About Angela

5: I can wait forever

“Another day without you with me, it’s like a blade cuts right through me”

Estaba en el primer año de la universidad, como a la mitad, y tenía que hacer cosas para poder fomentar mis gastos, tales como transporte, comida y placeres. No tenía trabajo, y honestamente me daba pereza encontrar alguno porque todavía no les agarraba el ritmo a las clases, y lo que menos quería era descuidar los estudios. Ya había perdido demasiado tiempo reprobando en la preparatoria como para llegar y cagarla de igual manera en la carrera universitaria.

Así que se me ocurrió la brillante idea (mentira, no era mía, se la robé a una ex compañera de la preparatoria) de preparar unas bolitas de pastel para venderlas en la universidad.

Soy un torpe para cocinar, pero esas cosas eran muy sencillas de hacer, cualquier tarado podía hacerlo. Digo, si yo pude, todos pueden.

Al principio se vendían bien, pero después de unas semanas ya nadie me compraba y me quedaba con mucho producto, y gastaba dinero sin recuperar nada.

El punto de todo esto no es que veas que soy un empresario fracasado, bueno, en parte sí y por eso soy mejor un pseudo escritor, pero también porque a Angela le encantaban esas bolitas de pastel que hacía. Siempre que me quedaba alguna (o sea, siempre) le regalaba.

Cabe resaltar que, para este punto de la historia, ella y yo nos veíamos literalmente todos los días. Ya no eran citas en sí, ahora era salir a hacer compras, a caminar por ahí, a mi casa, a la suya; en general, si yo tenía cosas que hacer y podía acompañarme, lo hacía, y viceversa. Éramos como uña y mugre. Lo curioso es que nunca nos llegamos a aburrir de vernos tan seguido. Hasta se nos hacía extraño no vernos por uno o dos días.

En esta parte ya teníamos tres semanas saliendo.

Para ser franco, para mí el tiempo que deben durar las personas “saliendo” antes de comenzar una relación amorosa es muy relativo. ¿Qué quiero decir? Que puede tanto durar unas semanas o incluso unos días, como puede durar meses o hasta años. No tengo un tiempo límite a respetar para considerar que ya es factible comenzar algo más que sólo salir sin tener un nombre. Cuando le pones nombre ya significa algo más, pero eso es otro cuento del que no voy a profundizar ahora.

Yo pensaba que ya podía ser tiempo de comenzar a ser novios, y quería pedírselo de una manera especial. No tan especial como pintar una manta y pedirles a dos amigos míos que la sostuvieran frente a muchas personas mientras yo llegaba con ella tapándole los ojos y armar un alboroto para el público. Eso es querer presumir que tienes una novia en vez de hacer el momento más privado y único para ambos, al menos en mi parecer.

Para no hacer tan exagerado el momento, lo que hice fue guardar una bolita de pastel en una bolsita y amarrarla con un listón. Y en el listón puse una pequeña nota que decía la típica pregunta porque mi imaginación no dio para más.

Dato curioso: La nota la escribí con mi máquina de mecanografía; regalo de parte de una tía lejana porque yo amo escribir, por si no lo habían notado, y es demasiado especial porque actualmente no consigues una de esas en ninguna parte.

Guardé la bolita de pastel y me encaminé hacia dónde íbamos a vernos (el parque más grande de mi ciudad).

Llegamos a sentarnos en una banca (que se convirtió en una banca significativa, sabrán por qué más adelante). Conversamos, reímos y bromeamos, hasta que pensé que era el momento perfecto para decirle.

-Tengo algo para ti – le dije.

-¿Qué es? – me preguntó sorprendida.

Saqué la bolita de pastel con la nota y se la di.

La tomó y sonrió bastante amplio.

Me abrazó.

-Gracias – me dijo y me dio un beso en la mejilla.

La abrió y se la empezó a comer.

La miraba, esperando que leyera la notita, o al menos que me preguntara por eso. Pero no me decía nada, y no sabía cómo sentirme al respecto. No sabía si reír o sentirme como un completo estúpido.

Pero le di el beneficio de la duda, al menos hasta que se terminó de comérsela. Porque literalmente todos los segundos que estuvo masticando y tragando, estábamos en silencio.

-Y… - dije.

-Y… - me respondió.

Me reí, no podía hacer nada más. Me reír de mí mismo.

-No leíste la nota.

-Sí la leí.

-Entonces… ¿qué dices?

-¿Tengo que responder ahora?

Me volví a reír, pero era una risa irónica, por lo extraño que sonaba su pregunta. Porque lo más obvio es que cuando preguntas algo tan importante como eso, quieres una respuesta inmediata.

-Pues si quieres respóndeme la otra semana – y sí, era sarcasmo.

Ella se rio, y yo también.

-Es que no sé qué responderte ahora – me dijo.

-¿No te sientes segura todavía? – le pregunté con más seriedad.

Negó con la cabeza.

-No es que no me sienta segura, sólo que quiero esperar un poco más de tiempo para estar completamente segura, al cien por ciento.



#29812 en Otros
#2555 en No ficción
#4444 en Novela contemporánea

En el texto hay: jovenes, canciones, pareja

Editado: 22.05.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.