Un par de jóvenes que llevaban unas mochilas al hombro, caminaban por una de las aceras que los llevaban al lugar donde vivían, uno tras de otro, ambos en completo silencio. A las justas se lograba oír sus respiraciones, que por momentos se confundían con el resoplido del viento, que ese día era mucho más fuerte que otros días, y ello se podía notar con solo ver el movimiento de las hojas de los árboles.
—¡Qué extraño clima¡ — dijo de repente el que iba adelante, sin detener sus pasos, rompiendo así aquel sepulcral silencio.
—Sí, bastante extraño, amaneció con sol, luego llovió y ahora se siente frio — respondió una joven de trenzas.
—Así es Dani, el clima esta medio loco — agregó Mati, deteniendo sus pasos bajo la sombra de un árbol, haciendo una pausa para añadir — Creo que hasta aquí te acompaño.
—Bien Mati — dijo la joven, con calma.
—Nos vemos Dani — acotó el joven de corte militar, mientras acercaba su rostro al de su amiga para despedirse de ella, con un fugaz beso en los labios, luego de ello hecho a correr, no dándole tiempo de decir nada a la joven, solo dejándola con el corazón latiéndole a mayor velocidad que antes.
—«No comprendo, ¿qué soy para ti?» — pensó Dani, con la mirada un tanto confundida, mientras veía alejarse a su amigo, al tiempo que llevaba sus manos a la altura de su corazón, como si con ello este pudiera volver a normalizarse.
La joven camino ensimismada en sus propios pensamientos. Ella no comprendía que tipo de relación tenía con su mejor amigo, de lo único de lo que ella estaba segura, era que lo amaba, si, lo amaba, lo amaba, ¿qué otra cosa podría ser lo que ella sentía cada vez que él estaba cerca suyo?, ¿qué más podría ser?
Dani ensimismada en sus propios pensamientos llego a la casa de su tía, su única pariente y con quien vivía desde que perdió a sus padres en un accidente de bus, cuando solo era una niña de 6 años. Los pocos recuerdos que Dani tenía de sus padres lograban mantenerse por el álbum de fotos familiar, ya que los momentos pasados con ellos parecían que cada día se iban esfumando más y más con el tiempo, a pesar de ello Dani, atesoraba con mucho cariño el recuerdo de sus padres. Ella no podía quejarse de su tía, su relación con esta era bastante buena. Dany consideraba a su tía como una segunda madre, y la mujer consideraba a Dany como la hija que nunca pudo tener, y por ende la conocía bastante bien, sabía cuándo estaba: alegre, preocupada, tensionada o triste, como en ese momento que la vio entrar a la casa, con el rostro cabizbajo.
—¿Qué tal tú día Dani? — preguntaba una mujer de cabello marrón recogido en un moño alto, y que llevaba puesto un mandil de plástico sobre su vestido, y que se encontraba colocando algunas cosas en una mesa.
—Tranquilo tía — respondió la joven levantando su rostro, mientras forzaba una sonrisa en este.
—Ya sabes cualquier problema que tengas, yo estoy para escucharte y aconsejarte — agregó con calidez la mujer.
—Lo sé tía, pero como te dije tuve un día tranquilo, no tuve ningún contratiempo en este, salvo este loco clima— dijo la joven, mientras continuaba su camino hacia el lugar donde estaba su habitación.
Dani camino hacia su habitación, la cual estaba ubicada tras el ambiente que servía de almacén de la pequeña tienda que tenía su tía, entro a está, cerró la puerta, dejo su mochila sobre una silla de madera y se arrojó sobre su cama, al tiempo que unos recuerdos pasados hace algunos días venían a su mente, haciendo que su corazón empezará a latir con mayor fuerza.
-.Recuerdo.-
Un grupo de jóvenes estaban dentro de un aula en círculo tomando unos acuerdos que parecían de suma importancia.
—Pero, ¿por qué yo? — decía confundida una joven de trenzas, mientras un grupo de jovencitos la miraban.
—Porque eres su amiga, además eres la única de todos los presentes que tiene las llaves del almacén — respondía con cierta ironía una joven de cabello negro ensortijado, mientras la miraba fijamente poniéndola incomoda.
—Cierto —acoto una joven de cabello rosa. Eres la única que puede entrar allá, el maestro te encargo las llaves a ti — añadió.
—No es necesario que vayas Dani, yo iré a dejarlo solo, solo tienes que darme las llaves — decía un joven de corte militar.
—Pero….
—No te preocupes Dani, iré solo — agregaba Mati.
—No, iré contigo Mati, necesitaras que alguien te avise por si el maestro se acerca — respondió la joven, haciendo una pausa para agregar — Además, tú solo no lo rompiste, lo hicimos todos.
—Así es primo lo hicimos todos, pero tú eres el más audaz del grupo por ello te dimos la misión de dejarlo en el almacén, además Daniela tiene razón, no podrás hacerlo solo, necesitarás de alguien que te avise si el profesor está llegando, por ello debes aceptar su compañía — acotaba el joven de piel bronceada, mientras el joven de porte militar parecía meditar su respuesta.