Al borde de la obsesión pero es amor

UNO

Un amante conoce solo la humildad, no le queda más.

Se escabulle entre tus caminos en la noche, no le queda más.

Ansía besar cada mechón de tu pelo, no se irrita.

No le queda más.

 

Nicholas recibía los aplausos al final de una función llena de éxito, se lo dejaba claro los halagos que le ofrecía un público de pie. La adrenalina corría desbocada por su cuerpo al ver cómo después de ocho funciones consecutivas en Broadway, seguía con las mismas energías, con esas ganas de ofrecerle más a ese público que lo había consagrado como uno de los actores más famoso de la época. Su vida en el plano laboral era envidiable, pero en lo personal no era más que un desastre.

Su mirada llena de desprecio disimulado se ancló unos segundos en la pelirroja en primera fila, más que todo por curiosidad y comprobar que no había faltado una sola noche a ninguna presentación de la obra, y eso lo llenaba de rabia. Era evidente que sutilmente lo acosaba, que seguía encaprichada con él como en la adolescencia. Cada vez que la veía recordaba que a causa de su estupidez le había tocado separarse inesperadamente de Michelle.

El grupo de actores terminó de agradecer y se perdieron tras el telón. Nicholas se fue directamente al camerino, no tenía ánimos de ofrecer ninguna entrevista, ni mucho menos lidiar con fanáticas, tal vez rehuyendo de un posible encuentro con Audrey Davis, y evitar ser grosero delante de algunos críticos que no conocían el pasado que lo ataba a esa mujer.

Odiaba las noches de verano, porque la humedad era insoportable. Al llegar a su lugar de paz, se encontró con la botella de champagne que siempre le esperaba. Se quitó el vestuario quedándose sólo con las mallas negras y descalzo. Agarró una liga y se recogió su cabello castaño que le llegaba a los hombros, sintiendo algunas hebras en la nuca húmedas a consecuencia del calor y por tanta indumentaria que debía utilizar al interpretar al personaje.

Agarró una copa y la llenó a la mitad; le dio un gran sorbo a la bebida y regresó la copa sobre la peinadora mientras revisaba las tarjetas enviadas por las seguidoras. Todas le expresaban el amor que le tenían, pero ese amor no lo llenaba, no de la manera que él esperaba.

—¡Felicidades! —Se dejó escuchar una voz femenina, que él inmediatamente reconoció, pero también notó que había cambiado, tal vez porque ahora era toda una mujer y el tono ronco que poseía provocó que se le erizaran los vellos de la nuca.

—¿Qué haces aquí? ¿Quién te dejó entrar? ¡Largo de aquí Audrey! —Nicholas le exigió con rudeza, poniéndose de pie rápidamente.

Ella no podía reaccionar a las groserías de él. Tal vez al ver el torso desnudo de Nicholas y constatar como el cuerpo se había formado completamente y ya no era el de un adolescente precoz. Ahora era todo un hombre… hombre en toda la extensión de la palabra. Lo comprobó al echarle un vistazo y ver cómo se le marcaba muy bien la malla negra en la entrepierna, logrando que el aliento se le atascara en la garganta y naciera con demasiada fuerza una necesidad por aferrarse a esos hombros anchos y fuertes.

Las facciones endurecidas del rostro de Nicholas lo mostraban más atractivo, más masculino, atrás muy atrás quedaron esos rasgos dulces que poseía. Siempre le había seguido la pista por las revistas y diarios, pero la semana pasada fue que se dio a la tarea de luchar, de dar el todo, por el todo. Al descubrirse siempre suspirando cada vez que lo veía en alguna fotografía que verdaderamente no le hacían justicia, comparándolo con tenerlo en frente a menos de un metro y con la posibilidad de palparlo centímetro a centímetro.

—¿No escuchas? Largo de aquí, ¿o prefieres que te saque yo mismo? —La voz de Nicholas se fundía en sus oídos, y era la más grande de las masoquistas porque le gustaba esa potencia con la que le hablaba.  

—Solo he venido a felicitarte por la interpretación —le dijo acercándose lentamente, tanteando poco a poco el terreno.

—Ya lo has hecho, ahora puedes largarte. —Se dio la vuelta con el único propósito de ignorarla.

—No quiero irme, quiero que tú me saques.

Audrey no recibió ninguna palabra, solo lo vio volverse y encaminarse peligrosamente hacia ella, iba a sacarla, de eso no tenía la menor duda, por lo que se tensó en el lugar, tratando al menos darle la pelea y hacerlo esforzarse un poco.

Nicholas la sujetó por el brazo y ella sentía que su intención de clavarse en el suelo estaba dando resultado; al parecer, él no quería ser brusco.

—¿Qué quieres Audrey? Te he dicho que te largues. —Sus ojos azules refulgían ante la rabia que sentía por ella.

Esa mujer era merecedora de su odio, por rastrera, por tramposa. Ella con su engaño había logrado que la familia de Michelle los separara. Les hizo daño sin importarle que fuese su prima.

—Te quiero a ti… Te deseo Nicholas, no voy a andar con rodeos, quiero que me abras las piernas y te hundas en mí, siempre lo he deseado. —Le dijo con la mirada miel, en la zafiro.

Nicholas no pudo controlar las extrañas olas de excitación que lo recorrieron sin piedad, y desafortunadamente el efecto que causaron las palabras de Audrey, empezó a evidenciarse en su entrepierna que palpitaba sin control. Nunca una mujer le había pedido de manera tan descarada que se la llevara a la cama.



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En el texto hay: pasion, amor, venganza

Editado: 24.02.2021

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