Al borde de la obsesión pero es amor

CATORCE

Te deseo más que al alimento o a la sed a mi cuerpo,

a mis sentidos o a mi mente. 

 

El salón de recepciones del hotel Beverly Wilshire, se encontraba en todo su esplendor ofreciendo la fiesta de despedida de la compañía de teatro, casi todos los integrantes que se encargaron de que, Drácula fuese un rotundo éxito en California.

Se encontraban en el lujoso salón decorado en colores blanco y dorado, amenizado por una banda que los entretenía con Jazz, mientras algunos conversaban y otros bailaban, compartiendo como la gran familia que eran, y otros como parejas que se habían consolidado en los escenarios.

Audrey no sabía que Nicholas tuviese un gusto tan exquisito cuando de escoger ropa femenina se tratase, la había sorprendido por la tarde con el vestido que llevaba puesto, una prenda que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, en negro que dejaba sus hombros desnudos, haciendo resaltar hermosamente el color de su piel y ante sus movimientos más ligeros destellaba ante la pedrería con la cual estaba hecho.

Aun cuando ella había llevado elegantes vestidos y él lo sabía, decidió regalarle lo que para cualquiera sería una obra de arte, Audrey era una especialista en el arte de seducción, sabía que a Nicholas le enloquecía su cuello, por lo que se hizo un peinado alto, pegado a su cuero cabelludo pero en el centro se elevaba con un cúpula, adornado por una sencilla diadema de diamantes y perlas, que le había regalado su suegra y era una de las pocas joyas con las que viajaba.

Nicholas quien batallaba con el lazo de esmoquin, se quedó inmóvil e impresionado sin poder disimularlo, tragando en seco para pasar las emociones que se despertaron al ver a la pelirroja, que tenía la grandeza de no solo ser elegante, sino que poseía una sensualidad que podría enloquecer a cualquier hombre.

—¿Te ayudo? —preguntó la chica, rompiendo el silencio y encaminándose al ver que él no reaccionaba.

—Sí… sí por favor. —pidió observándola más de cerca, cuando se paró frente a él, sintiendo cómo esa sirena lo encantaba con su perfume y escote, donde fijó su vista, después de recorrer con la mirada el rostro y el cuello en el cual percibió a un lado los latidos, esos que les gustaba sentir sobre sus labios cuando lo acariciaba—. Estás… te ves… muy bien. —Fueron sus palabras después de haber pensado que decir, no quería expresarle el descontrol que había causado en él.

—Gracias —dijo ella, y le regaló una sonrisa, mientras intentaba hacer el lazo con el corbatín—. No me gusta este lazo. —Le hizo saber, halándolo del cuello de él.

—Es un esmoquin, Audrey —acoto retomando a medías su control.

—Sí, ya lo sé, pero seguro todos estarán vestidos de la misma manera, por ende, todos parecerán meseros —le dijo con seguridad y se encaminó, mientras Nicholas la miraba desconcertado.

Audrey de dirigió al armario donde estaba guardado su equipaje y se puso de cuclillas, mientras rebuscaba en uno de los baúles, encontrando la caja rectangular de terciopelo negro por fuera y roja por dentro.

Regresó donde estaba Nicholas parado y observándola sin comprender, colocó la caja sobre la cama y la abrió sacando una prenda.

—¿Y eso? —preguntó el joven al ver lo que ella sacaba.

—Es un plastrón de seda hindú. —Le hizo saber, mientras le tendía la prenda negra.

Nicholas la agarró y con sus manos acarició la seda observando las líneas que la atravesaban de manera diagonal.

—Son hilos de plata. —Le aclaró Audrey, él elevó la mirada y ella comprendió la pregunta en sus ojos—. Te lo regalo, es tuyo… —Pero al ver que no era eso a lo que él se refería continúo—: Era un regalo para un amigo, pero no importa, se conformara con cualquier otra cosa. —respondió y le quitó la prenda a Nicholas de las manos, dejándola nuevamente sobre la cama.

El plastrón lo había comprado en la india para regalárselo a Malcom el día de la boda, pero sintió que Nicholas lo merecía y que a él se le vería mucho mejor, por el color claro de sus ojos y

el oscuro de sus cabellos.

—Gracias, Audrey, pero no puedo aceptarlo —le dijo mientras negaba con la cabeza.

—No puedes… bueno lo siento por ti, pero tienes que aceptarlo, sino me quitaré este vestido y bajaré con el albornoz…—Hablaba y él intervino.

—Es que no es cualquier cosa, esa prenda debió costar una fortuna, seguro puedes comprarte tres vestidos como el que llevas puesto.

—En la India no es tan costoso —le dijo—. Ven acá. —le pidió tomándolo de la mano y acercándolo más a ella—. Esta camisa blanca tampoco me gusta. —Empezó a desabotonársela, se la quitó y la lanzó sobre la cama y se encaminó al armario de él, donde había visto una negra con cuello y puños ingleses.

—Pero voy a estar todo de negro. —Le hizo saber mirándola a través del espejo.

—Eres Drácula, tienes que resaltar… no vas a estar igual que todos, no mientras sea yo quien te acompañe… —Ella se volvió y se quedó observándolo de espaldas como se le veían los omoplatos y los hombros con la camisilla, la cintura y el trasero, sonrió y se encaminó con la camisa en mano, se detuvo muy cerca de él rozando con sus senos la espalda masculina y al oído le susurro—. Tienes un culo perfecto.



#28900 en Novela romántica
#3230 en Novela contemporánea

En el texto hay: pasion, amor, venganza

Editado: 24.02.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.