Narrado por Sebastián
Termino de arropar a mi bebé sin dejar de sentirme feliz de haber tomado la decisión de que ahora sea mía, mi nena bonita, mi chiquita. La que me acaba de vomitar mientras la tenía en brazos.
Todo este trabajo me viene resultando muy complejo, principalmente porque tengo todas las de ganar en lo que implica la paternidad según Lorna, mi ex, quien está aquí conmigo.
Esperándome en la cocina.
Cuando se queda dormida, me quito la camisa y me lavo el hombro que me ha quedado un poco sucio. No me genera asco en absoluto. Llevo la camisa hasta el lavadero y luego voy hasta la cocina, viendo a Lorna con su computadora y un café a su derecha.
En cuanto me ve llegar, me sonríe.
—Sebas—me dice y se pone de pie, pero la detengo.
—Deja, no quiero interrumpirte, ya me encargo yo del café.
—¿Se durmió?
—Eso creo.
Me voy a mi celular y observo la cámara con sonido. Le hago zoom y quiero corroborar si respira, me empiezo a preocupar hasta que noto su pechito que sube y baja.
—Creo que tendría que haberle puesto una almohada en la parte de los barrotes de la cuna—digo, preocupado ahora con la taza en mano.
—Descuida, te aseguro que no se va a deslizar entre los barrotes.
—Pero se le puede quedar atorado un dedito.
—Algo me dice que eso no pasa.
—O un brazo.
—Tranquilo, déjala descansar, no es bueno que le interrumpas el sueño, está recién nacida.
—Cielos, Lorna—. Me acomodo delante de ella y me toma una mano—. Gracias en serio por quedarte estos días, son muy importantes, siento que no podría hacerlo solo.
—Descuida, hoy existen muchas maneras de poder llevar esta situación. Nació antes de tiempo, pero está perfecta y no hay nada mejor para un bebé que estar con el amor de su familia para crecer fuerte.
—Mañana la llevaré a control.
—No. La semana próxima, no debes sacarla de la casa aún, es muy chiquita.
—¿Y si algo le pasa y no lo vemos? Cielos, vomitó la leche.
—Como todos los bebés. Su aparato digestivo se está acostumbrando a percibir alimento por sí mismo.
—Imagina…—me siento en una banqueta a su lado, contra el desayunador donde ella se encuentra—estar nueves meses respirando agua y comiendo por el ombligo con todo oscurito y calentito cuando de pronto te toca en un momento salir, encontrarte el sol, un montón de rostros extraños, respirar aire y tomar leche. Cielo santo.
—Por eso existen muchas teorías psicoanalíticas del tema de la formación del psiquismo en esa etapa y demás.
—Quiero leerlas.
—Mmm, algunas más delirantes que otras. Muchas no pasan ninguna prueba de cientificismo.
—Oye, yo fui una psicoanalista hace años. Fue bueno el trabajo, siento que hubo muchas cosas que pude frenar y empezar con otras.
—Bien, no digo que todas las líneas de pensamiento sean iguales. Mientras algo se ajuste más a la ciencia, tendrá de mejor modo mi bendición.
—Por eso tengo tu ayuda de experta con la crianza. Pascal da cuenta de ello. Es un niño maravilloso y estoy seguro de que Dana también.
—Sí… Por cierto…
Deja de lado su computadora y su taza y me toma de ambas manos. Lorna me habla, mirándome a los ojos:
—Sebas, he visto que Pascal está muy feliz de tenerme en tu casa. Pero sigue siendo tu casa. Y te ayudaré con la bebé desde cerca todo lo que sea posible.
—Y estoy muy contento de tenerte.
—Pero estaba pensando en que quizá deberíamos revocar el proceso de divorcio, ¿no crees?
Me pone tenso escucharla, considerar las opciones y el rumbo que de pronto ha comenzado a tomar esta conversación.
Ella no me suelta las manos, pero nota también mi tensión.
—Iniciamos eso hace años cuando veíamos que no funcionaba—le digo a Lorna—. Pero no me diste el divorcio.
—Creo que no hacía falta y lo sabes.
—Lorna, por favor.
—Piénsalo, Sebastián. Podemos intentarlo. Pascal me necesita, Dana me necesita y sé que tu también me necesitas. No sigamos con ese trámite, o al menos lo intentemos por una vez. ¿Quieres? Somos personas diferentes respecto de aquellos jóvenes inexpertos que intentaron iniciar alguna vez, yo creo que realmente nos espera algo muy lindo si tan solo nos animamos a dar el paso.