Al regresar del apresurado viaje a Hungría, Jesse necesitaba desesperadamente hablar con alguien, pero Giuliana, que habría sido la más apropiada para ello, se encontraba en Italia con Jarko y al parecer tardaría en regresar, pues cuando le preguntó, ella le dijo que Zora no la necesitaba de forma inmediata debido a que estarían muy ocupados con la nueva producción, mientras que Jarko estaba próximo a ser lanzado como modelo de pasarela para la colección de uno de los diseñadores más famosos de Europa, de modo que él la necesitaba más que Zora. Con las cosas así, lo más seguro era que Giulana no regresase hasta que el nuevo álbum de Zora estuviese listo para el lanzamiento.
La segunda opción de Jesse era Justine, y aunque ella parecía tan ocupada como Giuliana, pero en su caso con su álbum, igual prometió ir a verla en cuanto le fuese posible.
Ante aquella situación, Jesse pensó que enloquecería si seguía allí encerrada, de modo que se fue derecha a hablar con su hermano, pero éste se hallaba ocupado con Ivar, sin embargo, el genio de Jesse salió a flote enviándolo todo al demonio.
Como Nick aun no podía moverse sin ayuda, quien corrió hacia la puerta fue Charlie.
Ella aun miró mal al pobre sujeto y entró cual vendaval. Ivar y Charlie lo hicieron con más calma, pero tanto el último como Nick, notaron que la chica venía furiosa.
Después de eso, Jesse pareció apagarse y no mostró ningún entusiasmo por todo lo que Ivar dijo con relación a su próxima boda, sino que se limitó a asentir y abandonó el despacho.
La semana siguió transcurriendo sin variantes, aunque Nick apartaba un momento cada día para pasarlo con ella, y aunque la chica mostraba el adecuado interés por lo que ellos estaban haciendo, él sabía que seguía sientiéndose presa, algo que en verdad parecía estarla enfermando, porque al finalizar la semana, tenía oscuras sombras alrededor de los ojos, y hacerla comer se estaba volviendo una tarea cada vez más difícil.
Donatello había ido a verla en varias ocasiones, pero nunca se quedaba mucho tiempo y solo en una ocasión había podido hacerlo hasta la hora de la cena.
Donatello pensó que su hermano tenía razón, porque si aquel infeliz contaba con una fuerza como la que habían visto, era poco probable que ninguno de ellos sirviese de mucho.
El lunes siguiente, Jesse se levantó sin ningún deseo de hacerlo, porque estaba segura que sería otro día tan gris como el anterior. Su malestar era tan grande, que ya hasta había comenzado a echar de menos la época en la que Mihailo y ella tenían que madrugar para ir a lavar coches a la corporación, porque por duro que hubiese sido, y en realidad no lo veía así, al menos salía, veía y hablaba con personas, y eventualmente Dèjan iba a Londres y ella podía subir a fastidiarlo.
Cuando se sentó en la cama, vio el ya habitual ramo de flores y la caja de chocolates. Dèjan la había llamado varias veces en los días previos, pero aquellas breves conversaciones carecían de lo divertido de las anteriores, pues él se limitaba a preguntarle cómo estaba y no mucho más. En una ocasión había recordado que quería preguntarle algo.
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Editado: 22.04.2022