La tensión es cruelmente implacable e inmensa. De un lado los peligrosos criminales reclutados por Alexander, listos para cometer cualquier tipo de delito y si es necesario, sin mostrarse culpables bajo ninguna circunstancia y sin preocuparse porque tenga que decirles el joven mercenarios. Por el otro, los asesinos profesionales y profesores que velan por la seguridad de los chicos.
Ehirazu sonríe al igual que los demás criminales, incluyendo a Alex:
—Por si no lo has notado, los superamos en número. ¿Enserio creen poder vencernos? —levanta su brazo con la karibachi en mano en dirección hacia Hiroshi. —No tienen buena posición como para confrontarnos ¿sabes?
—Se los advierto. Una vez los metí a prisión, voy a volver hacerlo. Ríndanse ahora y los enviaré enteros. —exclama amenazante. Ya no se trata de pelear por conseguir información, sino que tiene detrás de sí a un grupo de jóvenes a quien proteger.
—Hace unos momentos dijiste que yo estaba enfermo por venir hasta aquí. Tienes razón, estamos enfermizamente obsesionados con provocarle tanto daño posible a la orden. —dice Alexander fuera de sí. —¿Acaso no leíste las noticias del tren? Ahora venimos por todo.
—Hiroshi, odio admitirlo, pero tienen razón. Nos superan en número y no son rivales sencillos. —dice Olympico muy cerca del espadachín.
—Exacto, cada uno de ellos está casi a nuestro nivel. Si me das veinte minutos podré llegar a la academia y poner en alarma a todos y traer refuerzos…—propone Lucy.
—Ya es muy tarde. —dice Hiroshi mientras los mercenarios los rodean. —Lo que queda es pelear por ellos.
Hiroshi echa un vistazo a cada uno de los chicos. Se encuentra con Kaizer, Lucian y Vorex fuera de combate, pero este último está en muy grave estado. Kamata apenas tiene cortes, pero nada pareciera indicar que estuviera en una situación seria. Maia y Megumi están bien, y eso es algo bastante bueno pero los otros tres deben ser tratados.
El tiempo pasa muy lento y cuando Ehirazu pestañea unos instantes se encuentra con que Hiroshi está de frente, es muy veloz casi tanto como Alex, y con una fuerza explosiva le da de lleno al estómago del mercenario y lo envía contra varios árboles derribando varios en el camino.
Baligra lo ataca por detrás con su espada fina cubierta de veneno. Lucy la intercepta y ambas chocan sus armas sacándose chispas. Tras un breve intercambio de ataques con sus espadas, Lucy aleja a la mercenaria de una patada al pecho:
—Cielos, es inconcebible que una mercenaria sea parte de la orden asesina. ¡Maldita traidora! —grita Baligra.
—Lo que tengas que decir ahora me es irrelevante. —responde en seco.
Brutallio lanza su arma esférica hacia Hiroshi, quien moviéndose apenas a un lado esquiva el ataque y con su espada llamada “Mikazuki”, obsequiada por su maestro en esgrima desde su juventud, corta las cadenas que unen al mercenario con el arma. Olympico se abalanza contra el tipo de casi dos metros arrastrándolo. A pesar de su tamaño menor al del asesino, es difícil de mover por lo que debe hacer uso de su enorme fuerza para alejarlo.
Tan solo quedan Tyrakus, Ehirazu, y Alex contra Hiroshi. A pesar de verse muy sencilla la pelea contra uno solo, Ehirazu es el único que se preocupa por el dudoso desenlace, al fin y al cabo, tuvieron muchas peleas y la última derivó en su encarcelamiento. Lo respeta con creces, aunque desea matarlo con sus propias manos. Inclusive su brazo mecánico fue durante una de sus primeras peleas:
—Eviten menospreciarlo. Este tipo es tan peligroso como cualquiera de nosotros o incluso más. —aconseja.
—El único que puede representar un problema para nosotros es mi maldito padre. No me des sermones sobre quien es peligroso o no para nuestra misión. —exclama Alexander aún sin comprender como debe actuar siendo un líder.
—Además somos tres contra uno, podremos vencerlo sin problemas. —dice Tyrakus, irónicamente uno de los más brillantes del grupo a veces cegado por la soberbia.
Sin embargo, nadie sospecha que de entre los árboles cae una silueta oscura con cuchillas en ambas manos en dirección hacia los hombros de Hiroshi para asestarle un golpe mortal.
Antes de que pudiera darse cuenta de ello Hiroshi, Kamata se interpone y logra bloquear el cobarde ataque de Riurik:
—¡Eres demasiado aburrido mocoso! —exclama el mercenario.
—No te dejaré atacar de esa forma. —dice mientras intenta contener con Abbadon las dos cuchillas de Riurik.
—Por una única vez deberías ayudarme maldita esencia idiota. —murmura Kamata. Luego empuja con mucha fuerza para alejar a Riurik. Se voltea brevemente y asienta con su cabeza para que Hiroshi no se preocupase por algún enemigo cobarde.
Hiroshi queda en desventaja frente a Tyrakus, Ehirazu y Alexander. La ecuación no ha cambiado pero el espadachín catalogado como entre los mejores top diez del mundo no se encoge siquiera en brazos, más bien siente mucha confianza en sí mismo ahora que tiene toda la completa atención de los mercenarios:
—Ya que estamos listos, permítanme sacarme de encima mi karibachi. Como sabrán no soy tan bueno usando espadas, aunque ostente una. —Ehirazu deja en el suelo su espada dentada sobre el suelo. Al caer, impacta con tal fuerza que pareciera un objeto de más de 100 kilos. Técnicamente hablando, esa espada funciona como un limitador para el mercenario donde su fuerza no es total con ella encima.
#1283 en Novela contemporánea
#3533 en Otros
#371 en Aventura
romance acción drama reflexión amistad, romance accion aventura, adolescentes humor
Editado: 07.09.2024