Una extensa zona sin árboles se extiende a mi alrededor, la cueva desapareció no más me di la vuelta. Se escuchan esas voces muy cerca, tras unas piedras de gran tamaño, me acerque corriendo y solo trepo por ellas hasta asomarme ligeramente y ver a un grupo de personas, chicos y chicas discutiendo. ¿Qué hacemos todos aquí? ¿Qué es este lugar? Todo esto es muy extraño y mi sexto sentido me dice que algo está pasando y que por eso nosotros 10 estamos aquí. Observo más detenidamente a todos, hay una chica pelirroja hablando con un chico de piel canela cerca de las piedras de donde estoy escondida, dos chicos, uno con tatuajes en los brazos y otro lleno de pendientes discutiendo mientras dos chicas intentan separarlos para no llevarse unas buenas hostias. Otro chico sentado en un tronco dormitando con unas hojas sobre la cabeza y una pareja cerca de un pequeño arroyo de la zona admirando la discusión de los otros dos. Aquí hay lo más variopinto que he visto.
Termino de subir a la piedra y me siento sobre esta con mis piernas cruzadas, la chica del arroyo la cual miraba de frente se da cuenta de mi presencia y alerta a unos chicos que están con ella y como reacción el resto acaba por verme.
−No paren, tenemos todo el tiempo. –rio. –Después de todo creo que todos tenemos lo mismo en la cabeza.
−¿Quién cojones eres? –espeta un chico rubio lleno de tatuajes en sus brazos. –Llevas ahí todo el tiempo.
−Acabo de llegar.
Me levanto de la piedra y salto de esta hasta acabar frente a todos. Sus rostros me miraban extrañados, como si hubieran visto algo raro en mí.
−No me miréis así, estoy igual que ustedes. –me cruzo los brazos. –No recuerdo una mierda.
−Perfecto, otra más. –exclama el chico de pendientes en un tono sarcástico. − ¿Qué coño hacemos?
− ¿Hacemos? De eso nada, yo no voy a trabajar con ustedes.
−Alto señor tatús, aquí todos estamos perdidos. –dice una chica de cabello rizado algo molesta. –Lo menos que tenemos que hacer es separarnos en este sitio.
No tienen otra cosa mejor que hacer que empezar a discutir por cosas idiotas sin tener en cuenta que estamos perdidos en un puto bosque con los recuerdos quemados. No puedo evitar suspirar por molestia cuando de repente escuchamos un rugido rebotar por todo el bosque, mis pelos se pusieron en punta y algunos se fueron a esconder, yo al oír unos pasos también tome camino y voy a un árbol abierto rodeado de hierbabuena, donde para mi sorpresa, el chico que estaba cerca de las piedras estaba dentro. Los pasos se acercaban y no me lo pensé dos veces, solo entre a pesar del poco espacio y solo me arrodille junto a él, él iba a decir algo, pero yo lo hice callar con mi mano al escuchar como algo se acercaba a nosotros. Separo mi mano ligeramente de su boca para agacharme a ver por un agujero y unas garras acaban apareciendo por delante del árbol, cosa que me sobresalto, me eche hacia atrás chocando con él y me tape a mí misma la boca, a los segundos escuchamos un grito agonizante y un crujido. El chico que está conmigo se separó un poco para agacharse y en su rostro aparece una cara de puro espanto y horror, a lo que yo, con algo de temor en las piernas, repito su acción, pero a su lado y miro por la entrada donde a través de esta vemos a una especie de Iguana gigantesca, monstruosa, devorando a uno de nosotros diez, lo ha partido por la mitad con solo sus garras y lo estaba devorando. Vemos como medio cuerpo está colgando de sus fauces mientras que la otra mitad esta por el suelo con las tripas salidas, directamente le agarro el brazo a mi compañero y lo echo hacia tras. Nosotros aquí escondidos mientras que el resto posiblemente este también viendo esta escena sacada de una película de terror. Hay sangre por todas partes. La hierbabuena es un buen desodorante.
−Nos va a devorar. –dice en susurro.
−No del todo. La hierbabuena del árbol tapa nuestro olor, sino ya nos habría encontrado hace un rato. –menciono en voz baja. –Qué coño está pasando.
−Eso mismo me lo pregunto yo.
La iguala termina por devorar el ultimo pedazo de un chico y tras olfatear el lugar unos segundos, mira hacia nosotros, como un rayo se acerca a nuestro árbol para olfatearlo, lo único que hice aceptable fue agarrar un poco de barro del suelo, mezclarlo con hierbabuena que hay dentro y ponérmelo en la ropa como mi primer recurso de supervivencia y después ponerle al chico. Ambos nos vamos hacia atrás al ver como su nariz estaba olisqueando la entrada. Dios, si estás ahí, no seas cruel. No pudimos evitar pegarnos uno al otro, incluso sus brazos me rodearon la cintura para levantarme del suelo, rezando por no morir como ha pasado con ese chico. La respiración de esa bestia apesta a carne putrefacta, en un momento en que abre sus fauces, un brazo a medio comer se le cae de entre los dientes, cayendo delante mía, es asqueroso. Su lengua larga tipo serpiente se adentra en el agujero, buscando su comida y que, por poco, me iba a tocar la pierna derecha si no fuera por el chico que me agarra en brazos y se sube a una parte alta de las raíces del árbol, pero sé que si no lo encuentra acabaría por destrozar el árbol y nos encontraría aquí dentro. Con suerte encuentro un palo bastante grueso, con el cual, con los nervios de plomo, arrastro el brazo hacia la entrada y de un golpe lo dejo a huevos para que la iguana lo agarrara y que su lengua saliera del agujero.