Al Mejor Postor Libro 1

CAPÍTULO VEINTICUATRO

Nada me contesta y eso sólo aumenta mi frustración; la lleva hacia niveles desorbitantes.

—¡Dime algo! —insisto.

—¡¿Y qué quieres que te diga?! —gruñe con exasperación.

Suspiro al mirar fijamente su rostro atormentado, y abatido —Quiero que me digas, sí. —contesto a secas.

—¿Que sí puedo vivir a tu lado, y disimular la rabia al pensar que proyectas conmigo lo que no va a ser? ¿Que simplemente te ofrezco un momento, cuándo lo que más deseo en ésta vida es estar contigo hasta que mi cabello se llene de canas?

Trago saliva y su respuesta que enseña un abanico de interrogantes, cae sobre mi cabeza como un balde de agua fría.

En resumidas cuentas, me siento dentro de una montaña rusa repleta de subidas y bajadas.
Una montaña rusa llena de instantes en dónde quiero explotar de felicidad y decirle al hombre de cuerpo atrayente, rostro hipnótico, y alma endemoniadamente encantadora lo mucho que mi corazón se agita si lo tengo cerca; aunque también están los otros instantes que conforman la montaña rusa, aquellos en los que después del simple tic tac del reloj, únicamente ansío abrazarme a mis rodillas y romperme a llorar, puesto que emocionalmente ante Rashid me muestro como un libro abierto sabiendo que al final, mis intenciones de acercamiento serán en vano.

—¿Por qué eres así? —digo en un hilo de voz—. Hablas de vivir el momento, y de que no me acostumbre... Pero no te convences de tus propias palabras. Me confunde, y principalmente me duele.

—Nicci —ronronea acariciándome la mejilla—, es complicado. Es difícil para mí y para ti.

—¡Tú lo complicas con esa inseguridad que...

—Sí —concuerda, interrumpiéndome—. Quizá sea mi inseguridad la que me obliga a ponerte trabas, y a seguir alzando murallas cuándo pretendes derribar la última que forjé a mi alrededor. Quizá te quiero tanto que prefiero decirte no. Quizá te amo lo suficiente, que me conformo con estar para ti pero no de la manera que yo deseo —sus dedos trazan pequeños círculos en mis pómulos y como acto reflejo a sus palabras, bruscamente me separo—. Terminarás queriéndome —recalca plenamente convencido—, y es mentira que no te importará sufrir luego; porque lo cierto es que sufrirás; lo harás, y no eres mujer que haya nacido para lidiar con el sufrimiento.

—¡Ni tú, te entiendes! —exploto, enojada—. Te escondes en los pretextos porque eres un cobarde. No buscas que me enamore de ti, pero haces los méritos para que eso suceda. Te jactas de sapiente, e inteligente predicando la ideología de vivir el momento cuándo la verdad es que no esperabas oír de mi boca que sí deseo vivir éste momento, pero contigo. ¡Contigo! —enfatizo señalándole.

—¡No sigas engañándote, habibi! —ruge aturdido—. ¡Un momento no bastará para una chica que no sabe lo que es el amor o que cree descubrirlo! ¡Un momento no bastará para mí —recalca golpeándose el pecho—, que pasé ocho años esperándote!

Una lágrima rebelde cae, y antes de que Rashid se percate del segundo de vulnerabilidad, rápidamente la limpio.

—¿Entonces para qué el galanteo? —increpo con amargura—. ¿Para qué la ayuda? ¿Para qué demonios me consuelas, me cuidas, me dices cientos de cosas que no vas a poder cumplir?

—Porque estoy viviendo en una burbuja —confiesa apesadumbrado—. Si te abrazo, te toco o al menos intento besarte me sumerjo en una dimensión diferente, siendo que la realidad es bien distinta —rechina los dientes y añade—. La realidad marca que yo di la palabra de dejarte ir el día que el tratamiento termine. La realidad, Nicci, devela que si menciono la costumbre no me estoy refiriendo a ti, sino a mí mismo.

Alzo mi mano en una clara señal de pare y cortando sus palabras, niego.

—No tengo ganas de seguir escuchándote —paso por su lado y abro la puerta—. Me decepciona ver ésta faceta corbade tuya —recrimino—. ¿No vas a luchar por mí? —cuestiono con resentimiento—, ¿me limito a aceptar que un día de éstos me dejarás ir, y encima, que no te atreverás a quererme sin que el miedo esté de por medio? 

—Nicci... Por favor ponte en mi piel —exclama suplicante, acercándose con parsimonia a mí, y también al umbral del cuarto—. ¿De qué servirán nuestros intentos si debemos asumir desde ya, que lo que tú y yo querramos ser durante dos meses, acabará lastimándonos luego? No hay vuelta atrás, y llámame cobarde, cagón, embustero o hipócrita cuántas veces gustes, pero es la verdad —inhala hondo y transformando su mueca de aprehensión en una inexpresiva, cruza el marco de la recámara—. No seamos surrealistas, cielo —objeta—. No fantaseemos con que el desenlace será distinto porque no es así. Si cruzamos el límite; si nos amamos en toda la extensión de esa hermosa y destructiva palabra, estaremos perdidos.



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En el texto hay: romance, toxico, italiana

Editado: 12.08.2020

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