A un paso del cielo

Un padre que vale oro

El sol comenzaba a esconderse detrás del horizonte cuando el padre de ambas llegó a casa después de un largo día de trabajo.

Aunque sus ojos mostraban el cansancio de la rutina, su rostro se iluminó al ver a sus hijas sentadas, rodeadas de libros.

— ¡Hola, mis pequeñas! —dijo con una sonrisa, dejando caer su maletín al suelo.

— ¿Qué están leyendo hoy?

Noemí levantó la vista con entusiasmo.

— ¡Estamos explorando mundos mágicos! Ana encontró un libro sobre dragones y castillos.

Ana sonrió tímidamente. —¡Es un libro fascinante!

Su padre se acercó y se sentó en la silla junto a ellas.

— ¿Puedo unirme? Sus hijas se rieron y le pasaron el libro.

Noemí se acurrucó contra su padre mientras él leía en voz alta las primeras líneas del libro. Ana se acomodó al lado de ellos.

Y así, se sumergieron en un mundo imaginario donde las historias cobraban vida.

Después de terminar la lectura, decidieron hacer otra cosa.

— ¿Papá y si cantamos? —dijo Noemí.

Ana no se detuvo y comenzó a cantar suavemente una melodía, mientras su padre se unía con acordes sencillos que había aprendido hace años en su guitarra olvidada. La música llenó la habitación.




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