PARA EL MARATON: ANTES DE CONTINUAR CON LA LECTURA, ASEGURARTE DE HABER VOTADO Y COMENTADO CADA CAPITULO. SE LES AGRADECE MUCHO<3 EL MARATON COMIENZA A PATIR DEL CAP 38 ASI QUE NO TE SALTES NINGUN CAP. <3
Maxine
Su expresión se vuelve indescifrable. Sus ojos se abren con fuerza, y puedo avistar a sus pupilas brillando con fuerza debajo del foco que cuelga del techo. Sus labios se comprimen por inercia, y parece demorar en asimilar el significado detrás de mis palabras. Su mano acaricia mi abdomen creciente, y el hormigueo se aloja en lo más profundo de mi vientre.
Puedo sentir al corazón retorciéndose espasmódicamente adentro de mi pecho. Temo al silencio que se ha instalado entre ambos. Es demasiado abrumador. ¿Acaso no va a responder algo? Muero de ganas por decirle algo más, pero mi garganta carece de saliva.
—¿Embarazada? —repite sin aliento. Su voz se vuelve un hilillo con poco volumen.
Solo asiento. Deglutir me duele.
Entonces, no sé si ha de ser mi impresión, pero sus labios se ensanchan en una sonrisa.
—Embarazada —repite, como si le costase creerlo. Registro la emoción que tiñe sus cuerdas vocales. Y, joder, el corazón no para de latirme frenéticamente en el pecho. Sus brazos aterrizan sobre mis caderas, y súbitamente, me carga entre sus brazos mientras estalla en silbidos y grititos de júbilo—. ¡Embarazada, oh dios mío! ¡Maxine está embarazada! —sigue brincando conmigo en brazos, sin poder reprimir los niveles de emoción que divagan por su sangre.
—¡Voy a vomitar! —me quejo entre risas, dándole golpecitos sobre su fibrosa espalda para que me regrese a tierra firme.
Mickey no acata a ninguna de mis peticiones, y continúa balanceándonos durante algunos minutos más. Las risas sustituyen cualquier punzada de miedo que quiera hacerme sentir mal, y juro que, durante una fracción de segundo, asumí que me rechazaría. Que nos rechazaría a los dos.
—¡No puedo creerlo! ¡Seré papá! —me deposita delicadamente sobre el suelo, pero sus brazos no me sueltan todavía. Me mareo momentáneamente, pero la emoción se encarga de apaciguar todo rastro de dolor—. Porque, ¿es mío? —indaga, mirándome con fijeza, sin borrar la sonrisa enorme que adorna sus sensuales y endemoniados labios. Tan grande como la del gato de Cheshire.
Me tomo un segundo, y endurezco las facciones.
—No, nunca dije que fuese tuyo —le digo, procurando que la seriedad se filtre en mi voz. Él se queda estático, y sus ojos se entrecierran. Luego, me echo a reír a escasos centímetros de su rostro. Pude ver el terror brillando en medio de sus pupilas. Él lo nota, porque de inmediato me lanza una mirada mortífera, pero falsa—. ¡Claro que es tuyo, Janssen! ¿De quién más podría ser?
Él se rasca la barbilla, y formula una sonrisa ladina.
—¿Justin?
Le lanzo un golpe en el hombro por lo que acaba de decir. Sigo sensible con respecto al tema de Justin. Solo deseo que algún día el encuentre a su propia musa, y tenga la historia de amor más bonita que haya podido existir. Se lo merece. De verdad, lo hace.
—No vuelvas a repetir eso —le reprocho, pero mis palabras distan mucho de sonar serias.
Mickey alza los brazos en señal de redención, y su camiseta se alza escasos centímetros permitiéndome avizorar el tatuaje de lobo que se hizo días previos al festival. Se siente como si hubiese sido hace tan solo unas horas, en lugar de dos meses. Nunca olvidaré el día en el que me dedicó aquella canción frente a todos, y lo que sucedió en el trampolín, o la cascada, o ningún magnifico segundo de lo que hemos vivido juntos.
Me considero una persona que recuerda únicamente cosas que de verdad valen la pena atesorar... mis días junto a Mickey Janssen son el recuerdo más valioso que existe en mi memoria.
—¿Tu madre lo sabe? —pregunta cuando cae en cuenta de ello. De lo que implica estar embarazada de un Janssen.
Hundo un hombro, y me dejo caer sobre el mueblecillo polvoriento. Dios, este lugar necesita una buena limpieza.
—Me enviará de regreso al convento.
El silencio se hace, y el miedo me apabulla.
—No permitiré que haga eso, Maxine. Ya no se trata de alejarme de ti. Ya no somos los únicos en esta relación —dice sin poder suprimir la sonrisa que se dibuja en sus labios cuando menciona lo último.
Subo una ceja, pestañeando con coquetería.
—Así que, ¿tenemos una relación?
Su comentario me hace caer en cuenta de que tenemos a alguien que pronto tocará la puerta de nuestras vidas, y todavía no hemos definido exactamente lo que somos. Nunca hemos hablado de noviazgos, ni de ser pareja, pese a que en varias ocasiones nos hemos esclarecido nuestros sentimientos en la cara.
Mickey parece sopesar acerca de ello también, porque sus cejas se alzan y su expresión se torna meditabunda.
—¿No lo tenemos?
Me río ante la perplejidad de su pregunta, y meneo la cabeza.
—Nunca hemos hablado de eso, supongo.
Asiente, echando su cabeza hacia atrás. Acto seguido, se levanta del mueblecillo levantando una ligera capa de polvo que me hace toser, y se aleja en dirección a la estantería. Toma el estuche de su guitarra, desliza el cierre y la saca de adentro. Se encarga de posicionarla entre sus atléticos brazos de músico, y sube un pie sobre el mueble para tener mayor superficie de soporte.
Sus azulados ojos azules se clavan sobre los míos, y sus labios se estiran ligeramente.
—¿Puedo cantarte una canción? —pregunta.