Adolecer

Capítulos 31 al 34

31.

            

          Papá se dedicó un poco a hacerme la vida imposible los meses que siguieron, estoy seguro que fue por el asunto de la amante, y yo fui un cobarde que nunca se atrevió a confesarle a mi madre lo que había visto. 

            Él seguía llegando tarde y yéndose temprano, pero llamaba a casa sólo para verificar que yo estuviera allí, porque si no estaba regañaba a mi mamá y al llegar me castigaba. Además se puso pesado criticando todas las labores que hacía en casa; empezó a decir que estaba mal lavada la loza, que estaba sucio el living, que no tendía bien las camas, o de plano decía que no había hecho algo cuando sí lo hacía,  y no era justo que dijera esas cosas, cuando eran responsabilidades que no tenía porqué yo hacerlas, pero me las imponían, y me era dificil ya confrontar a mi padre como antes, porque ahora era más consciente de cuanto afectaba a todos en casa, y no quería ver a mis hermanos asustados y a mi mamá estresada. Como yo ya estaba más grande sentía que estaba obligado a actuar con más madurez y no ser tan infantil.

            Pronto llegó una vez más diciembre. Creo que ya estaba un poco traumado con ese mes, por todo lo que pasaba siempre en esas fechas y en verano… pero era cierto; conociendo a papá tenía motivos de sobra para temer; pienso que le gustaba hacerme infeliz en esa época del año en que todos están más alegres que nunca.

            Las clases acabaron cerca del 20 de diciembre,  y  luego de eso me vi con Sally sólo dos veces antes de navidad.

            Odio las navidades; he tenido demasiada tristeza en esas fechas. 

            El 24 por la tarde, día de la vispera de navidad, mi padre se inventó una excusa para castigarme; yo no había hecho nada, pero me acusó de haber dejado la llave de la manguera abierta en el patio y quedó el desastre con el agua que se metió a la casa. Pero yo sé que había cerrado la llave ese día luego de regar las plantas, de eso estoy seguro.

            El asunto fue que la maldita agua se metió desde el patio y llegó hasta la sala, dejando sucio y con algo de barro el piso y mojando las patas de los muebles, cuando ya teníamos con mamá todo limpio para celebrar la navidad. 

            Papá me regañó, me insultó y me golpeó, diciéndome que era un idiota, un estúpido, por dejar corriendo el agua. Me gritaba  y tuve que ponerme a trapear el agua y secar el piso, mientras yo les aseguraba que había dejado cerrada la llave y que no sabía que rayos había pasado. 

            Cuando terminé por fin de volver todo a la normalidad, él dijo que yo estaba castigado… Estoy seguro que eso buscaba desde un principio; se inventó todo para poder tener una pretexto para encerrarme de nuevo.

            Me llené de rabia y me comían las ganas de gritarle unas cuantas cosas en su cara, pero no quería echarle a perder ese día a los demás, así que me aguanté y acepté que injustamente me dejara encerrado en mi cuarto, a pesar de que no quería estar solo mientras todo el mundo compartía en familia.

            Mi mamá trató de defenderme, pero mi padre ni siquiera la dejó terminar de hablar, y de nuevo hicieron comentarios enigmáticos que yo no alcanzaba a comprender.

            Me quedé echado en mi cama con mucha tristeza, y a medida que pasaba el tiempo sentía que el nudo que había en mi garganta se hacía más estrecho; las ganas de llorar eran cada vez más fuertes, y cuando les oí que ya iban a cenar me quebré y comencé a llorar bastante fuerte sin poder evitarlo… era otra cena navideña más en la que no podría compartir con mamá y los niños.

            En eso escuché al Enrique que me hablaba tras la puerta, y me decía que ya no llorara más o él también se pondría muy triste, y se puso a cantarme un villancico; mi hermanito a su modo quiso consolarme.

            Ese día, fue él quién convenció a papá que me dejara estar con ellos en familia, no sé qué les habrá dicho a ambos, pero lo que sé es que mamá me abrió la puerta y me dio una tierna sonrisa triste, secó mis lágrimas con sus manos y me dijo que bajara a cenar con ellos.

            Mis hermanos me abrazaron apenas bajé por las escaleras, me tomó cada uno de una mano y me llevaron hasta la mesa, me hicieron sentar y se instalaron cada uno a un lado mío, se me ocurre que instintivamente intentaban protegerme; y sentir que al menos ellos me querían, fue reconfortante y el mejor regalo que tuve ese día.

            A Enrique hoy le debo mucho; ha hecho muchas cosas por mí en el transcurso de los años; tengo una deuda de gratitud muy grande con él, espero poder recompensarle algún día por todo eso.

 

32.            

         El año nuevo fue tranquilo en casa, y por primera vez estuvimos con mamá y mis hermanos divirtiéndonos mucho… ¿La razón? Mi padre no estaba; era la primera vez que ocurría algo así; supuestamente tuvo que ir al trabajo por una emergencia ese día… Se fue bastante temprano por la tarde y un par de horas después llamó para avisar que no regresaría esa noche. 

            Se me ocurre que papá nunca fue a ningún trabajo ese día, probablemente fue donde la otra mujer; pero como sea, fue bueno; la pasamos mucho mejor y más relajados sin él.

            Estuvimos viendo los fuegos artificiales en la calle, y los niños correteaban contentos, la pequeña Julieta ya estaba dormida y mi mamá estaba sonriente como nunca. 




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