Al Borde Del Abismo

CAPÍTULO 2

Después de la mala noche que pasé me levanté un poco desanimada y sin ganas de hacer nada, ni siquiera tenía fuerzas para salir de la cama. No obstante, me obligué a mi misma a espabilarme y atender mis responsabilidades. Me arreglé, cogí mis cosas y me fui en dirección a la universidad.

Durante el camino estuve sumida en mis pensamientos.

Al llegar, fui directamente a las taquillas para sacar mis cosas rápidamente con la intención de ir directamente hacia la clase. Pero hoy parecía que el mundo conspiraba en mi contra porque mientras estaba guardando los libros en mi mochila, alguien chocó conmigo haciendo que la otra persona y yo perdiéramos el equilibrio.

- ¡Perdón! - exclamamos al unísono.

Se le caído las cosas así que en cuanto pude recomponer mi compostura le ayudé a recogerlo todo.

- Gracias - me dijo

La verdad es que parecía maja. Su figura era increíble: pelo rubio, ojos azules, alta, esbelta ... Parecía sacada de una revista.

- No hay de que - le respondí al acabar de recopilar los últimos papeles que estaban esparcidos por el suelo.

Después de darme las gracias y pedirme perdón por última vez cada una se fue por su lado.

***

Cuando sonó el timbre me apresuré a guardar mis cosas en la mochila para dirigirme a mi tercera clase del día. Al llegar, me dirigí a mi sitio habitual y esperé pacientemente a la profesora.

- Buenos días chicos - saludó alegremente anunciando su llegada

De repente, noté que alguien se acercaba y se sentaba a mi lado. Era una niña cuyo aspecto me resultaba familiar.

¡Claro, era la chica con la que me había tropezado antes!

Por lo que explicaron, era una nueva alumna que le cambió el horario y que en resumen ahora iba a estar en unas cuantas clases con nosotros.

La profesora se puso a escribir algo en la pizarra y al instante, noté que alguien me tocaba el hombro. Giré la cabeza, era la nueva.

- Hola, siento molestarte pero, ¿me podrías prestar una hoja? - susurró.

- ¿Eh? Claro claro, aquí tienes - le tendí el folio.

El resto de la clase sucedió con normalidad. Al sonar el timbre comenzó a recoger mis cosas. Sin embargo, cuando iba a salir una voz me detuvo.

- ¿Te importa que te acompañe en el recreo? - me preguntó.

Me quedé unos instantes pensando. ¿De verdad me acababa de decir eso? Era muy raro que alguien se ofreciera a pasar el rato conmigo.

- Está bien - dije dubitativa.

Salimos las dos de clase y nos dirigimos a la zona del patio. Por el camino, pasamos por la zona de la cafetería.

- ¿Vamos? - me preguntó ella.

- Okey -

Cuando llegamos, esta empezó a pedir cosas. Cuando se las entregaron, me miró con una ceja enarcada.

- ¿Tú no pides nada? -

Si supieras ...

- Esto ... no tengo dinero - mentí.

- ¡Habérmelo dicho antes, te puedo prestar un poco! - respondió alegremente.

- ¡No, no, no hace falta! - contesté alarmada

- No importa, déjame comprarte un café al menos - me guiñó un ojo.

Y así sin más me lo compró.

Al salir de la cafetería, llegamos finalmente al patio. Como no sabía muy bien que íbamos a hacer decidí sentarnos en una de las mesas que había por allá.

Nos quedamos calladas durante lo que pareció una eternidad hasta que ella rompió el silencio.

- Creo que no nos habíamos presentado - hizo una pausa - soy Stacy.

- Y yo soy Fayna.

- Cuéntame, ¿te está gustando la universidad?

Lo medité unos segundos ...

- Bueno no está mal.

- ¿Y no hablas con nadie? - me dijo de repente.

Más silencio.

- Me gusta más estar sola - respondí al cabo de un rato encogiéndome de hombros.

Hubo un momento de silencio.

- ¿Tienes planes para esta tarde? -

Un momento, ¿está insinuando lo que creo que está insinuando? ¿Enserio?

- La verdad es que no - dije con una ligera nota de duda.

- ¿Te apetece hacer algo?

La miré confusa.

- Es decir ... - se aclaró la garganta, un poco incómoda por la mirada que le estaba echando - si quieres, claro.

Wow, de verdad no me esperaba eso.

Rumié un poco. Nunca nadie se había acercado a mí para proponerme quedar, no podía rechazar una oportunidad como esa. Además, no tenía nada mejor que hacer.

- Me parece bien, ¿a qué hora? - respondí.

- ¿Te parece bien al salir de clase? - dijo dubitativa.




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