Al cuerpo lo que pida

Capítulo 1

—Tenemos los resultados de los exámenes —escucho al doctor decir mientras toma asiento en su escritorio. 

Noto que mis padres se encuentran un tanto nerviosos, pero decido fijar la vista de nuevo hacia el doctor, quien suspira antes de profanar: 

—Su hijo tiene un problema complicado en los riñones, conocido como Atrofia renal bilateral. Además de presentar una lesión parieto-oxipital izquierdo, con Atrofia de corteza. Debe iniciar el tratamiento cuanto antes, de lo contrario no les aseguro que pase de la adolescencia. 

—¿Qué quiere decir con esto, Doctor? —Pregunta mi padre a punto de alterarse. 

¿No pasaré de la adolescencia? ¿Qué significa eso?, me cuestionó mentalmente un tanto contrariado con la situación al ver que mi madre está a punto de romper en llanto. 

—Será mejor conversar del tema en privado. —Responde mirándome fijamente a los ojos. 

—Cariño, vamos a que nos esperes un momento en los asientos de afuera, ¿sí? —dice mi madre tomándome de la mano llevándome hacia fuera del consultorio. 

Me sienta y coloca un juguete frente a mí mientras le pide a la enfermera estar al pendiente de mí. 

Me quedo observándola detenidamente y me doy cuenta de que sus ojos están cristalizados. La pierdo de vista y me quedo pensando en las palabras que dijo el doctor hace un momento, pero por más que trato de rebobinar no logro entender siquiera qué son los riñones. Creo que de ahora en adelante comenzaré a prestar más atención a la escuela… 

Las palabras que dijo el médico ese día marcaron un antes y un después en mí. Desde que tengo uso de razón recuerdo tener una infancia común y corriente, como todo niño. Lo que no esperé fue enterarme que padecía una enfermedad difícil de superar cuando apenas comenzaba a vivir. A los 12 años de edad inicié el tratamiento de diálisis y desde entonces mi vida cambió drásticamente.

Para que comprendan, les explicaré la raíz del problema. Mi madre, estaba embarazada de gemelos, su barriga marchó normal hasta el día del parto cuando se enteraron de que mi hermano estaba sin vida desde hacía varios días, cuando aún seguíamos en gestación. Esto ocasionó que gran parte de mi organismo no se reprodujera como debía, generando así un mal crecimiento de los riñones; los cuales no se desarrollaron por completo. Por ende, estos nunca cumplirían su función principal en mí.

Enterarme de ello no fue nada fácil, a fin de cuentas a esa edad no entendía mucho lo que pasaba, pero mis padres sí. Habían cosas que no me decían, simplemente se dedicaron a explicarme lo esencial para iniciar el tratamiento. 

El tiempo transcurría al igual que la enfermedad avanzaba. El tratamiento oral no daba resultados, así que decidieron dar comienzo a mi tortura, las diálisis. 

Dejé la escuela cuando estaba en primer año de secundaria, para vivir con esta enfermedad que cada vez se vuelve más estresante. No puedo salir a jugar al fútbol con mis hermanos ni con mis amigos. Estoy en una dieta tan estricta que ni me provoca la comida que mi madre pone frente a mí. Sin mencionar las consecuencias del tratamiento; náuseas, vómito, convulsiones, fuertes dolores de cabeza, presión alta… y más. 

Muchas veces oculto molestias y dolores para no alterar a mi madre, quien es la que más tiempo pasa en casa. Ella no lo sabe, pero en ocasiones suelo verla llorar y estoy seguro de que es por mí. Dejó su trabajo de maestra a causa de mi enfermedad, así que no deseo agregarle más dolor. 

Soy el hijo del medio de 3 hermanos y vivo con ellos y mi madre. Después de nacer el menor de nosotros la vida de mis padres ha sido un vaivén de emociones. No están juntos en sentido amoroso, pero convivimos como familia. 

También cuento con la ayuda de una tía a la cual quiero como mi propia madre y una prima mayor que pasa la mayor parte del tiempo con nosotros en casa y está al pendiente de lo que necesitemos. Somos familia por parte de mi madre, además de ser vecinos, así que se podrán imaginar la cercanía. Sin contar con el resto de la familia que están al pendiente de mí aun en la distancia. 

Desde muy pequeño fui ese chico extrovertido y juguetón, aunque también enamorado. Admito que he tenido mis novias y amigas, con derecho a solo besos porque debido a mi enfermedad no puedo inventar mucho. Aún así he sabido disfrutar de todos los pequeños y grandes momentos que pasé junto ellas. 

Las diálisis peritoniales me marcaron en gran manera, sentí que mi vida se detuvo por completo. Dejé la escuela y me dediqué a sobrellevar esta enfermedad. Todavía recuerdo el desespero y la confusión que sentí cuando después de la intervención quirúrgica me vi con esas mangueras en mi abdomen… 

¿Qué es esto? ¿Por qué salen estas cosas de mi estómago? Me levanto con confusión tratando de quitarme lo que me han puesto, pero duele mucho. Me quejo internamente del dolor, cuando de pronto me veo rodeado por mi madre, quien trata de tranquilizarme al verme de este modo. 

—Tranquilo, cariño. Estarás bien, no pasa nada. 

—¿No pasa nada? ¿Qué son estas cosas que salen dentro de mí, mami? ¿Por qué dejaste que me hicieran esto? —Inquiero con lágrimas en los ojos. 

—Shh, no pasa nada, cielo. Todo lo que hacemos es por tu bien, luego te darás cuenta de ello… Esto me duele más a mí que a ti, cariño, créeme. Simplemente… —suspira con lágrimas en sus ojos, a lo cual decido tranquilizarme y tragarme el nudo que siento en la garganta, pues no deseo verla llorar. 



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En el texto hay: humor, amor, biografía

Editado: 04.11.2022

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