La sonrisa burlona de Roy desapareció cuando vio insectos en mi cabeza y, antes de que alguien dijera algo para culparme, decidí señalar a la responsable.
—Luz, no creo que el té con insectos sea de mi gusto, debiste detenerme de dárselo al joven Roysher.
—Jo…joven Roysher…nosotras…
—¡¿Qué le dan de comer?!
Entonces, ellas empezaron a rascarse sus cuerpos, mientras que Luz, mi doncella, la autora de humillarme y victimizarse, agarro su cuello como si le faltara aire.
Este de hijo de puta está loco.
¡Qué bien se siente insultarlos en mi mente! Hasta me dan deseos de gritarles, pero debo aguantarme.
Las sirvientas empezaron a suplicar perdón a Roy pero este solo aumentó su dolor, luego me vieron a mí, gritaron por mi ayuda. ¿Por qué deberías ayudarlas? ¿Acaso debería premiarlas por su pésimo servicio?
¿Cómo pueden pedir ayuda cuando le han dado a Marina basura mientras se burlaban? En fin, la hipocresía.
Mientras el loco hacía lo suyo, recordé que tenía una manzana que me robé de la cocina. ¡Deliciosa!
—¡Oye tu!
—¿Yo? —me señaló mientras sostenía mi manzana mordida.
—¡¿Qué demonios pasa contigo?! —Loco bastardo, solo seguí comiendo mi manzana— ¡¿Hay alguien?!
Inmediatamente entró el mayordomo junto a otros sirvientes. La escena los aterrorizo: cuatro sirvientas siendo torturadas por su joven amo, mientras la loca huérfana disfruta de una manzana deliciosa.
¡Es que en serio está rica! Puedo vivir para siempre si solo como frutas. A menos esta maldita mansión cosecha buenas frutas. Me llevaré algunas cuando salga a buscar a mi salvación.
—¡Encierren a estas perras por insultar a su ama!
—Sí, joven Roysher.
Tal vez debería averiguar cómo hacen tan deliciosas estas frutas, en algún momento tendré que quedarme quieta en un hogar, puedo empezar a cosechar estas frutas, venderlas y comerlas.
De pronto sentí un leve mareo.
—¿Estás bien? Debería llamar a un doctor —puso su mano en mi frente.
—¿Ya terminaste? —aparte su repugnante mano de mi frente.
Si toca mi manzana la tiraré y será algo muy triste porque enserio esta deliciosa.
—¿Por qué demonios no dijiste nada? ¿Desde cuándo te han estado alimentando así?
—Desde que me sacaron del sótano, pero ya antes lo habían hecho —seguí comiendo mi manzana.
—¿Por qué carajos no dijiste nada, estúpida?
Me dan ganas de darle un puñete, este cuerpo debe tener fuerza si ha estado comiendo frutas deliciosas y sopa de verduras.
—¿No fuiste tú quien lo ordenó?
—¿De qué demonios hablas?
—Creí que fuiste tú, si no diste la orden debió ser mi hermano mayor, o tal vez la duquesa o el mismo duque. Así que ¿Por qué debería haber dicho algo?
—¡¿Crees que te daríamos comida podrida?! —sí, sí lo creo.
—De pronto me siento mal, te puedes ir por favor —maldito loco bastardo.
Quiero tirarle ácido en la cara. Mejor dejó una carta con todos los insultos a cada miembro de esta maldita familia. Sí, eso haré. Luego gritaré en el campo de flores todos los insultos.
—Perra loca, ¡haz lo que quieras! —cerro bruscamente la puerta.
¡Idiota!
No me sorprende este trato, Roy será un mago pero también sabe como torturar psicológicamente: dar esperanza brevemente y luego quitarla. No me sorprende, es el mismo imbécil que usó su magia para provocar quemaduras en ciertas partes del cuerpo de Marina, incluso la humilló en las reuniones sociales.
Por suerte el resto del día estuvo tranquilo.
Estaba por dormirme y empecé a quitarme el vestido. Sabía que en la espalda tenía como tres quemaduras, por lo menos no hay nada en mi abdomen perfecto. ¿Cómo Marina pudo ser tan hermosa y tener un destino tan cruel? La maldita nobleza.
Justo cuando iba a soltar el vestido, un sirviente entró ¡sin tocar la puerta!
—Señorita Mari… —él se quedó paralizado al ver mi espalda desnuda y mis brazos cubriendo mi pecho.
¿Por qué no aprovechar esta situación? Tengo las de ganar
–¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh! –grite como damisela en peligro.
Inmediatamente llegaron el mayordomo, la jefa de sirvientas, un caballero y el otro bastardo, pero peliblanco, que tampoco quería ver: Einsher Vansher, el heredero del duque y quien siempre miró mis torturas y me recordó que solo soy una huérfana mendiga. Al ver mi situación volteo la mirada, después de mirarme como diez segundos.
Si, lo sé, soy hermosa a pesar de sus putos maltratos.
¡De verdad necesito insultar en voz alta! Si me siento bien de solo pensarlo.
—¿Qué demonios pasa aquí? —pregunto el muy estúpido.
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Editado: 25.08.2022