Adolescencia entre muertos

Capitulo 19: Jaula...

Un fuerte viento que chochó contra la carpa fue el que me despertó violentamente la mañana siguiente. Al dormir cerca de una de las “paredes” de la carpa, el ruido que se generó al chocar esta enorme ráfaga de aire contra la tela. Una vez despierto totalmente, me cambié la remera que llevaba puesta por una que me regalaron los chicos de del lavado de ropa, una prenda que, según ellos, era una “prenda perdida”. Sin embargo, me parecía raro que alguien haya perdido una remera como la que me habían dado, que tenía un estampado muy distintivo, y que absolutamente nadie la reclamara. Me parecía esto extraño ya que, en mi experiencia en el refugio del ETIG, se veía como cada quien cuidaba mucho su ropa, siendo también un tema de discusión muy seguido en todas las habitaciones, aunque no era nada que no me sorprendiera o tuviese consecuencias mas que alguna mala mirada durante la cena o el almuerzo. Sin embargo, acá parecía como si no les importara… a menos que sea ropa de otra persona… una persona que no está viva para reclamarla

Una vez cambiado, en puro silencio salí de la carpa, donde descansaba Pato a mi lado, a su lado, Carbiondi. Afuera una vez, miré alrededor esperando un panorama de gente yendo y viniendo de un lado para el otro, aunque me encontré con un cielo gris y frío y un ambiente muy calmado entre las personas del campamento. Había un grupo calentándose en el fuego, otros estaban yendo de acá para allá con sogas pero, dentro de todo, era un día muy tranquilo. Me dirigí hacia el hoyo para ver cual iba a ser la actividad, pero el paredón estaba extraño. En vez de que hayan las actividades comunes, se habían reducido a unas pocas que consistían en “vigilancia de entrada”, “cocinar”, “lona”, “barrera” y “fogata”. Me pareció algo extraño todos esos tópicos, aunque al tocarme a mí, pero al ver que me tocaba en la “vigilancia de entrada”, me despreocupé, aunque mi “turno” empezaba después del almuerzo y termina a la tarde-noche. Teóricamente, a esa hora se cerraba la puerta principal, por lo que me venía como anillo al dedo para mi plan.

Tenía unas horas libres entremedio, por lo que decidí repasar mi plan, mientras paseaba por el campamento y todo lo que lo rodeaba. Empecé caminando por el largo e interminable pasillo, el cual tenía todo el suelo quebrado, con desniveles y rocas sueltas con las que se podía resbalar. Una vez que pasé la sala donde se guardaban las provisiones médicas y termine de recorrer ese oscuro pasillo, llegué al pequeño parque donde estaban  las 3 puertas: una puerta pesada y de corredera que conducía directamente con el enorme salón azul que conectaba con la puerta de entrada. Por lo que había visto a simple vista, no tenía llave, pero al ser tan forzoso abrirla, nadie la usaba; la otra puerta, que se veía directamente desde el pasillo y era de madera, conducía a la cocina, la cual, una vez que se recorría hasta el final, mediante una barra de bar-kiosco, conecta con el gran salón azul que asimismo da para la entrada; La tercer puerta era una puerta de la zona prohibida, una puerta metálica con vidrios rotos en la que solo se veía oscuridad dentro. Me asomé al hoyo por onde se metía la llave y, en un segundo al otro, reconocí que marca de cerradura llevaba, la cual a simple vista de alguien que había trabajado en llaves y seguridad, se notaba que era una Prive 200 de 4 códigos. Miré el piso, donde ví un pedazo grande de cartón corrugado. Lo tomé y, después de guardarlo en el bolsillo, volví en mis pasos por el pasillo y llegué al campamento, donde me dirigí hacia el baño del establecimiento. Allí, fui al cubículo del baño del fondo, donde empecé a tocar todas las baldosas del piso. En la esquina de las paredes y el cubículo, sentí una baldosa suelta del suelo, por lo que suavemente con las uñas la levanté y encontré, debajo de ella, un pequeño hueco…

Dentro de él, había un cuchillo de Victoria y una nota en un pequeño papel.

Tomé la nota y la leí…

“Huye”

Quite el pequeño cuchillo de Victoria y, con mucho cuidado, introduje mi cuchillo de mango de forma de cabeza de caballo ahí y dejé la nota de papel en su lugar. Acomodé la baldosa floja de tal manera que tapara completamente y no se notara que estuviese suelta. Para disimular, antes de salir de allí, tire la cadena del baño y, al salir, me “lave las manos”.

Una vez que salí del baño, me acerqué nuevamente a mi carpa, aunque antes de entrar, a la distancia comprobé que no había nadie. Una vez seguro que la carpa estaba vacía, me metí y me puse de mi lado. Tomé mi “almohada” (que era una tela esponjosa doblada dentro de una funda de almohada) y, dentro del doblado de la tela, fui probando como poner el cuchillo de manera que si alguien apoyara la cabeza no se notara la puntiaguda y metálica hoja y su grueso mango. Una vez que logre esto, decidí quedarme recostado y dormir un poco.

En un abrir y cerrar de ojos, estaba parado en la puerta del salón azul. No era mi cuerpo, era como si fuese más alto y tuviese pelo más largo. Yo abría la puerta y comenzaba a escalar la alta reja que cortaba la calle del lado derecho, cuando unas campanas comenzaban a sonar y retumbarme los oídos. Estaba en la cima de la reja, cuando me enredaba con una de las redes de tela y me caía al piso. Sin embargo, esto no me importaba, porque tanta adrenalina tenía en sangre que no me dolía. Ya había corrido media cuadra cojeando una pierna, cuando un estruendo sonó. Al mirarme el pecho, podía ver unan gran mancha roja, al tiempo que veía como mi sangre saliendo de mi cuerpo e iba dejando un camino marcado. Caí de rodillas y seguí arrastrándome, pero otro estruendo sonó y yo caía totalmente contra el asfalto.

En ese instante, yo me desperté todo agitado de esa pesadilla, pero me asusté aún más cuando vi por dentro de la carpa que todo estaba oscuro. Me asusté muchísimo en un principio, porque había flasheado que era de noche y, al quedarme dormido, había arruinado el plan. Sin embargo, al salir, descubrí que la razón de porque todo estaba oscuro: era porque habían puesto una lona gruesa sobre todo el campamento para proteger las carpas y la fogata del diluvio que parecía largarse en poco tiempo. A pesar que la lona hacía más oscuro todo debajo de ella, el cielo estaba gris, casi negro a simple vista. Dejé todo ordenado en la carpa y salí de ella, cerrándola por completo y dejando todo listo para el plan. Cuando salí, pude ver que habían aún chicos atando con sogas y cinta la lona arriba de sillas y escaleras, así como habían algunas en . A la distancia, pude reconocer a Patricio y Carbiondi, que estaban atando unas sogas a un gancho de metal que estaba insertado en la parte superior de una de las paredes, que limitaban nuestro campamento de los patios de los otros terrenos. Pasé rápidamente sin que me vieran al pasillo, donde seguí hasta llegar a la cocina. Entré para ver si me podían decir que hora era, pero para mi sorpresa, me encontré con Victoria, que estaba ordenando unas cosas y a punto de lavar una fuente.



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En el texto hay: zombies, argentina, monte grande

Editado: 05.06.2021

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