Academia De Reinas

Capítulo 27: El Bosque de Sombras

El aire en el bosque era pesado y opresivo, como si las hojas, al moverse, susurraran secretos olvidados. Alina caminaba entre sus compañeros, pero algo en la atmósfera la inquietaba. Era una sensación que no lograba entender por completo, una mezcla de frío y calor que se enroscaba en su pecho. El viento susurraba con una voz extraña, y las sombras entre los árboles parecían moverse por su propia voluntad.

El profesor de la excursión, un mago experimentado, hablaba de las criaturas y leyendas que habitaban ese bosque, pero sus palabras caían en el aire como si algo las estuviera absorbiendo. El lugar no era sólo un entorno natural: estaba impregnado de magia antigua, algo peligroso, algo que Alina podía sentir en lo más profundo de su ser.

A medida que avanzaban, la excursión fue interrumpida por un sonido que hizo que los estudiantes se detuvieran en seco: un crujido bajo, seguido por un arrastre, como si algo enorme se acercara desde las profundidades del bosque. De repente, surgieron de entre los árboles, figuras retorcidas y esqueléticas, sombras que se deslizaban sobre el suelo y se alzaban hacia el cielo. Eran los Sombra-Hueso, criaturas que nacían de la oscuridad y se alimentaban de la magia, el odio, el dolor y la tristeza.

Su apariencia era espantosa: una mezcla de huesos rotos y sombras líquidas que se disolvían y volvían a formar sus cuerpos con rapidez. Sus ojos brillaban con una luz antinatural, roja como la sangre, y sus bocas estaban llenas de colmillos afilados que crujían al moverse. Cada uno de estos monstruos dejaba tras de sí una estela de desesperación, como si todo lo que tocara fuera absorbido por su voracidad mágica.

Alina, al verlas, sintió una presión en su pecho. Una parte de ella las temía, mientras que otra se sentía inexplicablemente atraída por la intensidad de su poder. Las criaturas se lanzaron hacia el grupo, creando ilusiones aterradoras, transformando el paisaje en un caos de luces y sombras. Las visiones distorsionadas y los gritos le llegaron al oído: su madre, un reino en ruinas, rostros de personas conocidas, y luego, una oscuridad abrumadora que parecía devorar toda esperanza.

—¡Rápido! ¡Defiéndanse! —gritó el profesor, levantando su bastón para crear una barrera mágica, mientras los estudiantes intentaban reaccionar a las ilusiones.

El caos se desató entre los árboles. Alina, atónita, vio cómo varios compañeros caían bajo el ataque de las sombras, atrapados por las ilusiones que alimentaban los temores más profundos de cada uno. La niebla oscura comenzó a envolver el bosque, dificultando la visión, y Alina, en un intento de escapar, corrió sin rumbo fijo, separándose del grupo.

En medio de la confusión, el suelo bajo sus pies comenzó a ceder, y tropezó con algo duro y frío. Se levantó y, al mirar hacia abajo, descubrió una figura de piedra. Era una estatua majestuosa, representando a un hombre con una corona, tallada con una precisión imposible. Los detalles eran tan finos que parecía que la estatua estaba a punto de cobrar vida. A su alrededor, unas palabras en un idioma antiguo estaban grabadas en la piedra.

Alina, sintiendo una extraña conexión con el lugar, se acercó. No entendía del todo lo que veía, pero había algo en esas palabras que resonaba en lo más profundo de su alma. Sin pensarlo, las leyó en voz alta, pronunciando cada sílaba, aunque las palabras eran antiguas y extrañas.

—"La herencia del abismo despierta con la luz perdida. Sólo la reina que camine en la sombra puede reclamar la corona que se ha dormido." —La última palabra tembló en el aire, y, con ella, el suelo comenzó a vibrar.

La estatua de piedra empezó a agrietarse, y Alina dio un paso atrás, alarmada. El aire a su alrededor se enfrió de inmediato, y las sombras parecían concentrarse en el lugar, como si algo o alguien estuviera despertando.

Un resplandor oscuro emergió de la estatua, y de repente, tres figuras comenzaron a materializarse desde las marcas que Alina había visto antes en su piel, las que los guardianes habían dejado en su cuerpo. Un poder inimaginable comenzó a envolverla.

Primero apareció Thelion, el Guardián de la Casa Solaris, su figura envuelta en luz dorada, un resplandor cálido que era como el sol mismo. Sus ojos, ardientes y fijos en ella, se llenaron de una energía antigua.

Luego, apareció Lyrian, el Guardián de la Casa Lumeria, envolviendo a Alina en una corriente suave de energía curativa y empática. Su presencia era calmante, como un faro de serenidad.

Y finalmente, la sombra más profunda se levantó, y con ella, Eris Umbra, la Guardiana de la Casa Noctis. Su manto negro como la noche envolvía su cuerpo, y sus ojos brillaban con una luz enigmática.

Eris... —dijo Thelion, su voz profunda y cargada de emoción—. ¿Es realmente tú?

Eris inclinó la cabeza ligeramente, un gesto de respeto. Alina, atónita, observaba el reencuentro de los tres guardianes. La conexión entre ellos era palpable, un lazo que parecía trascender el tiempo.

—Es ella... —dijo Lyrian, su voz suave pero llena de determinación—. La heredera que hemos esperado.

Alina, aún confundida, dio un paso hacia ellos, pero los tres la miraron con respeto.

—Alina... —dijo Eris, su voz grave y suave como un susurro en la oscuridad—. No tememos por ti. Hemos estado esperando este momento. La sombra que traemos es parte de ti, igual que la luz de Solaris y la serenidad de Lumeria.

Alina, con el corazón acelerado, miró a los tres guardianes y, por un momento, todo lo que había sentido antes comenzó a cobrar sentido. Su magia, su linaje... todo estaba conectado. Y ahora, estos tres seres, con poderes que parecían desafiar el tiempo, estaban aquí para ayudarla.

—El regreso de la Reina del Abismo está cerca —dijo Eris, sus ojos fijos en Alina—. Y con ella, también llega la oscuridad que debe ser contenida.




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