Al Atarceder

No venderé

El namek por fin entendió porque era así la personalidad de Cynthia, cuando estaba con su padre tenía que ser ruda; y callada y controlada con su madre. El resto de la velada fue tranquila, ella cenó mientras él tomaba agua, conversaron un poco, luego se sentaron en la entrada de la casa con una agradable taza de té.

Durante varios fines de semana el guerrero fue donde la profesora de manejo, siempre llegaba al atardecer, y se quedaba hasta entrada la noche, ahora se sentía cómodo, ella no le hacía preguntas tontas, o indiscretas, conversaban poco, pero no se complicaba ni se aburría a su lado.

Hasta que un día que estaban en la entrada de la casa llegó un tipo de traje, bajo, con una sonrisa que no perdía por nada, venía en un auto lujoso, sus brazos los puso en su espalda.

— Que bueno verla, Srta. Cynthia — saludó a la dueña de casa primero, luego miró Piccolo con frialdad — buenas tardes.

— Buenas tardes — respondió el de piel verde, con el ceño fruncido.

— Buenas tardes Sr. Reitoko ¿Quiere una taza de té?

— Sí, gracias — respondió el sujeto.

Al namek no le gustó su presencia, le recordaba a alguien, pero no lograba acordarse a quien.

— Supe que tuvo un problema con unos vándalos — indicó el visitante mientras recibía la taza.

— Nada importante — respondió sonriente la mujer.

— Es una pena que viva tan lejos de la ciudad, sería más seguro para usted vender este lugar tan aislado, yo le compraría estas tierras, así podrá mudarse donde esté más segura.

— Se lo agradezco, pero prefiero quedarme en mi hogar.

— Humm — terminó con su té de un trago — es una pena, si cambia de opinión, le dejo mi tarjeta.

— Gracias.

La joven lo despidió con la mano, sonriente, dejó la taza en una mesita y volvió a sentar en la mecedora.

— ¿Por qué lo trata con tanta amabilidad? — preguntó extrañado Piccolo.

— Mi madre me enseño que hay que ser educada con todos, y papá que hay que tener a los amigos cerca y a los enemigos más cerca. Estoy segura que se aburrirá de venir a ofrecerme comprar mi casa.

Unas tardes después el hombre de la piel verde sintió el ki de la mujer muy alterado, cuando llegó a la casa había un incendio en parte del techo, ella estaba tratando de llevar un contenedor grande con agua que estaba en el patio para apagar el fuego, pero era muy pesado, él bajó, lo tomó y controló las nacientes llamas inmediatamente, por eso el incidente no pasó a mayores.

— Muchas gracias — dijo la dueña de casa.

El namek vio pisadas de personas por donde empezó el fuego.

— Esto no fue un accidente — le señaló.

— Lo sé, el padre del Sr. Reitoko intentó lo mismo con papá, incluso trato de secuestrar a mamá, para protegernos mi padre tuvo que mandarnos lejos un tiempo, ya cuando se dio cuenta que no vendería hiciera lo que hiciera, ese tipo dejo de insistir.

— ¿Por qué no hace la denuncia a la policía?

— Él es muy poderoso, ninguna autoridad hará nada ¿Quiere una taza de té?

— Sí, gracias.

Como siempre conversaron un poco, se sentaron en las mecedoras, mientras por fuera el guerrero estaba calmado, por dentro su mente no dejaba de pensar.

— Muchas gracias de nuevo.

— De nada, gracias a usted, Sr. Piccolo — le sonrió.

Durante los siguientes días, cada cierto tiempo Piccolo vigila el ki de la mujer, todo iba normal hasta que una tarde sintió que bajó hasta casi desaparecer. Voló lo más rápido que pudo, cuando llegó al lugar, el auto de la profesora de manejo estaba en medio de la carretera, abierto y sin nadie a la vista, se elevó y buscó alguna señal, cerca en un galpón sintió la presencia débil de Cynthia, cuando llegó espió a través de un ventanal en el techo.

— Que bueno que despertó, así podrá firmar el documento y preparar todo para su mudanza — dijo el jefe de los malhechores, el Sr. Reitoko.

— No lo haré — la mujer mantenía su tranquilidad.

— ¿Por qué insiste en negarse? Sabe que tarde o temprano esos terrenos serán míos, solo lo hace más difícil — el hombre de terno quería ser conciliador.

— No me interesa que piense, nunca firmaré.

— Si no lo hace nunca saldrá de aquí... al menos con vida.

Luego de un momento en silencio.

— Está bien, lo haré.

Pero cuando la soltaron, tomó una escoba que había cerca, y golpeó a los hombres, su expresión era hosca, pero uno de ellos logró tomarla de los brazos desde la espalda y la dejó inmóvil.

— Es una pena, no la encontrarán más, el gobierno tomará sus tierras al no tener herederos, y las compraré por una miseria — la miró molesto — le doy la última oportunidad, firme y evitemos llegar a esos procedimientos tan... bárbaros.

— No — la mujer volvió a su carácter sereno.

— Que lástima, no quería llegar a esto, pero... procedan.

Cuando un gigante gordo se acercó a la mujer, del techo cayó el namek, dejó inconsciente a todos los matones. Se acercó lentamente al hombre bajo de traje, que seguía impasible con las manos en la espalda.

— Que tenemos aquí, un guardaespalda — dijo con tono irónico.

— No importa quién sea yo, lo importante es que a esta mujer no le tocarán ni un pelo, sino... — tiró una bola de energía a un cajón de madera que se incineró inmediatamente — ¿Entendiste? — dijo mientras contenía su enojo.

— Perfectamente — cuando el hombre de piel verde fue a tomar a Cynthia para irse, el otro sacó una pistola y le disparó al cuerpo y la cabeza — pero que... — estaba sorprendido.

Las balas rebotaron, el guerrero se dio vuelta y levantó al tipo de las solapas del traje, al tenerlo tan cerca por fin logró recordar a quien le recordaba ¡¡Era una versión humana de Freezer!!

— No vuelvas a molestarme o a ella, o la próxima vez no me controlaré — usó el láser de sus ojos, calentó el arma hasta que el tipo tuvo que soltarla, en el piso terminó de derretirla, luego lo deja caer — vámonos.



#6068 en Fanfic

En el texto hay: peligro, amistad, te

Editado: 29.06.2020

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