—¿Qué? ¿Por qué?
Jaeger continúa mostrándose tranquilo, mientras que yo no puedo con la preocupación. Esas cuatro palabras no pueden significar más que problemas.
Mis padres no dicen absolutamente nada, solo se llevan a Jaeger en dirección a las salas de interrogatorios.
Tengo la intención de seguirlos, pero antes de que dé siquiera un paso, Álvaro me toma de la muñeca, deteniéndome.
—No creo que a tus padres les agrade verte en el interrogatorio.
—No me importa.
Sacudo mi mano para aflojar su agarre y poder soltarme.
Me abro camino entre los policías hasta la sala de interrogatorios. Nadie me detiene ni me dice nada, ya he estado presente en algunos, con o sin mi papá de por medio, así que no les extraña verme; y nadie ha dado la orden para que no me dejen pasar.
Abro la puerta de metal para pasar a una habitación oscura. En la pared hay una puerta de madera, seguida por un ventanal de cristal. El oficial Tremblay y la oficial Boucher están de este lado, mientras que mi papá interroga a Jaeger.
—Oficiales —saludo, cerrando la puerta tras de mí.
—Leisha —corresponde la oficial Boucher—, oímos que estabas en la escena del crimen, es una lástima que tu primer campamento haya terminado así.
—¿Tú no estabas en la entrada con el chico? —Asiento con la cabeza—. ¿Qué relación tienes con él?
—Es mi novio —respondo, lista para que me eche de aquí.
No obstante, esa frase nunca llega, se limita a asentir con la cabeza y volver la vista al frente, terminando así con nuestro corto intercambio de palabras.
Los tres nos concentramos en el interrogatorio, el cual no tiene sentido a mi parecer, no cuando habían dicho que fue obra de los lobos. Aunque para ese momento solo había un cuerpo en vez de dos.
—¿Estoy detenido? ¿Necesito un abogado?
—Puedes pedir un abogado si eso te hace más cómodo el hablar, pero no, no estás detenido.
Distingo a Jaeger asentir con la cabeza, su semblante es sereno, y pareciera que hizo la pregunta solo por cuestiones de formalidad en vez de preocupación. Lo cual es un alivio, porque significa que no tiene nada que encubrir.
—¿Conoces a esta mujer?
—Sí, su nombre es Aimée Duval —no duda en responder—, fue la jueza que le otorgó la libertar a mi padre hace algunos años cuando se vio envuelto en problemas legales.
—Además de eso, ¿tenía alguna conexión con tu padre?
—¿Mi padre? ¿Qué tiene que ver él aquí?
—Jaeger... el cuerpo de tu padre fue encontrado un kilómetro al norte.
—¿Qué?
Se detiene en seco. Jaeger no es muy expresivo, al parecer ni cuando de su familia se trata, pero es claro que la noticia no le pasa desapercibida. Su rostro se desencaja levemente y tarda en encontrar las palabras para contestar la pregunta que le hizo papá.
—Eran amantes —dice finalmente—. La última vez que vi a esa mujer estaba embarazada, decía que era de mi padre, pero él no se hizo cargo. Desde entonces no he sabido nada de ella... hasta ahora.
—¿Crees que sea suficiente para explicar la desnudez de ambos? —le pregunta Boucher a Tremblay.
—Podría, pero no creo que eso sea todo —niega—. Qué estaban haciendo a mitad de la ciudad y del pueblo.
—Asier Leclercq tenía un hijo en casa, no podía llevar ahí a su amante.
—¿Tú tomarías un vuelo solo para ver a tu amante y montártelo en su coche o a la intemperie? Porque no tiene sentido que se hayan vuelto comida para lobos si estaban en el auto.
—¿Tomar un vuelo? —me meto en la conversación al no entender de qué están hablando.
—Su identificación decía que era residente de París —explica Tremblay.
Mi ceño se frunce en señal de confusión. Tendría que estar demasiado obsesionada con el papá de Jaeger como para venir desde Francia, claro, a menos que se encontrara aquí por cuestiones de negocios y solo quisiera aprovechar la oportunidad.
—¿No estaba atendiendo nada aquí? —cuestiono—. No sé, que fuera contratada para algún caso en particular. A lo que Jaeger me ha contado ellos ya vivían aquí en Closwell cuando su papá recibió la demanda.
—Podría ser, pero eso solo nos complicaría más la investigación —considera—. El simple hecho de que sea francesa ya es un problema.
Papá y Jaeger no duran mucho más en la sala de interrogatorios.
En cuanto tengo a Jaeger delante de mí lo envuelvo en un abrazo, que espero lo haga sentir mejor, porque a pesar de que no tenían la mejor relación del mundo no ha de ser sencillo perder a tu padre, menos aun cuando no tienes a nadie más.
Al separarnos, de manera silenciosa papá nos invita a seguirlo. Ambos caminamos tras de él, y en ningún momento suelto la mano de Jaeger, quiero que sepa que estoy con él aun en los momentos difíciles.
No pasa mucho cuando me percato de que vamos en dirección a la sala de autopsias, justo donde trabaja mamá.
Ingresamos en la habitación blanca, hay tres mesas de trabajo metálicas, dos de ellas ocupadas, una por Aimée Duval y otra por Asier Leclercq.
Ambos cuerpos están tapados con una sábana blanca.
Mamá destapa el rostro de Asier, o eso supongo, porque está irreconocible, completamente deformado por las mordidas de los lobos.
—Lamento mucho tu pérdida, Jaeger —dice mamá, aunque su mirada está fija en nuestras manos unidas.
Así es mamá, tengo novio y no lo sabías porque no tienes tiempo más que para el trabajo.
Siento como la mano de Jaeger aprieta la mía.
—Es él, es papá.
Es la primera vez que lo escucho referirse a él como su papá en vez de utilizar la palabra padre, la cual remarca lo fría que era su relación. Pienso que se trata del momento, y que ni siquiera se ha percatado de lo que ha dicho.