Adolescencia entre muertos

Capitulo 7: Entre la espada y la pared

 

Aquel niño se paró y pasó de llorar a reírse de una forma diabólica. Por detrás aparecieron 5 personas que cerraron la puerta y nos apuntaron. Eran mis ex-compañeros, con quienes tenía una pésima relación. Logré reconocer a todos. Entre ellos se encontraban: Felipe Estévez, Fabricio Privis (quién estuvo en el ETIG, pero seguía juntándose con los del Parish. Era de quien tenía mal presentimiento), Rocío Towstica, Alejo Doria, Francisco Núñez y el niño que fingió llorar era su hermano, Franco Núñez.

-Mira, el pelotudito al fin se consiguió un amigo- Dijo Felipe

- ¿Qué pasó con tu noviecita Valentina? ¿Se entregaba tanto que se entregó a los caminantes y, mientras el comían el orto, literalmente, la contagiaron? - respondí con tono burlón. Felipe frunció el señor y amago pegarme, pero Rocío lo paró y dijo:

- Déjalo, no vale la pena una rata come libros sin amigos. - Gritó como de costumbre.

- ¿Y la Morsa con Braquets? ¿Acaso se murió de diabetes la gorda de Ángela? - le respondí con tono calmado.

-CALLÁTE QUE VOS ESTÁS MÁS GORDO QUE UNA VACA Y... - Repitió la Morsa

Mis amigos estaban paralizados. No podían creer que un simple chico nos había llevado a la trampa que estuvimos planeando evitar. Melina apenas podía respirar de la culpa que le pesaba. Pero quién la culparía, si solo quería ayudar a alguien asustado. Al parecer era la única persona que aún tenía humanidad en su sistema.

-Privis, ¿Por qué haces esto LA CONCHA DE TU MADRE? - Gritó Dini, con la voz del mismo Satanás en la garganta

-Porque ustedes tienen algo que nos van a dar- Dijo Francisco caminando por la sala.

-No te pregunté a vos, ¿Viste? - interrumpió Leo con sed de sangre en sus ojos.

- ¿Qué necesitan? - Dijo Melina con intención de calmar el ambiente

-Queremos todo su colegio, su comida y sus armas- dijo el hermano de Francisco con todo negociante, con su maldita cara de satisfacción.

- Ni en pedo, rata de mierda- grité.

-Entonces decile chau a tu amiga! - dijo Towstica agarrando un cuchillo y apoyándolo en el cuello de Farao, quién miraba fijamente a la nada, sin demostrar una gota de miedo.

- Si quieren pueden mudarse con nosotros, hay suficiente espacio. Pero nosotros no nos podemos mover de lugar. - dije ya con miedo de que le hicieran algo a Melina.

- El único problemita acá sos vos...- Dijo Privis con una voz que me daban ganas de incinerarlo vivo.

- ¿Yo? ¿Creo que los que tienen problemas acá son todos ustedes que nos tienen atrapados cuando los caminantes están a punto de venir, no creen?

- El trato es el siguiente: nosotros nos mudamos para allá sin hacerles daño, pero ustedes van a tener que matar ahora mismo a Christian. No confiamos en él, así que su salvación es su muerte- insinuó Fabricio, dándome ganas de atarlo a cadenas al publico y dejar que se lo coman poco a poco sus amigos zombificados.

-Díganme quién se ofrece para matarlo o los mato a todos juntos- dijo Felipe

-Démosle tiempo para decidir qué hacer con su vida- dijo Francisco

En ese momento, Alejo, uno de los que no me llevaba mal, me puso mi cuchillo en mi bolsillo y me susurro:

-Si tienen la oportuna de salir, no paren de correr por nada. - me dijo y salió de la sala con el resto y nuestras armas. Cerraron la puerta y se quedaron esperando en la puerta.

La habitación estaba cerrada, no tenía ventanas. Nos sentamos y le conté que Alejo me había dado el cuchillo. Ellos se sorprendieron y decidieron algo que podía ser el camino de nuestra muerto o el de nuestra salvación.

Estuvimos unas horas ahí, hasta que pusimos en marcha el plan.

-Ya decidimos!!! -Grito Carbiondi, quien no había dado ni una palabra desde que entramos al aula.

Todos pasaron y le dieron un arma a Dini.

-Dale en la cabeza, así no se convierte! - dijo Privis, presionándolo

Leo se quedó helado apuntando, sin mover un solo músculo por 10 segundos.

- ¡DISPARÁ! ¿O SOS UN MARICA? JAJAJAJAJA ES UN PUTO MARICA QUE...

En ese momento Dini cambió de dirección y disparó justo en la frente de Franco haciéndole un agujero enorme entre los ojos.

Tomé el cuchillo y corté el cuello de alguien a quien no pude verle la cara, después todos golpeamos a alguien y salimos corriendo por el pasillo. Alejo hizo lo mismo y nos siguió por detrás. Logramos ver cómo los caminantes se iban metiendo en manada dentro del salón donde se encontraban los malditos aturdidos. Se lograron escuchar disparos, pero pocos, ya que habíamos recuperado nuestras armas y tomado algunas suyas en la escapada.

Una horda de medio centenar de caníbales nos perseguían por detrás. Si íbamos directamente al refugio, nos iban a seguir y sería nuestro fin Rápidamente nos separamos por 2 calles, de un lado corría Alejo y Carbiondi y, del otro lado, corría Melina, Leonardo y yo. Empezaba a amanecer y los primeros rayos de sol pegaban en nuestras caras



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En el texto hay: zombies, argentina, monte grande

Editado: 05.06.2021

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