Alas de Amor "La memoria de un sueño"

XIV

Sali de casa para haer unas compras, era un domingo el primer domingo del mes de abril y pase junto a una floreria, la cual tenia bonitos ramos de diferentes clases de flores pero me llamo la atención uno, eran lirios purpuras, rápidamente  los imagine puestos en el jarrón de porcelana chino de Harriet y la fragancia que daría y gobernaría en toda la habitación  era algo increible; increiblemente la imaginación tiene poder. Cuando vi salir a alguien de la floreria, era un tipo de unos veinte años que iba acompañado de una chica de tal vez un año menor que él, lucia unos jeans azules y una sudadera verde, su cabello era negro, de ojos negros, mientras que la chica de jeans negros y una blusa rosa, traia consigo un ramo de rosas rojas e iban sujetados de la mano. La sonrisa del chico parecia un tanto orgullosa pero con aire de sinceridad y la chica no demostraba mucha compasión pero si amor tan puro  y sincero o al menos eso pense al verlos por poco tiempo; regrese a casa, mamá no había regresado.

—¡Que tont!o, mamá trabajara de tiempo completo.

Deje las compras en la cocina y regrese a la sala cuando me percate de los gafets en uno de los cajones, cuales cuerdas sobresalian, eran mi pase para entrar al hospital todo lo que restaba del año, en eso tome las llaves y sali de casa, corrí como ocho cuadras hasta la floreria.

Llegue frente a la habitación de Harrit y toque a la puerta, por unos instantes dude al estar allí, abri la puerta y al estar frente a ella, quien se encontraba recostada en la cama leyendo un libro, el cual lo tenia levantado tanto que le ocultaba el rosto. Mis dudas se desvanecieron.

—Hola… Harriet.

—Hola… Deívan—dijo a la vez que cerraba el  libro—me alegra volver a verte.

Me acerco y pongo  el ramo de lirios purpuras en el jarron de porcelana china y le agregue un poco de agua del grifo para que no se marchitaran tan fácilmente; ella  me pido que me sentara y así lo hice.

—Tengo que hablar contigo…—comenta ella.

—No sé como decirtelo pero…—le interrumpo.

¡QUERIA VERTE!—Decimos al unísono.

Ambos habiamos pronunciado las mismas palabras, tanto que nos sonrojamos, la vi sonrojarse. Estabamos sorprendidos por el hecho de que tanto ella como yo, queriamos y teniamos la misma necesidad de vernos, me agradecio por las flores y mencionó que nadie antes le haíia dedicado un detalle como ese y que sin saberlo le había traido los lirios que son sus favoritos y en especial los lirios purpuras.

—Te prometo que siempre que venga, traere conmigo lirios, lirios purpuras.

—Gracias, muchas gracias Deívan

Conversamos por mucho tiempo y parecia que era algo interminable, comentamos acerca de nuestras vivencias, muy poco de la familia pero principalmente gustos, coincidimos en muchas cosas que parecian un tanto fuera de la vida actual, pues tanto ella como yo teniamos una visión diferente a la vez tan igual de la vida. . Fue en aquel entonces en que supe que ella había perdido a su amdre a los siete años, ella murio de leucemia, tres años mas tarde su padre se volvio a casar pero como a los cuatro años murio en un accidente aéreo, su madrastra  se hizo cargo de ella aparte de que tiene dos hijos propios; Carlos y Cecilia, la chica es menor que ella por un año y Carlos es menos por tres años que su hermana. No tuvo buena relación con ellos y con su madrastra, solo que trato de vivir en “armonía” por su padre,  pase un buen momento hablando con ella al igual que yo supe de su vida ella supo de la mía, ¿Qué puede decirse más? Un chico de quince, bueno ya hazte la idea, dieciséis años, que antes de nacer fue abandonado por su progenitor y que solo cuenta con su madre y un conocido al que no le puede decir “amigo” por el simple hecho de que aún teme ser utilizado para fines propios del conocido Sebastián.

—Oye Deívan, ¿Cómo se llama tu mamá?—pregunta alegre.

—Mabel, mi madre se llama Mabel—respondí de lo más tranquilo pero serio.




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