A. Alexa. Siempre contigo

21

Despertó envuelta en sus brazos y resintió la idea de levantarse para ir a trabajar. Si pudiera, se quedaría en esa cama, con él, todo el día.

—Buen día. —murmuró Mauricio sobre su pelo, apretando un poco el agarre sobre su cintura. Andrea se removió para quedar de frente a él y dejó un beso sobre su barbilla.

—Buen día. —saludó, estirándose un poco para alcanzar sus labios. Fue un beso perezoso, un leve deje de la pasión que los había consumido la noche anterior—. Me quedaría aquí todo el día. —Dio voz a sus pensamientos anteriores, apretujándose aún más en su abrazo.

—Quédate. —Fue la respuesta simple de Mauricio, volvió a levantar la cabeza para mirarlo a los ojos. No por primera vez, lo que vio en ellos – la pasión desbordante y la adoración pura – la dejó pasmada—. ¿Qué te lo impide? Eres la jefa. —Buscó convencerla con otro beso, este más hambriento, más pasional que el anterior, un presagio, una promesa. Andrea rio sobre su boca.

—Creo que a mi socio no le gustaría eso. —Jugó—. Podría molestarse. —Agregó, rehuyendo un nuevo acercamiento. La mano de Mauricio se deslizó debajo de las sábanas y se coló dentro de su camiseta, la detuvo ahí, acariciando su vientre, tentándola.

—Tu socio estaría encantado con la idea. —prometió, subiendo un poco su palma hasta llegar a la parte inferior de sus pechos, les dio una suave caricia que hizo que Andrea retuviera el aliento.

Buscó su boca, ansiosa por sentirlo de nuevo, volver a experimentar esa locura que se apoderaba de ella al tenerlo cerca. Mauricio la esperó con las mismas ganas de siempre, con el mismo fuego que parecía nunca apagarse entre ellos.

—Oh, —gimió cuando su mano volvió a subir—, ¿qué dirían los Recursos Humanos ante el comportamiento inapropiado de mi socio? —provocó, no quería perder la costumbre de picar el uno al otro que los llevó a ese momento.

Mauricio detuvo sus caricias y se alejó un poco, temió haberlo ofendido con su broma. Pero, la sonrisa que esbozó logró tranquilizarla. Él puso una mano sobre su mejilla y movió el pulgar en una suave caricia.

—Dirían que, cuando alguien te ama como a ti te ama ese socio, no puede haber nada de inapropiado en ello. —Sus palabras hicieron que toda la diversión anterior desapareciera y su corazón se saltó un latido ante esa declaración. Decidió dejar de lado las bromas y ponerse sería ella también.

—Tienes razón. —Aceptó, girando la cabeza lo suficiente para dejar un beso en la palma de la mano que aún acariciaba su mejilla—. Cuando algo se siente así de bien, no puede estar mal. Te amo, Mauricio. —confesó, aunque no era la primera vez que se lo decía, volvió a experimentar la misma mezcla de vulnerabilidad y fortaleza como si lo fuera.

Mauricio movió la mano hasta su nuca para acercarla y besarla de nuevo, al separarse, Andrea apoyó la cabeza sobre su pecho, extasiada al escuchar los latidos de su corazón.

—¿Nos quedamos? —asintió a su pregunta, aunque no era necesaria, esa decisión fue tomada tiempo antes, después de estar separados por varios días, no podían tener suficiente del otro.

Permaneció en la misma posición por lo que le parecieron horas, solo disfrutando de estar en sus brazos. El sonido de un celular cortó el silencio.

—El mío está apagado. —murmuró, Mauricio se movió solo un poco para buscar a tientas el suyo, respondió con un resoplido.

—Edna. —La voz de su hermana le llegó a Andrea por el aparato, pero no pudo distinguir lo que decía—. ¿Por qué? —Sintió a Mauricio tensarse un poco, pero no se alarmó, sabía que – a diferencia de su familia – la de Mauricio no significaba necesariamente problemas—. ¿Crees que es necesario? Yo puedo hablar con ella y avisarte, así no vienes en vano. —Al escuchar sus palabras, entendió su repentina tensión, si su hermana venía, los pondría en un aprieto—. No, claro que no tengo ningún problema con que vengas, enana, solo que… —soltó un suspiro, Andrea aprovechó el silencio en línea para levantarse y se sentó en la cama, aún con las manos enlazadas—, no quiero que te molestes sin necesidad. Sé que estás muy ocupada.

Andrea casi río ante su intento de manipulación, pero al ver que Mauricio sonreía con satisfacción, se dio cuenta de que había logrado su cometido.

—Claro, yo hablo con ella y te aviso. —Repitió, pero la mujer al otro lado seguía hablando sin cesar—. Lo prometo. Hasta me puedes mandar el material y se lo muestro. —Prometió, su hermana dijo algo que hizo que frunciera el ceño—. No, hoy no puedo. Mañana te aviso. —Aun con la mujer hablando cortó la llamada y tiró el celular en la cama, le regaló a Andrea una sonrisa—. Crisis evitada. —anunció, riendo como un niño pequeño después de hacer alguna travesura.

—¿Qué quería? —preguntó, decidiendo dejar de lado lo mal que le había caído tener que mentir de esa forma a la mujer, le molestaba el hecho de que Mauricio no podía recibir a su familia por ella.

—Me va a mandar los bocetos del diseño, quiere que los veas y decidas si vamos a trabajar con ella o con otra empresa independiente. —informó, aunque Andrea estaba reacia a hablar del trabajo en su intimidad, no podía ignorarlo.

—Papa ya me entregó la propuesta de la empresa con la que trabajamos nosotros, podemos verlas juntos y decidir. —ofreció.

—Me parece bien. —Aceptó Mauricio—. ¿Ya la viste? —preguntó a cabo de unos minutos, cediendo ante la tentación. Andrea asintió—. ¿Qué te pareció?




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