En la densidad del bosque, Hiroshi persigue a Kazumayo, moviéndose por la preocupación de que el pueblo más próximo se vea involucrado en la batalla frente a un enemigo que por el fruto devorado hace momentos se encuentra sin raciocinio. Si bien, Kazumayo supera con creces el tamaño de un hombre común y fácilmente pudo sacar varias decenas de metros de distancia, Hiroshi ve desde atrás como un vapor sale del cuerpo y como se ralentiza.
De alguna manera el cuerpo va pesando cada vez más hasta que se detiene en el medio del bosque. No hay duda de que el efecto secundario de esa droga con forma de fruta es la causante de los estragos en el cuerpo de Kazumayo, que empieza a adoptar una grotesca transformación cuyo brazo derecho se vuelve delgado y frágil y el izquierdo se hincha con venas visibles así:
—Parece que ese es el efecto secundario de lo que comió. — observa en silencio Hiroshi— Aun así, no parece como si quisiera rendirse. — ve como Kazumayo lo mira y da un paso para confrontarlo de frente.
—Tan solo…espera…voy…voy a…matarte…con mis manos…—dice Kazumayo y muestra sus puños a Hiroshi.
—Si eso hará que no se acerque a donde haya inocentes, mejor. — piensa Hiroshi.
—¿Crees…que me he…olvidado…de mi contrato? — dice Kazumayo, creyendo que Hiroshi le dijo algo.
—¿Huh?
—Eso…eso…pensé… ¡aaaaaaaaaaaaaagggggggghhhhhhhh! — de su cuerpo salen toneladas de vapor color rojo que lentamente lo deshinchan y permiten volver a su forma original. Sin embargo, los estragos de tal efecto se vuelven aún más tétricos ya que de sus ojos sale sangre, las venas de sus extremidades estallan y tanto brazos como piernas se vuelen en un rojo carmesí producto de la sangre que lentamente se va coagulando— Tal parece que no me queda mucho de vida. Cielos, no debí aceptar esa maldita droga defectuosa. Sabía que esos malditos iban a querer deshacerse de mí. — se queja con dolor en su cuerpo.
—¿Droga defectuosa? ¿de qué hablas? ¿Dónde la conseguiste? ¿Dónde las produces? — pregunta Hiroshi, preocupado por lo que está diciendo Kazumayo.
Después de todo, Hiroshi es alguien con una amplia gama de redes de comunicación y espionaje que permite una mayor seguridad en el continente. Eso es su más grande orgullo pero que por cómo están las cosas, hay algo más que ignora o, mejor dicho, nunca ha podido descubrir y son los movimientos que en los últimos meses han sucedido en las narices de los asesinos.
No solo debe desconfiar de los nobles o mercenarios, sino que ahora se suman los fiesmeros y traficantes. Su temor crece con ver los efectos secundarios de la droga que Kazumayo comió para enfrentarlo con excesiva confianza y ventaja.
Las venas se van despedazando dentro de la piel y la carne, cubriendo el interior con un intenso rojo. La muerte lo espera, pero con tal de llevarse al asesino con él, Kazumayo no piensa en nada más que derrotarlo de la forma más brutal posible. Hiroshi, por su parte, pretende buscar más información para tomar acción y evitar que esas drogas lleguen a las calles y en particular a los rechazados por la sociedad. Toma su espada por el mango y la desenvaina de manera elegante sin apartar la mirada sobre su enemigo:
—Quiero saber dónde conseguiste esas drogas. Mejor dicho, ¿Quién te la dio y de donde la obtuvo ese alguien?
—¡Jajaja! ¿aún lo ignoras? Me decepcionas. Eres el antiguo líder y quien dirigía las redes de inteligencia y hay cosas que no sabes. Eso no me lo esperaba. —se burla Kazumayo entre respiros de agonía.
—De ninguna manera. La información abarca todo el continente, es imposible que algo así se esté esparciendo. —dice Hiroshi indignado.
—Tú mismo…lo dijiste…haaaaa.haaaa…—jadea adolorido—Es imposible…si no tienes a alguien infiltrado. — sonríe.
—No…puede ser. — se sorprende Hiroshi.
—Tan limpia no es la orden que tanto defiendes ¿no lo crees? Están podridos hasta la medula y aun así actúan como un faro de luz y esperanza para estos mocosos que desean proteger para que fuera la generación que los reemplace. Me dan asco. No conocen nada del bajo mundo o quizás pretenden ignorarlo porque muchos de ustedes tienen las manos manchadas con sangre inclusive tú.
—¡Cállate, no entiendes nada! — se enfurece Hiroshi.
—¿O qué? ¿crees que digo cosas incoherentes?
De hecho, Hiroshi es consciente de que hay algo más oscuro en Antares, las lealtades ya son cosas del pasado que por intereses efímeros se quiebran. Eso es en parte algo que el asesino conoce porque muchos conocidos se han visto dubitativo a la hora de definirse y finalmente acababan por elegir el bando erróneo. Hiroshi se queda en silencio sin saber que responder porque en verdad Kazumayo sabe más de lo que aparenta y no es solo por trabajo de espionaje y recolección de información durante muchos años:
—Los navíos del Este...—Hiroshi se queda boquiabierto al recordar los extraños movimientos en los últimos meses.
—Para ser más precisos son barcos de transporte de los productos. —añade Kazumayo.
—Creía que eras parte de la orden mercenaria. Ellos no trabajan de esa manera. —sospecha Hiroshi.
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Editado: 23.10.2023