Sonriendo con educación, aunque algo forzadamente, Ruth se adelantó para franquear el umbral del local. Las apariencias exteriores no engañaban: aquel debía de ser uno de los establecimientos más caros con diferencia de toda la ciudad.
En cuanto escogieron mesa y se sentaron, un camarero se apresuró en su dirección, preguntando qué iban a tomar. Por primera vez, Ruth cayó en la cuenta de que sus conocimientos sobre bebidas y cócteles eran igual de escasos que el resto, en lo que a vida social se refería. Pero, por suerte, iba acompañada de alguien que sí parecía saber del tema. Así que, con media sonrisa –esta vez, algo más sincera, probablemente provocada porque cada vez que sus iris de cristal se cruzaban con los de él, marinos e insondables, pensaba que todo podía ser posible si seguían tan cerca uno del otro– Ruth se giró hacia él y enarcó una ceja en su dirección, a la vez que su mente formulaba un pensamiento.
«Tú mandas».
* * *
—¿Lo de siempre, señor Marquath? —preguntó el recién llegado, un muchacho llamado Tommy, si la memoria del Hijo de Mercurio no le fallaba. Por toda respuesta, Akhen esbozó una ligera sonrisa y asintió de una cabezada. Su combinado predilecto era el Violet Season, una mezcla de potente vodka suavizado con la dulzura del licor de mora. Dejó entonces que su mirada se enroscase en la de Ruth y la calibró: ¿qué bebida le iría bien a una chica como ella, fuerte, pero auténtica, inocente pero valiente? — y un Firework para la señorita.
Whisky, no estaba seguro de que a ella fuera a gustarle, pero lo había dejado en sus manos, de manera que era su obligación tomar aquella decisión.
—Muy bien, señor.
El chico rondaría los veinte años y su rostro surcado de pecas se mostraba sonriente y apacible. Hizo una reverencia y se marchó por donde había venido. El rubio heredero lo siguió con la mirada para verlo perderse tras la elegante barra en la que prepararía los pedidos. Aprovechó para curiosear por el establecimiento, lo que hizo que tuviera que repartir inclinaciones de cabeza aquí y allá. Cuando finalmente volvió con Ruth, negaba con la cabeza, había estado ciento de veces en aquel local cerrando tratos junto a su padre, era lógico que todos lo conocieran. Por alguna razón le pareció adecuado explicárselo a ella.
De ahí que sus dedos juguetearan como por casualidad con los de ella para captar su atención de modo directo.
—Vengo a menudo aquí con mi padre —señaló, acariciando la mano de la joven con delicadeza—. Le gusta traerme porque dice que hay cosas que los hombres debemos aprender —dijo y se separó de la muchacha, porque acababan de traerles las bebidas. Agradeció la comanda y rodeó el morado líquido de su enorme vaso con los dedos—. Ruth, hay algo que quiero hablar contigo y no estoy seguro cómo empezar...
¿Cómo se supone qué le dices a una chica a la que has visto dos veces algo tan extraño? Suspiró y encaró su mirada, ¿qué pensaría sobre lo que acababa de decirle?
* * *
Firework... El nombre no sonaba mal, por lo que Ruth sonrió y asintió sin dejar traslucir en su rostro ni una pizca de inseguridad. Mientras traían las bebidas, se fijó en que Akhen miraba a su alrededor. Al parecer, devolviendo algún que otro saludo. Sin saber por qué, los que recibió de las dos o tres mujeres que se encontraban en el local no le gustaron lo más mínimo a la joven princesa. Daba la impresión de que, en los gestos de ellas, había un significado implícito mucho más poderoso que la simple cortesía. De nuevo Ruth se sintió avergonzada por su ignorancia con respecto a los hombres. Cierto que alguna vez había besado a alguno cuando era una adolescente –cocineros, sirvientes... En general, hombres que vivían en la fortaleza y con los cuales era sencillo tener escarceos sin mayor trascendencia–; pero, cuando llegaba el momento de dar un paso más, ella siempre retrocedía. Puesto que, no en vano, la habían educado así.
«¿Se habrá acostado con otras mujeres?», se preguntó para sus adentros, sin cuidar de proteger su mente ya que él parecía distraído y no estaba segura de si realmente lo escucharía.
Pero la respuesta llegó por parte de su subconsciente como un huracán.
«Claro que sí, Ruth. El resto del mundo no tiene tus limitaciones con respecto a acostarte con la gente...»
En ese instante la joven se tensó, temerosa de que lo hubiese escuchado y de ver peligrar su relación con él. ¿Qué pensaría un hombre de mundo como él de ella cuando se enterase de que...?
Ahí, la atención de Akhen volvió a centrarse en ella y la princesa sacudió la cabeza para tratar de disipar aquellos negros pensamientos. Sus dedos acariciaban los de ella, haciendo que un escalofrío de placer recorriera su espalda. Sin embargo, cuando le dijo aquello de que su padre le llevaba a aquel lugar porque los hombres había ciertas cosas que debían aprender, Ruth tuvo que reconocer que su ansiedad aumentó de forma exponencial.
Akhen interrumpió el contacto físico entre ambos en cuanto llegaron las bebidas. Tratando de recuperar una respiración normal y camuflar sus emociones, Ruth dio un sorbo a su cóctel, alabando mentalmente el buen gusto de su acompañante. La bebida tenía una mezcla de sabores dulces y a la vez picantes que, sin saber por qué, la calentó por dentro. Aunque su nerviosismo se disparó del todo en el momento en que me dijo que tenía que hablar con ella y no sabía por dónde empezar. No estaba segura de estar preparada para lo que él tuviese que decir. Sin embargo, la joven logró magistralmente camuflar su tensión tras una sonrisa expectante a la vez que respondía:
—Espero que no sea nada grave —Y, a la vez que volvía a acercar sus manos y apretaba sus dedos entre los de ella tratando, no sabía por qué, de infundirle cierto valor, agregó—. Adelante. Soy toda oídos.
* * *
«Como si fuera tan fácil», se dijo a sí mismo el Hijo de Mercurio, pasándose la lengua por los labios.