Una única y oscura vista se convirtió en un paisaje pasado, un recuerdo. Me encontraba en una calle extensa, la calle “Malvinas” para ser exactos. Yo estaba con Erica, mi mamá, caminando para ir a buscar a mi hermano a su colegio primario. Llevaba en mi espalda una mochila azul y un raquetero, mientras que ella llevaba una mochila pesada, llena de apuntes.
- ¿Y? ¿Qué pasó con los parásitos esos?
- Jaaa… No sabes. ¿Viste que siempre se la vivían alardeando sus notas y burlándose de los que no estaban en el cuadro?
- Si ¿Qué pasó?
- Esta vez, ni siquiera llegaron al puesto más bajo de cuadro. ¡JA!
- JAJAJA. ¿Qué te dije? Las leyes físicas nunca fallan. Todo lo que sube, debe bajar y encima, esta manga de bobos, se habían subido tanto que les debió doler caer tan fuerte. ¿Y el otro chico? ¿El que los acompañaba siempre?
- ¿Hernán? Ahhh, pobre pibe. Ahora, él es la nueva presa de esas sanguijuelas. Según Ayma, es un angelito encadenado.
- Mmm… Permitime dudarlo. ¿Quién se queda con unas víboras mordiendo y lo disfruta? ¿Es sadomasoquista o qué onda? ¿Para mí que se siente importante ahí y por eso se queda, porque es el único lugar en donde se puede sentir importante?
-Wow
- Bueno, es una teoría mía. Al final, ¿Pudo llegar a la bandera como a fin de año?
- No. JAJAJA. Parece que no puede con todo lo suyo y lo de ellos.
-Es que es simple la cosa. Él no es como vos. Vos podías mantenerlos arriba a los dos y a vos aún más arriba. Él no. Por más bueno que sea ese “Hernán” (y no estoy negando que sea bueno, ya que hay que ser muy bueno ya para llegar a la bandera), nunca va a igualarte y jamás lo va a hacer. Vos sos más capaz que cualquier persona. Además, vos tenés algo que nadie más tiene…- dijo.
Y volví a la realidad.
No sabía dónde estaba, solo podía ver una calle y unas casas alrededor. Mi cuerpo completo arrastrado por el asfalto dejaba pequeñas manchas de sangre. Mi pierna perdía sangre. Parecía que se había raspado en el camino.
Mi cuerpo estaba inmóvil, solo podía mover mi cuello y cabeza. No quería llamar la atención de nadie, así que me quedé inmóvil.
Mis nervios estaban consumiéndome lentamente. Sabía perfectamente quienes eran, pero ¿Qué me iban a hacer? De pronto, los hijos de pu... de mis secuestradores, me pararon y me apuntaron entre todos. Entre ellos estaba él trío de mogólicos (Frey, Dibiris y Papaniseo), Anabela y Nicole.
Esta última estaba a punto de una palabra, cuando una lluvia de balas cayó sobre ellos, haciendo que se desplomen y hagan una gigantesca laguna de sangre.
Me caí por el susto y quedé sentado en el suelo. Pude ver algunas figuras acercarse, pero una se descartaba en específico... Felipe...
Se acercó, se puso de cuclillas y me dijo:
- ¿No me escuchaste? ¿No te dije claramente que no confíes en nadie?
- Perdón, simplemente pensé que...
- Siempre con disculpas vos... ¿Sabes que disculparte no va a solucionar todos tus problemas? ¿No lo entendiste conmigo? - dijo y no pude responder.
- Bueno, en fin, esto no se acaba. Vos no pelees, no es el momento. Solo corré y... ¡DESPERTATE! - gritó
En ese momento, abrí los ojos y me encontré con un escenario un tanto diferente. No sabía dónde estaba, estaba desorientado. Estaba en el suelo, con dos personas al lado: A mi lado, estaba Antonela, la hermana menor de Mercuri y, más para la otra punta, estaba Federico La Rosa. Frente nuestro, había un grupo distinto de HDP.
Entre ellos, estaba él trío de imbéciles (Mariano Papaniseo, Santino Dibiris y Marqués Frey), Anabela Bunakí, Borracer...
¿Hernán Cruz?
¿Coanque?
¿Nicole no estaba?
El escenario era muy sorpresivo. No sabía ni dónde estaba parado, con personas que jamás había tenido problema alguno.
Muy extraño...
Quise tomar el arma de fuego de mi pantalón, pero ya no estaba... Me habían inspeccionado...
Estaba frito...
- Dios, pensé que eras más inteligente como me contaron los chicos, pero al final solo sos un mogólico del montón. JAJAJA - dijo Anabela- ¿Enserio aún crees que, alguien que apenas conoces, te va a dar con moño de cumpleaños todo lo que traje? Es que es solo sentido común.
- No, no le da mucho la cabeza- Dijo la víbora de Frey
No respondí absolutamente nada. Simplemente no podía.
- ¿No vas a jugar con nosotros? Bueno, entonces te voy a dar una razón para jugar. - dijo y, en menos de un segundo, apuntó y disparó contra la cabeza de Federico La Rosa, quien cayó tumbado.
Ese tiro mortal a la cabeza hizo que un gran charco de sangre rodeara toda su cabeza que estaba en el suelo.
La niña de tan solo diez años comenzó a llorar y rogar.
Editado: 05.06.2021