Aberrantes

Capítulo 18 - Subestímame, eso sería divertido

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Todos en la habitación intercambiaron miradas llenas de pavor. Si atacaba varios lugares a la vez no podía haber una solución buena. Uno iba a derrumbarse, estaban contrarreloj. No sabían cuando iba a suceder, pero estaban seguros de que esto iba a suceder de alguna manera.

—Entonces atacará varios sitios a la vez —afirmó Cooper—. debemos separarnos.

—Eso me suena a manada, Caballito —interrumpió Lissa y con su dedo índice señaló el enorme vendaje que cubría su torso desnudo—. Necesitas recuperación.

—No, eso no es verdad —Cooper posó una mano encima de la marca rojiza para cubrir su sangre—, yo llevo más tiempo en este equipo y Jeff no va a hacer…

—Lissa tiene razón —interrumpió Jeff y Lissa le sonrió a Cooper con aires de superioridad—, aún debes recuperarte.

Jeff se levantó de su asiento y se acercó a una de las mesas repletas de artefactos plateados. Tomó una lata de laca y comenzó a esparcirla por su cabellera. Parecía magia como su cabello color cobre se tornaba dorado, aproximadamente plateado.

—Pero eso no es justo —protestó Cooper acercándose a Jeff a grandes zancadas. Observaba cómo el hombre de cabello rubio se colocaba lentillas en los ojos color verde cubriendo el gris que poseía realmente—, ella es una chica que acaba de llegar, yo estuve contigo por años.

—Y agradezco tus años de servicio —respondió Jeff parpadeando repetidas veces—, pero debes descansar y lo sabes. Somos humanos aún —Colocó una mano encima de Cooper tratando de brindarle apoyo. Cooper abrió la boca para decir algo, sin embargo, la cerró al notar la piedad en los ojos de su amigo.

—De acuerdo —aceptó. Pero solo esta vez.

Jeff asintió y se acercó a Lissa junto con Jay.

—Lissa irá al ayuntamiento, es el lugar más alejado a nosotros por lo tanto agradecería que fueras en forma de rayo, además de que lograrás burlar a los guardias —ordenó Jeff sin apartar la mirada dura de Lissa.

—Que aburrido es hacer todo tan sencillo —Lissa formó un puchero en sus labios.

—Tienes que hacerlo, vamos a salvar al gobernador —su mirada dura continuaba escudriñando a Lissa. Ella asintió colocando los ojos en blanco Incluso con salpicadas de sangre cubriendo su rostro, el níveo de su piel seguía siendo majestuoso—. De acuerdo, ahora yo iré a la estación de policías, es cerca y quizás me presten atención al identificarme. Ustedes dos se quedarán aquí.

Jeff señaló a Jay y a Cooper.

Cooper se limitó a fruncir el ceño mientras que Jay lo aceptaba con total derrota. No podía negarle una orden a su hermano. Él siempre sabía lo que hacía.

—Sigo diciendo que puedo ser de ayuda —habló Cooper cruzándose de brazos—, además, irás a la estación de policías. Lugar donde está…

—Puedo estar solo —Jeff se despojó de su camiseta revelando que debajo de esta había incluso una más ajustado color negro. Las mangas eran cortas para darle más agilidad y se podían distinguir las marcas de sudor goteando por encima de sus músculos—, tú eres débil con las chicas.

—Soy testigo de eso —Lissa alzó su mano con total diversión.

—Jay, cuídalo —ordenó Jeff observando a su hermano mayor—, volveremos dentro de poco, quizás al amanecer. Vamos Lissa.

Lissa giró para sonreírle a Cooper, una sonrisa llena de satisfacción y superioridad. Ambos se alejaron del grupo para entrar al elevador.

—¿Cómo puedo aceptar ayuda de ella, pero no puede aceptar mi ayuda? —Preguntó Cooper tomando asiento en su camilla.

—Los viejos hábitos se arraigan.

Jay liberó una risa al recordar como antes Jeff dejaba a sus amigos con tal de poder jugar con Lissa. Los tiempos cuando todo era sencillo y la única preocupación era que su hermano no dejara embarazada a ninguna chica, o modelo.

 

 

El alcalde Kenton George abrió la puerta de la oficina mientras reía sin parar con una secretaria que Lissa no lograba alcanzar a ver. El hombre se adentraba sin parar de murmurarle hasta que cerró la puerta lentamente sin perder el contacto visual.

—Después hablamos, querida —respondió el alcalde Kenton George con una sonrisa revelando sus dientes blancos—, hay mucho papeleo que hacer.

Cerró la puerta mientras giraba para ver su escritorio.

La silla de piel negra estaba siendo ocupada por una chica de cabello azul y traje celeste. Kenton George se aferró al pobo de la puerta esperando a que la chica dijera algo, que lograra su cometido. Por algo se encontraba en su asiento. Pero lo que más le consternaba al hombre era la manera de sentir de la joven.

Sentada leyendo una de las carpetas mientras ambas piernas reposaban encima de su escritorio de madera blanca. Encima de la mesa se hallaban diversas carpetas amarillas esparcidas sin ningún orden, cosa que el alcalde Kenton George jamás habría hecho.



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En el texto hay: poderes, peleas, aberrantes

Editado: 24.09.2018

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