Mihailo llegó al piso de obstetricia y como había venido sucediendo desde que había comenzado la rotación por aquel departamento, experimentó cierto malestar. Si bien cuando se enteró del embarazo de Jesse, había investigado mucho y hasta se había planteado la especialización en aquella área, posiblemente, y aunque ya había atendido algunos partos críticos en la emergencia, debido a lo traumático del parto y posterior emergencia operatoria de Jesse, desarrolló cierto rechazo por aquella especialidad. No obstante, y siendo que aquella era la última etapa de la rotación, estaba enfrentando ese período con el mismo nivel de dedicación que había exhibido durante toda la carrera.
Como la chica no parecía dispuesta ni siquiera a dejarlo saludar, sino que ya lo estaba arrastrando, Mihailo sonrió y solo estiró la mano para coger un par de guantes del dispensador y se dejó conducir a la habitación. Lo primero que escuchó fueron los gritos de la paciente, solo que no eran exactamente de dolor, aunque seguramente lo estaba sintiendo, sino que estaba insultando a alguien. Aquello no era especialmente novedoso, porque muchas parturientas la emprendían contra el personal, o en contra de sus desventurados maridos. Sin embargo, cuando Mihailo entró, lo primero que escuchó descompuso mucho su ánimo.
Mihailo tuvo que hacer un enorme esfuerzo por sujetar su ira y no acomodarle un puñetazo a aquella mujer. Él ya sabía que la doctora Anette Swimer no era del tipo empático, pero a su juicio aquello sobrepasaba los límites.
Mihailo miró con brevedad los datos y condición de la paciente y luego se acercó a la cama.
Mihailo aún no se habituaba a anteponer la profesión a su nombre, a pesar de que ya se lo habían dicho en varias ocasiones desde que había dejado de ser un estudiante y había comenzado el internado rotatorio que marcaba el final de su carrera, ya que después de eso, lo que procedía era la especialización en el área que escogiese, pero sin duda ya era un médico.
Mihailo intentó ocultar la sonrisa, pero miró a la asistente quien entendió que debía sacar al pobre sujeto un momento.
Se detuvo pues estaba experimentando otra contracción, de modo que Mihailo le sujetó la mano y echó un rápido vistazo al monitor. Cuando la contracción pasó, volvió a dirigirse a ella.
Estuvo hablándole un rato más y hasta la convenció de dejar pasar al padre, así como de dejar de amenazarlo. Todo estaba marchando bien, pero la chica volvió a alterarse cuando una enfermera asomó la cabeza.
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Editado: 23.06.2024