A. Alexa. Siempre contigo

11

Cuando estás sumido en una burbuja tanto romántica como laboral, el tiempo se te pasa volando. Andrea podía ser fiel testigo de ello semanas después, al darse cuenta de que estaban en la última etapa del concurso y ella ni siquiera lo había notado.

Pasaba sus días trabajando, yendo a talleres y supervisando las obras en la comunidad de Mimí. Aunque eso en realidad lo hacía más Mauricio: sacaba información de su hermano y luego se la pasaba. Ella aún no se había atrevido a enfrentar a Pedro Gállego, aunque eso también estaba por cambiar. Sus noches —o cada momento libre que tenía en general— se lo dedicaba a Mauricio. Cada día que pasaba a su lado se sentía especial de una manera diferente y en esos momentos ya no se podía imaginar su vida sin él a su lado. Estaba enamorada, no tenía miedo de aceptarlo, aunque el futuro la asustaba.

—Andrea. —El grito de Lupita —una de las niñas que vivía en la comunidad—, antes de tirarse a sus brazos, puso la atención de todos en ella. Atrapó a la niña en el vuelo, alzándola en sus brazos. Tenía apenas cuatro añitos, pero ya se podía ver más madurez en ella que en algunas personas mucho mayores. A Lupita le siguieron otros niños, pronto se encontró rodeada de ellos y se sintió plena y feliz. Saber que esos niños la quieran, llenaba en ella un vacío que llevaba mucho tiempo ignorando. Mimí —tan despierta y pendiente de todo como siempre— se acercó detrás de los niños y le dio una mirada evaluadora, para después sonreír.

—Llegue a pensar que te habías olvidado de nosotros. —La voz de la mujer era dura, pero sus ojos no hacían juego con sus palabras, parecía más bien divertida.

—He tenido mucho trabajo. —Se excusó, aunque no era completamente cierto. No quería encontrarse con Pedro, temiendo que vería en sus ojos sus sentimientos por Mauricio. Ya tenían suficiente con la insistencia de Mauricio de que su hermano menor se alojara en un hotel diferente al suyo, solo para poder mantener su relación en secreto. Pero, ya no podía seguir huyendo, menos sabiendo que los niños la extrañaban. Lupita se removió en sus brazos y la bajó al suelo, luego les señaló el lugar donde había dejado un par de bolsas. Los niños corrieron hacia ahí, dejándolas solas.

—No tienes que traer regalos cada vez que vienes. —Señaló Mimí, dando media vuelta y echando a andar hacia una mesa donde estaban las demás mujeres.

—Quiero hacerlo. —Puntualizó, sabiendo que la mujer mayor no trataría de debatir sobre eso—. ¿Cómo van las cosas? —Se sentó junto a ella después de saludar con un movimiento de cabeza, las mujeres le respondieron con el mismo gesto.

—Bien. Ese niño hace bien su trabajo. —Miró en dirección de los obreros, Pedro Gállego en medio de ellos, trabajando como si no fuera el jefe. El manantial ya estaba terminando, aunque aún no habían echado a correr el mecanismo, querían esperar a terminar con todo.

—Es el mejor en lo suyo. —Era la pura verdad, el hecho de que los Gallego fueran competencia no impedía que aceptara que estaban muy buenos en su rama. A veces se atrevía a pensar que hasta mejores de sus propios arquitectos, su única traba hacia la gloria era su honestidad.

—Tu novio también hizo bien las cosas. —Añadió Mimí, Andrea sonrió orgullosa por sus palabras. Sintió el momento exacto en el que Pedro se dio cuenta de su presencia, así que se levantó y echó a andar hacia él, no quería que su encuentro sucediera delante de las mujeres.

—Que sorpresa. —Masculló el hombre, tirando una tabla de madera con demasiada fuerza. Esta rebotó sobre el suelo, haciendo un ruido estruendoso—. ¿Hay fotógrafos por aquí? —Picó.

—¿Cómo van? —Ignoró su pulla y se concentró en la casa que estaban arreglando actualmente, sin ganas de ver el odio en sus ojos. Pedro gruñó, pero giró él también hacia el objeto.

—Está en la fase final. Después de esta, quedan solo dos más. Supongo que eso va bien con tu itinerario.

—No tienes que ser tan borde conmigo. —Advirtió, el hombre bufó.

—Tampoco tengo que besar el suelo por el que caminas.

—No te pedí eso. —Replicó—. Solo vine a ver cómo van las obras, es mi proyecto también. —Le recordó. Pedro se había enterado de que ella estaba detrás de los planos un día antes que el país entero, sus padres no se habían aguantado las ganas de fastidiarle eso también. Pensó que se echaría para atrás al saber que tendría que trabajar con ella, pero se comportó como un verdadero profesional y siguió con la obra. Algo que llevó a que sus nombres estuvieran juntos en los periódicos, volviendo locos a sus padres. Habían sido derrotados en su propio juego.

—Sigo sin entender que ganas tú con todo esto. —Murmuró, inclinándose para recoger la tabla que anteriormente había tirado. Algo en esa acción hizo que Andrea sintiera ganas de carcajearse.

—La publicidad, claro. —Bromeó, pero sabía que la mayoría de la gente pensaba que era precisamente por ello que había empezado con ese proyecto. Claro, esa mayoría no sabía que ella había puesto el dinero de su propio bolsillo y que había pasado noches en vela dibujando para que todo estuviera listo lo antes posible. No le importaba, la gente que debía saber la verdad —Mauricio y los miembros de la comunidad— ya lo hacían.

—Como no se me había ocurrido antes. —Se encogió de hombros, ignorándola por unos minutos. Ella permaneció parada ahí, observando el barullo y el movimiento de la gente—. Lamenté escuchar lo de tu edificio. —Dijo a cabo de un rato, sin una pizca de burla en sus ojos. Su semblante era serio y ella supo que estaba siendo sincero. Asintió con un movimiento de cabeza, de repente sentía la garganta cerrada y las lágrimas quemar en sus ojos.




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