About Angela

3: Starlight

“I’ll never let you go”

Parecía el programa de Enamorándonos, quienes no lo conozcan tiene una suerte más grande que un titán, y no lo busquen porque no vale la pena. Susie queriendo juntarnos, y nosotros dos en estado crítico de aceleración cardiaca.

Nadie decía nada mientras estábamos sentados en el sillón de mi sala, y esa era la única razón por la que no salía corriendo, que era mi casa.

Hasta que rompí el silencio, después de formular algo que fuera más o menos decente, o menos patético en caso de ser rechazado. Así que me armé de valor y hablé.

-Pues… - tosí. - …la verdad es que ella sí me atrae mucho, y quiero conocerla, salir más con ella y ver qué pasa.

Callado todo de nuevo. Ni Susie ni Angela decía algo, sólo miraban la alfombra. Lo cual me hacía suponer que estaba arruinado todo.

Susie volteó a ver a Angela, estaba sonrojada, ella seguía viendo la alfombra, sin decir nada ni respirar. Había mucha tensión, y yo me sentía más incómodo que una ardilla en mis pantalones, o más incómodo que ver The Hangover con tus padres en el cine.

-Angela, di algo – le decía Susie.

No sabía si era buena idea meter presión, pero ya me había obligado a decirlo a mí primero así que lo justo sería que la obligara a responderme. Aunque se sentía mal igual.

-Me da pena – respondió Angela.

Eso podría tomarse de dos maneras: Le da pena decir algo porque siente lo mismo, o le da pena batearme después de verme en la obligación de confesar mis sentimientos por PRIMERA VEZ frente a ella. No pude meditar tampoco si lo que sentía era sólo atracción por el hecho de que acababa de conocerla o que en realidad no me gustaba. No, ahora me gustaba porque sí, porque no tenía otra opción.

-Puedes rechazarme, total ya he sido avergonzado de todas formas – dije para alivianar el ambiente.

Se río un poco, no porque le diera risa sino porque estaba nerviosa.

El tema quedó en el aire. Hablamos de otras cosas para por fin romper la maldita tensión. Reímos y reímos de estupideces.

Viene a mi memoria que en ese entonces trabajaba con un tío mío cuidando un letrero. Era el trabajo más fácil de todo el mundo, sólo tenía que subirme en su auto y cuidar que nadie se llevara un letrero que estaba en medio del camellón de la calle (el camellón es ese camino de banqueta que hay en medio de las calles grandes). En fin, el punto es que estaba ahí como por cuatro horas y me pagaban por ello, los fines de semana.

Ese mismo día le había dicho a Susie y a Angela si querían venir conmigo a hacerme compañía ahí por al menos dos horas, para no morir de aburrimiento y sucumbir ante mis pensamientos de teorías pendejas sobre que la vida me odia.

Entonces para mí sería bastante incómodo ahora que ella estuviera ahí en el auto, conmigo, pero no podía decirle: “Oye, ya no quiero que vengas porque sé que quieres rechazarme, pero no sabes cómo, así que por el bien de los dos, no vengas, gracias”.

Salimos de mi casa y cruzamos la calle para llegar a la casa de Susie.

Entró unos minutos, y Angela y yo nos quedamos afuera a esperarla.

Miraba la calle, miraba el suelo, miraba a todas partes menos a ella porque no quería incomodarla. Pero a veces me sorprende lo imprudente que puedo llegar a ser, porque la presioné también para terminar de una buena vez con este tema estúpido.

-Oye, no pasa nada si quieres batearme, puedes decírmelo sin cuidado – le dije lo más delicado que pude.

Ella río un poco.

-Es que no quiero decirte que no – respondió.

Fruncí el ceño un poco, y me inundaron bastantes dudas, así que afronté la otra opción.

-Entonces ¿quieres decirme que sí?

Volteó hacia el suelo lo más sonrojada que podía verse.

-Sí, pero tampoco quería decirlo.

Algo creció dentro de mí ese día. Era como una luz o algo, que creció por bastante tiempo. Pero ahí fue donde comenzó y donde sentí algo que jamás llegué a sentir antes, ni después.

Mi reacción fue acercarme a ella y abrazarla, abrazarla fuerte. Con eso podía decir muchas cosas, sin decir nada. Lo único que podía decir era “no te dejaré ir, sólo quiero sostenerte en mis brazos”.

Ella me abrazó también, y todas las piezas rotas se unieron. Todo el mundo se fue al carajo y sólo éramos nosotros dos.

-¿Qué pasó aquí? – dijo alguien.

Volteamos, vimos a Susie parada y nos soltamos.

La explicación no fue tan larga, y pues sí, se molestó. Hasta que hizo prometernos que no nos haríamos daño y que nos cuidaríamos.

Era una promesa en serio, era en serio.

A ella le gustaba mucho Muse, y yo sólo conocía Starlight, la recuerdo cuando dice: “Nunca te dejaré ir”. Porque, a pesar de que eso fue lo que hice, era una promesa que había hecho con el corazón. Y es triste que las circunstancias hayan sido para que tuviera que romperla. Igual que mi alma.



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En el texto hay: jovenes, canciones, pareja

Editado: 22.05.2019

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