❝ CHICO ENGREÍDO ❞
Un buen corazón, mata a cara bonita.
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Ya estando en el tocador, Venus lavó su rostro, cuello y brazos. Kim había salido en busca de la maleta deportiva de la morena pues allí estaba su ropa de cambio. Venus de verdad necesitaba cambiarse, por que de verdad estaba batida completamente del asqueroso lodo, ni siquiera su uniforme se había salvado, incluso se había raspado ambas palmas de las manos y sus rodillas.
Se quitó el uniforme y mojando la orilla de su playera, comenzó a limpiar el resto de su cuerpo, sobre todo las nuevas heridas que se había hecho.
La puerta del baño abrirse, le hizo sonreír. El lugar estaba frío, la luz del sol casi no entraba por las diminutas ventanas y una toalla si que le vendría bien para secarse y cubrirse.
Al dar media vuelta, y con las esperanzas de que fuese Kim, se encuentro con nada más ni nada menos que aquellos penetrantes y verdosos ojos. Alarmada, tomo su playera y se cubrió con ella lo más que pudo. Era el chico que le había tirado en el campo.
—Por un demonio —se quejó en un chasquido el morocho.
—¡¿Q-que haces aquí?! —pregunto alarmada tratando de esconder su cuerpo con la diminuta playera.
El chico la miro ceñudo y tendió ambos brazos a sus lados y contestó:
—Me he perdido, ¿Que no es obvio?
—No parece —soltó Venus—. ¡¿Que tanto miras?! —exclamo nerviosa y enojada pegándose a la pared tratando de esconder un poco su cuerpo.
El chico rodo los ojos con notable molestia.
—Por favor, ni que estuvieras tan buena —refunfuño dándole la espalda—. ¿Sabes dónde está el baño de hombres?
—Está en... Espera, ¿Que no te vas a disculpar?
—¿Disculparme? —bufo—. No tengo nada por que pedir perdón.
—Me empujaste en el campo.
—¿Y te tendí la mano, no? —rió.
—Y me volviste a dejar caer —lo corto con molestia. Este tipo le ponía los pelos de punta—. Por lo menos, una disculpa me sería suficiente.
El chico no contesto, solo se escuchó una floja risilla por su parte. Giro sobre sus talones y camino ahora en dirección de Venus con su penetrante mirada puesta en la suya.
Venus no dijo ni hizo nada, sus piernas no le respondían. Estaba tan perdida en sus ojos que su cuerpo solo reacciono para tragar la saliva que se había acumulado en su boca. El morocho llego hasta quedar frente a ella haciéndole sentir intimidada por su altura, y posteriormente, puso ambas manos en la pared sobre sus hombros dejándola sin salida. Estaban demasiado cerca, pero aun así, el chico se inclinó hasta llegar al oído de la morena haciéndola sentir y escuchar con más claridad su respiración.
Como si hubiese tanto ruido en el baño como para que ella no le escuchase.
—Mis disculpas no son como las que estas acostumbrada a escuchar —musito casi tocando la oreja de ella con sus labios.
Su voz era tan calmada pero con una gran pizca de sensualidad en sus palabras. Tan pulcro, seductor, intimidante y sucio a la vez. Venus no supo que responder, claramente su respuesta tocaba el tema del sexo, así que no habría necesidad de preguntar. La distancia entre ellos era inexistente, incluso si alguno suspirase, era probable de que rosarían de alguna manera al otro.
El morocho alejo sus labios de su oreja y la miro de frente directamente a los ojos. Venus sintió una extraña sensación de cosquilleo en su estómago y con los nervios a flor de piel, sus labios comenzaron a temblar cuando sus ojos viajaron repetidas veces desde las orbes esmeraldas del chico, a sus rojizos labios.
El aire comenzó a faltarle, incluso podía escuchar la sangre correr por sus venas gracias a aquellos latidos que se incrementaban cada vez más y más. Venus oprimió sus ojos obligándose a no verle, porque estaba muriéndose con solo hacerlo.
Literalmente estaba muriendo.
—¡Aléjate! —exigió, pero al ver que el morocho no le hacía caso alguno, lo empujo lo más fuerte que pudo y aprovecho para salir del acorralamiento.
Nerviosa, y con todo a su alrededor dando vueltas, se apoyó del lavamanos tratando de regular su respiración, pero como no podía, tomó suficiente aire y aguanto la respiración.
—Vaya, tenían razón los chicos —dijo el chico con un tono de burla y decepción.
Venus levanto su mirada viéndolo por el reflejo del espejo frente a ella; no estaba entendiendo lo que trataba de decirle con su simple mirada, hasta que soltó:
—Eres rara.
Venus bajó su rostro para no sostenerle la mirada y es que eso le hería mucho aunque no pareciera, y es que este título le había seguido desde que había entrado al colegio. Un portazo le hizo dar un saltito de susto; el chico nuevo por fin se había ido.
Sus palabras no hicieron buen efecto en ella hasta que estuvo más tranquila, y resonaron en ecos con más intensidad en su cabeza. No era necesario que alguien le dijese que era una rara, porque claro que ella misma lo reconocía.
Editado: 24.12.2019