Al borde de la obsesión pero es amor

DIECIOCHO

Salieron del lugar y abajo los esperaba el auto de Nicholas, subieron y arrancaron. Se mantuvieron en silencio, mientras cada uno ponía en orden sus ideas, tratando de comprender la locura en la que estaban envueltos y las verdades que les estrellaron en la cara.

Audrey se llevó las manos al rostro y lo cubrió dejando caer pesadamente la cabeza sobre sus rodillas, quedando hundida en el montón de encaje del vestido de novia, le costaba creer que Malcom le hubiese hecho tal vileza, él sabía muy bien que ella odiaba a Michelle.

Lo sabía, y entonces algunas cosas empezaron a encajarle, como cuando él la defendía, sutilmente, pero lo hacía y le vio la cara de estúpida por tanto tiempo, dos años, fueron dos años y ella que muchas veces se reprochaba su comportamiento con Nicholas, hasta supo que tenía conciencia, porqué se sentía mal por su prometido, quien no era más que una rata asquerosa.

Al menos ahora tenía una carta bajo la manga, si alguno quería reprocharle su actitud de escaparse, sabría perfectamente por donde atacar, y no podía evitar sentir que las cosas a pesar de ser algo inesperadas para ella se dieron de la mejor manera.

—Si quieres puedes llorar —susurró él, con la mirada en el camino.

Audrey al escuchar la voz aterciopelada de Nicholas, elevó la cabeza lentamente y se quedó observándolo por unos segundos.

—¿Llorar? —preguntó ella, y soltó media carcajada—. Crees que quiero llorar, cuando nunca en mi vida he estado más feliz… —dijo incorporándose un poco, rodeando con sus brazos el cuello de Nicholas. Le depositó varios besos en la mejilla y le encantaba sentir sobre estos la piel de él que le dejaban saber que estaba riendo—. Me trago mis palabras —susurró en el oído del castaño—. Tienes más pelotas que cualquier hombre que haya conocido. —Le confesó succionando el lóbulo de la oreja.

—Pensé que te había afectado lo que dijo tu marido… Intenté llegar antes de que te casaras, pero no pude. —Le explicó ronroneando e intentando mantener el control del volante ante las piruetas que Audrey hacía en su oído con la lengua.

—Apenas me lo dijo no me lo pude creer, pero como él no me importa, ahora me da igual… ¿A ti te importa? —inquirió metiendo su mano través de la camisa de Nicholas y acariciándole el pecho, sintiendo cómo las tetillas de él demostraban que lo estaba excitando.

—Si lo dices por Michelle… No, no me importa, solo espero que sea feliz con él —dijo con toda la sinceridad—. No sé qué me hiciste, que solo me importas tú.

Audrey se alejó y dejó libre un grito de satisfacción, ante lo que él le regaló media carcajada.

—¿Te vas a poner romántico? —preguntó acercándose nuevamente y besándole el cuello—. ¿Me vas a decir lo que sientes por mí?… Di que estás loco por mí. —Le pedía bajando su mano y apoderándose de la entrepierna, acariciándola con frenesí.

—Estoy conduciendo Audrey… ¿Por qué no empiezas tú? —inquirió divertido.

—Solo si me dices qué pasó con Susana… No quiero competir ahora contra una inválida manipuladora —expuso dejándose caer sentada y cruzando los brazos sobre su pecho como una niña malcriada.

—Se acabó. —Fue la respuesta de él—. ¿Acaso no has visto los diarios? —inquirió con burla.

—No… no los he visto, pero te toca ahora decirme cómo te enfrentaste a ese terremoto obsesivo.

—No me enfrenté, solo me dejó una carta, diciéndome que estaba cansada de mis infidelidades, que alguien le había dicho que a la gira me llevé a la mujer con la cual me quedé encerrado en el camerino, que fue la misma que me citó en un edificio abandonando y donde nos vio tener relaciones como si fuésemos animales famélicos, fueron esas sus palabras expuesta en la carta, y que esa mujer se hizo pasar por su amiga… —Desvió la mirada a Audrey, quien boqueó como pez fuera del agua.

—Yo… yo… no le dije… —Dejó libre un suspiro ante la mirada de Nicholas—. Bueno sí, está bien, yo se lo dije, la cité para que viera que tú no la querías, para que abriera los ojos, pero exageró con eso de que parecíamos animales famélicos, ¿crees que lo parecíamos? —indagó mordiéndose el labio inferior, y Nicholas solo elevó una ceja a modo de sarcasmo—. ¿Y qué más pasó?… No me lo creo, ¿Solo eso, se fue y ya? ¿Ni siquiera te dio pelea?

—No… nada más, cuesta creerlo, pero quien rompió el compromiso fue ella, y yo ni enterado, lo hizo un día antes de que yo llegara. Se escapó, se fue sin más, su madre tampoco sabía nada, la encontré desconsolada, bueno de por sí su madre exagera, pero estaba algo afligida, porque en la carta que le dejó a ella le informó que se había ido con Axel, para ser feliz. —Hablaba, muy tranquilo como si se hubiera quitado ese gran peso que llevaba encima.

—Axel. ¿Quién es Axel? —preguntó la pelirroja, sin poder creer que Susana se hubiese escapado con otro hombre.

—Axel era el chofer que yo mismo le había contratado —dijo y no pudo evitar sonreír sin ganas.

Pero Audrey soltó una reverenda carcajada, de la cual él se contagió.

—¡Y yo que pensaba que era la maldita! La zorrona… mira las dos estrellas que nos salieron hoy, nosotros estamos de biberón Nicholas —decía en medio de las risas, y en ese momento se quitó el velo, arrojándolo al aire para que el viento se lo llevase, mientras el auto se mantenía en marcha—. ¿Qué vamos a hacer ahora?



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En el texto hay: pasion, amor, venganza

Editado: 24.02.2021

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