Alejandro había llevado a las dos niñas hasta el apartamento, sin hacer caso a las protestas de Isabella. Todavía la sentía temblorosa a su lado. Agradeció la ayuda de Valeria al indicarle donde estaba la habitación de las niñas y caminó hasta ahí, dejando a Isa sentada en el sofá. Las puso en sus camitas y le quitó los zapatos y la chaqueta a una, mientras Valeria hacia lo mismo con la otra.
- Pueden dormir así por una noche. No creo que nadie quiera que se despierten ahora. - le dijo la muchacha cuando le preguntó por los pijamas.
- ¿Te encuentras bien? - le preguntó.
- Fue aterrador. Pero, aunque tú no hubieras aparecido, Isa habría encontrado la manera de sacárselo de encima. - Alejandro asintió, no dudaba de la capacidad de Isabella de defenderse, pero eso no hacía que se sintiera mejor con la idea de aquel desgraciado lastimándola.
- Gracias por llamarme. - le dijo y ella negó con la cabeza.
- Iba a llamar a Fran, pero las manos me temblaban tanto que no pude buscar su número. Tú fuiste el primero en la agenda, como ya dije.
Alejandro le sonrió y ella le devolvió la sonrisa. Agradeció la valentía de la muchacha, otra persona en su situación podría haberse paralizado de miedo, incapaz de hacer nada.
- Ve con ella. - le dijo mostrando con la mano hacia la sala. - Yo me quedo un rato aquí con las niñas y después me voy a dormir.
Alejandro le hizo caso. Isabella estaba sentada en el sofá donde la dejaron, con las rodillas pegadas a su pecho. Se mecía de adelante atrás y la imagen revivió sus ganas de volver a buscar al bastardo y golpearlo un poco más.
Se sentó en el reposabrazos, temiendo su reacción si se acercase más. Ella entendió su intención y le regaló una sonrisa temblorosa.
- No me voy a poner histérica contigo. - le dijo, todavía luchando por mantener la sonrisa en sus labios - No te quiero lejos, Ale. Es más, te quiero lo más cerca posible para así saber que lo que pasó esta noche no es mi realidad. Mi realidad eres tú y esto fue solo un lamentable accidente.
Alejandro se levantó y después se dejó caer a su lado, ella no perdió tiempo para acercarse y abrazarlo.
- Ni siquiera estoy mal por lo que pasó. Sabía que cosas así podrían pasar. No digo que estoy bien con eso, pero tampoco me engañaba diciendo que todo sería perfecto aquí. Lo que me molesta es que había niños ahí. Y no le importó. ¿Te imaginas si las gemelas estuvieron despiertas? Se habrían traumado más de lo que están. Y eso me hace quererlo matar.
- ¿Quieres poner una denuncia?
- ¡No! No serviría de nada. Solamente para arrastrar mi nombre por los periódicos y alentar a los demás pervertidos. Dejémoslo como un incidente.
- Vale. - aceptó e Isabella lo miró sorprendida. Había esperado una batalla al respecto. - Pero prométeme que si vuelve a suceder me lo vas a decir. Y que entonces si vamos a poner una denuncia. - ella asintió, por el simple hecho de que eso era lo que pensaba hacer de todos modos.
- Nunca te vi como alguien que usara sus puños. - dijo después, tratando de aliviar un poco el ambiente. Todavía estaban abrazados en el sofá y los temblores se habían calmado.
- Los usé exactamente tres veces en mi vida. - confesó. - Y dos de ellas fueron por ti. - su sorpresa era evidente, una pregunta muda en sus ojos - Damián. - le dijo finalmente y suspiró al saber que le pediría detalles.
Unos ruidos desde la puerta lo salvaron de contar la historia. Francisco entró, tiró su sacó en el sofá individual que estaba frente al donde estaban sentados ellos y lo miró con el ceño fruncido.
- ¿Te has mudado aquí y no me enteré, o qué? - soltó, dejándose caer en el sofá. Alejandro trató de dilucidar si estaba bromeando o estaba hablando en serio, pero no fue capaz de leer la expresión de su amigo. Isabella, en cambio, río con ganas. Luego le dedicó una mirada de advertencia y aunque no le gustaba la idea de no decirle nada a Francisco, la respetaría.
- ¿Vas a estar bien? - le preguntó antes de levantarse y ella asintió. Lo imitó y lo acompañó hasta la puerta donde le dio un beso corto. - Si no quieres salir mañana, está bien. - ella negó con la cabeza con convicción.
- No voy a dejar que lo que pasó me detenga en rehacer mi vida. Vamos a ir. - prometió y supo que era una promesa que iba a cumplir.
Volvió al salón para encontrar a Francisco todavía ahí, destapando una botella de cerveza. Caminó hasta ahí y se la quitó de las manos.
- ¿Qué pasa? – preguntó, mientras él desviaba la mirada. - ¿Fran?
- ¿Has hablado con Max? – ella frunció el ceño, pensando en que podía ser la razón del malestar de su hermano. Ya varios días andaba por la casa como un alma en pena, bebiendo cada vez que tuviera ocasión.
- Sí. Me contó sobre Carla. Pobre mujer. Pero me dijo que se estaba recuperando bien. Y que le seguía la pista a los tipos esos.
- Todo se complicó demasiado, Bella. Todo esto es un desastre.
#26658 en Novela romántica
#3061 en Novela contemporánea
mentiras traicion lagrimas, amor tristeza dolor, prostitucion violencia
Editado: 22.08.2021