Ella no estaba en la casa cuando despertó. La manta que había usado la noche anterior estaba sobre el sofá, tirada descuidadamente. Suspiró, sentándose sobre esta y dejó caer la cabeza entre sus manos, frustrado. Nunca hubiera pensado que las cosas se torcerían tanto, de lo contrario habría actuado mejor. No decirle a Andrea sobre su encuentro con Melina fue algo estúpido, pero fue sincero cuanto le dijo que no le pareció importante.
Se levantó con lentitud, desganado. Necesitaba ir al trabajo, el acuerdo con los proveedores era que se encontraran ese día en la construcción, para ultimar los detalles. Esperaba verla ahí, aunque sea de lejos. Todavía no lograba sacudirse la sensación de que algo estaba terriblemente mal, esa que lo asaltó cuando volvió la noche anterior, como si algo muy grave hubiera sucedido mientras estaba afuera.
En la construcción reinaba la misma atmósfera de siempre, un caos reconfortante que lo tranquilizaba. Saludó a los obreros a medida que pasaba a su lado; ellos estaban concentrados en sus labores, pero no perdieron la oportunidad de inclinar la cabeza en señal de reconocimiento.
—¿Y Andrea? —Pregunto apenas entró en la oficina que compartían, un sudor frío se apoderó de él al darse cuenta de que ella no estaba ahí aún. Pedro lo ignoró y Germán se removió incómodo.
—Se fue a la ciudad. —Murmuró—. Dice que le surgió algo importante. —Aclaró, aunque sus palabras no lograron responder ninguna de sus preguntas. Lo último que esperaba ese día al llegar al trabajo era no encontrarla, nunca se imaginó que estarían en una situación así.
—Los proveedores llegarán al mediodía. —Cambió de tema, aunque no estaba seguro de que había ocultado bien su desconcierto—. ¿Pueden encargarse de eso? —Ambos hombres asintieron con rapidez.
—¿Tú, adónde vas? —La voz de su hermano lo detuvo en la puerta, se giró en su dirección a pesar de no tener una respuesta ni siquiera para sí mismo.
—Hablamos luego. —Dijo escuetamente.
Salió a paso rápido del área, tratando de llamarla varias veces. Cada una de esas veces la llevó a buzón. Estaba desesperándose. Se subió al coche y tomó un largo suspiro.
—¿Estás bien? —Mandó el mensaje, aunque sabía que no recibiría ninguna respuesta. Si Andrea no quería hablar con él, no le contestaría tampoco.
A su modo de ver, tenía dos opciones en esa situación: esperar que ella volviera para arreglar las cosas, a pesar de no saber cuándo lo haría y porque estaba en la capital, o ir a buscarla y terminar con ese malentendido de una vez por todas.
La decisión estuvo tomada hasta antes de que se atreviera a aceptarlo en voz alta. Encontró un boleto para media tarde y estuvo preparado para irse horas antes del vuelo. Esperó en el aeropuerto, sentía que si no se iba de inmediato lo iba a lamentar.
Pedro lo llamó mientras esperaba, a regañadientes le contestó.
—¿Estás en un aeropuerto? —Preguntó su hermano, seguramente había escuchado los sonidos que lo rodeaban.
—Un problema con uno de mis proyectos. —Mintió—. ¿Cómo te fue con los proveedores?
—Todo bien. —Aseguró este—. A Germán le costó un poco decidirse, pero nos pusimos de acuerdo. —Le explicó.
—Muy bien. Siento que nos va a funcionar mejor que con los anteriores.
—¿Hablaste con tu socia? —Se quedó en blanco por un momento, sin saber qué responder.
—Ayer. Me contó lo de Jimena, eso fue todo.
—¿No sabes por qué se fue?
—Ni idea. —Por primera vez era sincero con su hermano respecto a ella—. Traté de llamarla, pero no contesta.
—Estaba de malas ayer. —Comentó Pedro. No estaba seguro del porqué estaban hablando del estado de ánimo de Andrea, pero si podía pescar algo más de información de su hermano, no desaprovecharía esa oportunidad.
—¿Dijo algo? —Trató de sonar desinteresado, pero tenía la impresión de que estaba fallando miserablemente.
—No. Nada. —La voz de Pedro sonó aburrida—. Pero pude notar que su tolerancia conmigo estaba al mínimo.
Soltó una risa.
—Finalmente la cansaste. —Dijo seco.
—Espero que se comunique pronto. No me gusta que deje tanto tiempo el trabajo.
—Germán está al cargo y tiene instrucciones para trabajar por sí solo hasta el final del proyecto. —Se encontró en la necesidad de defenderla—. Lo mismo va para ti, sabes eso. —Le recordó.
—Sí, tienes razón. —Aceptó—. ¿Cuándo vuelves?
—Apenas termine mis asuntos. —Esperaba regresar pronto, pero no tenía ni idea como irían las cosas con Andrea. Esa incertidumbre lo estaba matando, pero no podía decírselo a nadie—. Encárgate de las cosas ahí por unos días.
—Claro que sí.
—Me tengo que ir. —Lo cortó—. Hablamos luego. —Se despidió.
Llegó a la capital en la noche, pero no podía esperar hasta mañana para buscarla. Le urgía verla y aclarar todo. Su partida tan inesperada lo tenía muy preocupado, en algún punto de la tarde dejó de pensar en su pelea y su mente se vio asaltada por otros pensamientos.
Se encontró delante de su puerta en tiempo récord, cuando tocó el timbre se sintió intranquilo, sin saber qué esperar. Su corazón se saltó un latido al ver el estado en el que se encontraba.
—¿Qué…? —Tartamudeó, pero sus palabras murieron en su boca, cuando ella se tiró a sus brazos, sollozando violentamente.
🌊🌊🌊
Horas antes
No podía dormir. Su mente no dejaba de correr a mil por hora, analizando los escenarios que se formaban en su cabeza, llevándola un paso más cerca de la locura. Nunca pensó encontrarse en una situación similar, nunca pensó que llegaría a dudar de cualquier cosa en su vida, pero ahí estaba… al borde del precipicio.
Quitó la manta que la cubría y la asfixiaba al mismo tiempo y se sentó en el sofá, buscando recuperar el aliento. Temía estar al punto de tener un ataque de pánico, aunque no era propensa a ellos.