Vorex no se aparta de la entrada, pegado junto a la pared de barro y raíces sobresaliendo de este. Megumi despierta un poco mejor que el día anterior y ve que el chico sigue vigilando celosamente con la mirada puesta en los árboles, arbustos y terreno llano, pero con raíces enormes sobresaliendo:
—¿Estuviste todo este tiempo vigilando? —pregunta la albina mientras se refriega los ojos.
—El silencio del bosque me da muy mala espina. —responde Vorex.
—¿Quieres que yo…? —pregunta ella y justo antes de terminar la frase es interrumpida.
—No, tu solo descansa. Déjame esto a mí.
Luego se escuchan ruidos a unos cincuenta metros de ellos. Quejidos y regaños se escuchan detrás de unos árboles que no permiten ver correctamente lo que hay en el otro lado. Vorex saca su martillo de entre su ropa, se pone en cuclillas y espera en silencio.
Megumi guarda silencio e inclusive se cubre la boca con sus propias manos. Ella amaga como para poder ver quiénes son, pero el encapuchado la detiene y señala el oído para que escuche mejor los sonidos que provienen de allí.
De pronto, se siente una presión tan intensa, tan peligrosa que Vorex reacciona metiéndose hacia dentro de la cueva, toma entre los brazos a Megumi y se cubren por completo con pieles de animal para ocultar su presencia. Eso se le da muy bien a Vorex pero se preocupa de que Megumi no pueda y por ello se esfuerza por cubrirla de muchas maneras mientras esperan a que esa presión se desvanezca.
Vorex señala a la entrada desde el fondo de la cueva y le dice a ella:
—Hay que ser lo más imperceptible que podamos. Espera y escucha bien. No son los que tú crees. Son otras personas, son maldad pura. —exclama en tono bajo.
—¿Qué? ¿a qué te refieres? —pregunta Megumi.
—Hay al menos un grupo de seis personas merodeando en el bosque de las cuales cuatro son muy peligrosas y se siente su sed de sangre. —explica sin siquiera haber tenido contacto con ellos.
—¿Cómo puedas estar tan seguro? Yo no alcanzo a escucharlos ni siento ninguna sed de sangre.
—Intenta controlar tu respiración. Cierra los ojos. Calma tu mente. —aconseja Vorex.
Megumi sigue los consejos de Vorex y en cuanto calma su ansiedad y miedo, una luz que no es la del sol ilumina todo un camino llano que representa lo ubica en frente de la cueva. Sin siquiera abrir los ojos se encuentra con un camino que no conoce ni haberlo visto. Entonces se encuentra con una imagen que se va expandiendo y se va encontrando con animales pequeños y varias figuras de personas de diferentes tamaños:
—Yo…puedo ver…a varias personas.
Megumi escucha con mayor precisión aquellas voces y según el tamaño y tono de voz, no son las que ella podría reconocer en cualquier sitio. Inclusive puede escuchar nítidamente lo que dice uno de ellos, una frase sobre la de asesinar a Doncaster. Debido al impacto de todo lo que ve y oye, comienza a llorar y tocar su boca por el horror y temor.
Vorex la consuela y prometiéndole que va a protegerla como sea ya que desea saber más sobre la amistad se pone de pie y camina rumbo a las afueras de la cueva. La chica intenta decirle que no salga, temiendo por su vida, pero si grita podría exponerlo tanto a él como a ella.
El chico se coloca la capucha, toma de la cintura el martillo y sin voltearse dice:
—Enseguida regreso. Vas a volver con tus amigos, te lo prometo.
—Vorex…—deja escapar con aires de esperanza y levantando ambas manos como si estuviera rezando por su bienestar. —yo…no quiero que se derrame sangre…—murmura mientras intenta ponerse de pie. Se guía torpemente por las paredes del lugar, pero la figura de Vorex desaparece de la vista.
A metros de la entrada, Vorex se oculta detrás de un árbol. El joven vigila a las personas que se van acercando entre ellas hay un enorme hombre sin pelo en la cabeza, otro de cabello largo y bien tonificado y uno más pequeño, pero del que se desprende una sed incalculable de sangre y malicia que perturba a los animales cercanos. Vorex no se equivoca, los tres son muy peligrosos, pero debe enfrentarlos y con ello alejarlos de Megumi para que no la encuentren. Quien sabe que podrían hacerle si la encontrasen:
—Tu, turu, tu. —silba el enorme tipo.
—Brutallio ¿podrías dejar de silbar? —le pide Tyrakus.
—Dios, estoy muy cansado y aburrido de matar lobos y osos. Necesito divertirme para variar. —exclama Riurik sosteniendo sus cuchillas en ambas manos completamente ensangrentadas.
—Salir a recorrer con ustedes es realmente endemoniado. Al menos tengan la decencia de pasar desapercibidos ¿quieren?
—Ya, ya. Eres idéntico a Alexander. Te cuesta divertirte. —dice Brutallio.
—¿Escucharon eso? —se detiene Tyrakus.
—¿Qué cosa? Yo no escucho nada. Demasiado con que estoy casi sordo de un oído. —dice Brutallio.
—Hay algo allí. —señala unos arbustos a casi cincuenta metros.
Tyrakus ordena a Brutallio que se dirija por la derecha y Riurik por la izquierda para encerrar con formación de pinzas a Vorex.
De entre la vegetación sale despedido un martillo que da justo en el rostro de Brutallio, sin embargo y como si fuera algo antinatural detiene el arma con su rostro el cual acaba sangrando, pero con una expresión tan intimidante que Vorex quiere evitar ser visto pero luego de iniciar el ataque no queda de otra que plantar cara.
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Editado: 07.09.2024