Mª Elena Obregón Quintana
y Pedro García Carmona
A orillas del Virú
Dedicado a Doña Emperatriz Quintana Viuda de Obregón al cumplir 90 años.
LIBRO DE DEDICATORIAS
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ENTREVISTA A LOS AUTORES
Para poder ponerse en contacto con los autores facilitamos su dirección:
María Elena y Pedro García Obregón
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ÍNDICE
LIBRO I
Parte A
Así comenzó nuestra Aldea
Un día de dolor
Construcción del nuevo Templo
Tragedia en la aldea
La Vida Continúa
+Ciudad de Trujillo, enero 2008
Parte B
Caravana comercial a la Sierra
Caravana comercial en Cajamarca
Incursión en Chan-Chan
Nos enfrentamos a los soldados
Los soldados en nuestra Aldea
Los soldados del Inca en Chan – Chan
+Día martes en Trujillo, enero 2008
LIBRO II
Parte A
Una antigua aventura
Vuelta de Ankalli
+Día miércoles-mañana en Trujillo, enero 2008
Parte B
Acogida a una familia de huidos
Integración en la Aldea
Una nueva vida
Nuevos peligros
Añoranza de una abuela
De vuelta a la Aldea
Un secreto
+Día miércoles en Trujillo, enero 2008
LIBRO III
Parte A
Los soldados del Inca
Siguiendo a nuestras hermanas
Nos dirigimos a las montañas
Nos adentramos por la sierra
Llegada a la ciudad del Cusco
Los libertadores en el Cusco, 1512
Regreso a la Aldea
+Día jueves en Trujillo, enero 2008
Parte B
Juicio por una pelea
Un extraño en la playa
Diego en la Aldea del Río, 1532
Vuelta de Paku: D. Francisco del Virú, 1551
+Día viernes en Trujillo, enero 2008
EPÍLOGO
Día sábado, domingo y lunes en Trujillo, enero 2008
LIBRO TERCERO
Parte A
Camino al Cusco, 1511. Los soldados del Inca.
Kori (Mujer de gran sensatez): narradora.
Donde se hace relación de los acontecimientos sucedidos en la Aldea, y el secuestro de tres jóvenes.
Aquella mañana desperté con un humor raro. Por la noche había sentido un dolor intenso cerca del ombligo, no me dejó dormir bien, tal vez se me acercaba la Kamachina, mi madre me había hablado de ese momento, cuando abandonaría el mundo de las niñas para entrar en el de las mujeres ¿Sería ese el motivo?. Yo necesitaba correr y gritar, una punzada de desasosiego me mantenía nerviosa, con una tensión extraña.
Nuestra casa, con el suelo repisado de tierra, era bastante grande. Varias estancias rodeando un gran patio: el taller de la alfarería con el horno y los estantes atiborrados de vasijas, la habitación de mis padres y las de los hijos. En la estancia de mi madre ya se empezaban a oír ruidos, aunque el silencio era total en la casa. Cuando, aun adormilada, apenas estaba encendiendo el horno, me saludó mi madre, saliendo al patio:
—¿Qué te pasa, Kori?, ya estás trabajando.
—Si, esta mañana me iré con las demás a por arcilla —le explique excitada.
Mi madre me miró entre sorprendida e intrigada
—A qué tantas prisas, si tenemos suficiente.
—Si, pero necesito respirar un poco, no sé la razón, estoy muy intranquila.
—Bueno, hija, hazlo si quieres.
Salí de la casa, las calles estaban desiertas aunque ya empezaban a despertarse el rumor propio de los talleres. Varios perros me acompañaban, me encaminé a casa de mi amiga Ururi (lucero de la mañana) y al entrar en su patio me recibió el alboroto de los pájaros dando la bienvenida al nuevo día, yo seguía nerviosa, extraña. Cuando se levantó Ururi nos fuimos en busca de las demás niñas y nos pusimos en camino hacia la cascada de los Guacamayos. Todo estaba en calma, el viento apenas removía las hojas de los árboles, en ellos piaban los pájaros multicolores.