberador. Cuando salí de ahí, por fin sentí que había dejado esa vida detrás de mí. Porque todo este tiempo pensé que lo había hecho, pero solo lo había dejado de lado, ignorándola.
Apretó la mano de Marta mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.
- Lo único bueno que me pasó ahí fueron ustedes tres. Y con eso me quedo. Todo lo demás queda atrás. Por fin me siento libre para volver a vivir.
- Me alegro mucho por ti. Si alguien se lo merece, eres tú. Todas tenemos historias diferentes, pero nosotras sabíamos más o menos a donde nos metíamos. Tú no elegiste nada de eso y tampoco tuviste necesidad de hacerlo. Él decidió por ti y no se merece tu compasión.
- No se merece nada de mí. Ni siquiera que piense en él.
Dejo su mirada vagar por el lugar, deleitándose con la vida que había a su alrededor. Meditó sobre sus próximas palabras, no sabía si pronunciarlas era lo mejor. Sabía del orgullo de Marta y temía una reacción negativa. Pero Ale le había dicho que no perdía nada por intentar y ella sabía que tenía razón. Solo que al hacerlo se acobardaba.
- ¿Marta? - la llamó después de unos minutos de silencio y su amiga le sonrió esperando que hablara - ¿Hay...? - se aclaró la garganta antes de seguir - ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarles? - Marta la miró con una cara de sorpresa, por eso se apresuró a seguir, antes de que pudiera replicar - Sé que las cosas ahí están mal, malísimo. Lo he visto con mis propios ojos hace unos días. Y sé que no quieren mi dinero o que les regale nada, pero debe de haber una manera de ayudarles. Solo quiero saber que no van a ser demasiado orgullosas para decírmelo.
- Tienes razón sobre el estado del burdel. - confesó su amiga - La última semana la mayoría de los clientes ni siquiera pagó, porque el jefe tiene deudas con ellos. Y recibir dinero de Damián, ni hablar. Está apostando hasta lo que no tiene. - explicó. - Pero, pedir dinero prestado no es la solución, Isa. Tal vez un mes, tal vez dos, si hubiera esperanzas de que las cosas cambien. Pero no las hay.
>> He pensado en irme. Renunciar y buscar trabajo en otra parte. Pero no puedo volver a casa y mudarme de aquí significaría alejarme aún más de mis hermanos. Y eso no lo soportaría.
- ¿Pensaste en buscar otro trabajo? - le preguntó, aunque conocía de antemano su respuesta. Ella misma lo había intentado y sabía lo difícil que era.
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Editado: 22.08.2021