Adolescencia entre muertos

Capitulo 13: "Tornillo"

- Tornillo, ¿Sos vos? - dijo una voz femenina

 

- Luni, ¿sos vos? - pregunté

- Siii. ¿Me recordas de dónde eras? - dijo esta chica

- De Monte Grande, ¿por?

- Okay, mantenerte a salvo. Vamos para allá. - dijo y por detrás pude escuchar más voces de gente que conocía.

 

Simplemente, quedé impactado.

Durante mis vacaciones de vacaciones de verano, siempre con mi familia íbamos a Sanclemente. Allí, pasábamos todo enero. Se podría decir que, en esta ciudad costera, yo tenía una segunda vida.

Ahí, yo trabajaba para un boliche y ahí conocí a personas muy importantes para mi vida.

Allí, me bautizaron como "Tornillo", ya que uno de los primeros días de trabajo, fui con un aro que simulaba que tenía un tornillo incrustado en mi oreja.

Puedo decir firmemente (hasta la fecha) que, ahí conocí a las mejores personas de mi vida.

Luna, mi pelirroja salvadora.

Julieta, mi corazón de melón.

Thelma, mi niña santa.

Floppy, mi nena bailarina.

Fede, nuestro Barni.

Rodri, nuestro protector nocturno y chorro personal.

Sofía, mi perreadora extrema

Mau, mi enana.

Manon...

Felipe...

¿Era yo alguien para ellos después de eso? ¿Los encontraría alguna vez de nuevo? ¿Querían siquiera hablarme?

Bueno, ellos vivían en distintas partes, por lo que Sanclemente era nuestro punto de encuentro. Algunos vivían en Sanclemente, otros en La Plata, en capital, en Lomas, en Tigre, en Quilmes, en Temperley, etc.

Puedo decir con total seguridad que ellos eran mi razón para seguir adelante y llegar al verano para encontrarme con ellos. Ellos eran el núcleo de mí felicidad, o por lo menos todos lo fueron durante un tiempo, antes de esa cosa horrible.

Retorné a la realidad y me quedé paralizado.

Aún no sabía si estaba alucinando o si realmente eso pasó.

Muchas veces, había tenido alucinaciones, tan pero tan fuertes que, hasta que no me demostraron lo contrario, creí que eran verdad.

Tomé el registro de llamadas y ahí estaba.

Era real

Abrí la ventana que apuntaba hacia afuera para tomar un poco de aire y no agitarme

El clima era tan frío que ni siquiera podía distinguir si era tarde, noche o mañana. Todo era confuso y mi cabeza me dolía.

Respiré hondo y pensé para mí mismo:

- Voy a mantenerme vivo. Los voy a esperar. Sé que lo van a ser. Los amo.

Cerré la ventana que miraba hacia afuera, le hice un mimo a Michi, que se encontraba arriba de la mesa, y miré por el cristal que enfocaba hacia el pasillo principal.

Solo estaba Lucas afueras, esperando.

Abrí la puerta y él automáticamente se dirigió hacia mí.

Yo le pregunté:

- ¿Mercuri está bien? ¿Qué le pasó?

- Ahora está bien, simplemente está descansando. Lo que le pasó es que convulsionó y, mi teoría, es que lo hizo porque vio algo que lo aterrorizó. No sé qué le pasó antes, pero lo mejor sería que lo dejemos descansar.

- Supongo que sí... Gracias por tu ayuda.

- No es nada. Ahora me voy a mi habitación a descansar. Cualquier cosa, ya sabes dónde buscarme.

- Okay, gracias... Una pregunta ¿Qué hora es? Porque estoy medio perdido

- Son las 7:30. Te quedaste ahí adentro durante horas. ¿Queres una pastilla para dormir?

- Nono, gracias. Solo estuve reflexionando. ¡Bueno, adiós!

Lucas subió y yo me fui hacia el sum para buscar algo que comer. Este estaba vacío. La realidad es que, desde aquel episodio con Martina, nunca volvimos a hacer una reunión o una comida grupal. Actualmente, como solía decir Martina, el grupo estaba dividido. Tenía que cuidar mi espalda, antes que otro loco como Antelo.

Tomé un paquete de aceitunas y me fuí a mi habitación nuevamente.

Cerré la puerta y me acosté, con el paquete pequeño de frutos de olivo abierto.

Comencé a comer algunas de estas y luego, poco a poco, fui cerrado los ojos.

Cuando tenía los ojos totalmente cerrados, los abrí y me encontré en otro lugar, en una cama. En mi derecha, había una pequeña mesa de luz y, a su lado, una maleta plástica negra.

Pero no estaba solo en la habitación. En el lado izquierdo, en el suelo, estaba un chico (Mateo si no mal recuerdo su nombre) y a mi lado, en la misma cama, estaba él. Mis ojos se llenaron de lágrimas y supe automáticamente donde estaba.

Ahí estaba él.

Felipe

Y mis manos tomaron control propio. No podía pararlas por más que quería. Estaba atrapado a ver esa situación. No podía parar mi propio cuerpo. Era como si solo estuviera de espectador.

Solo ver esa situación. Quería solo decirle que no podía controlar mi cuerpo, pero ni hablar podía. Parecía una tortura, tener que ver la escena que arruinó nuestra amistad, la que me llevó a un gran hoyo de depresión, el cual escondía. Mis manos, el tacto se sentía tan real. Pero mi cuerpo, por más que yo quisiera, no paraba. Su pelo oscuro, su espalda, su cuello.



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En el texto hay: zombies, argentina, monte grande

Editado: 05.06.2021

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