Martha es la jefa de sirvientas en el ducado, de ella puedo decir, por la novela, que siempre ha sido leal a la duquesa pero también le tiene un gran cariño, como si fueran amigas.
Por eso no la quiero cerca de mí, pero ella estaba insistiendo en ayudarme. Yo no quiero, puedo vestirme sola sin sentir algún dolor en ninguna parte de mi cuerpo.
—Me siento incomoda si ves las quemaduras del joven Roysher, algunas todavía me duelen —ella es alguien que hizo la vista gorda en el sufrimiento de Marina—. Además… ¿quién sabe lo que me harás? —creí ver vergüenza en sus ojos, pero lo negué—. Lárgate o iré desnuda a ver al duque —ella se asustó ante mi amenaza, pero seguía sin moverse.
Con que no quieres hacerme caso.
—De acuerdo, vamos a ver a mi padre.
Me quite el resto del vestido quedando completamente desnuda ante Martha, quien miro las quemaduras de su joven amo y las cicatrices de una infancia cruel fuera de esta mansión. Camine hacia la puerta para abrirla, hasta que…
—¡Espere señorita! —Ella me detuvo—. Esta sirvienta es tan vieja que no logro escucharla bien, me retirare ahora —por fin se fue.
Me puse tranquilamente un simple vestido, como una elegante plebeya. Termine justo a tiempo porque tocaron la puerta.
Captaron el mensaje de mi escándalo.
—Señorita, es el mayordomo.
Él me guió hacia el duque. De camino, fui observada por los empleados, era lógico, visto como plebeya e hice que sacaran a rastras a cinco empleados. Les di una mirada de manera que entendieran “Tú sigues” y parece que lo captaron.
Al llegar a la oficina del duque, el mayordomo tocó la puerta anunciando mi llegada, escuché: “Hazla pasar”. Al ingresar me di cuenta que el duque, Yamil Vansher, no estaba solo, también estaba la duquesa: Cecilia Vansher, parada junto a su esposo quien revisaba unos papeles en su escritorio. El mayordomo camino hasta estar a un extremo de la oficina.
—¿Me llamo duque? Y… —cálmate, me dije en mis pensamientos— saludo a la duquesa Vansher.
—Escuche que hubo dos conmociones en tu cuarto ¿Qué sucedió? —aunque el duque tuviera el cabello blanco, no lo hace ver viejo. Tal vez sea por su penetrante mirada azul.
—¿Qué problemas causaste esta vez sinvergüenza? —los ojos verdes de la duquesa irradiaban ira. Además, su cabello castaño recogido mostraba todo su rostro furioso.
—Les aseguro que yo no cause algún problema. Simplemente desayunaba tranquila hasta que el joven Roysher tiro mi té y torturó a cuatro sirvientas…
—Espera —me interrumpió la duquesa— ¿por qué había cuatro sirvientas en tu habitación?
—Una era Luz, las otras tres fueron invitadas por ella —la duquesa no dijo nada más, parecía que esa situación no era de su agrado—. Y… durante la noche, —continúe mi explicación— me cambié para dormir cuando de repente entró un sirviente… y me vio semidesnuda y grite por el susto…
—¡¿Te vieron desnuda?! —semidesnuda, duque sordo— ¡¿Qué acaso no toco la puerta?!
—Simplemente, él ingresó a mi cuarto para avisarme que usted me llamaba —antes de que el duque dijera algo más, habló la duquesa.
—¿Por qué mi hijo torturó a las sirvientas? él es alguien incapaz de eso —crédula mujer.
—Le disgustó lo que me sirvieron y más cuando se enteró que comía lo mismo desde que me sacaron del sótano.
—¿Qué te sirvieron?
Momento de lucirse. Dicen que la culpa siempre funciona, pero con esta gente hay que golpearle en otro lugar: en el dinero.
—Era un té con insectos, otro día fue pan mohoso más, antes fue una sopa no se que era porque el color y sabor eran raros y fuertemente desagradables —antes de que pudieran decir algo más los interrumpí—. Sé que debí decirle al joven Roysher que la comida era mi penitencia —me arrodille—. ¡Perdónenme duque y duquesa! —coloque mi cabeza en el suelo.
Ya había hecho esto antes para sobrevivir a los golpes de mi familia, pero si lo hago ahora puede que reduzca las oportunidades de hacerlo más.
—¿De qué estás hablando? —preguntó la duquesa.
—¿Crees que te daríamos comida podrida? —preguntó enfadado el duque.
Obvio que lo creo.
—¿No era un castigo? Creí que también lo era por robarme la fruta y verdura de la cocina.
—¿Así que eras tú? —Me dijo el duque— Pero ¿Por qué robaste la comida como si fueras una ladrona?
—Me sentía muy débil porque comía lo mismo cada día desde que salí del sótano —actué nerviosa en cada momento— ¡En verdad lo siento, me moría de hambre, tenía mucha hambre, perdónenme! —de nuevo apoyé mi cabeza al suelo.
Marina pasó hambre en esta enorme mansión del único duque del Imperio Ekel. Cuanta ironía. La sumisión que les doy y daré estará disfrazando mi atrevimiento que me dará paso a escapar.
Así que no me busquen cuando me vaya.
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Editado: 25.08.2022