No hay nada en esta vida que te pueda consolar pero yo acepte que mamá saliera con… Alberto, casi un mes y más, aun Karen como cupido ¿Realmente mamá estará enamorada de él? ¿Y él de ella? Espero y no sea igual que mi progenitor, porque no le permitiré que él le haga da…
—¡Oye! Era el último refresco de uva—siguio caminando—el último que encontré—sonrío para si mismo—la señora de la cooperativa dijo que la próxima semana tendran más, espero…
—Menos mal encontraste…, uno—me levanto del escalón—tranquilo, con uno me conformo.
Seguimos caminado hasta salir del pasillo principal del plantel y nos sentamos en una banca cerca de la biblioteca.
—¿Tú mamá estará enamorada de Alberto?—bebio jugo.
—No lo sé—también bebi—tal vez—respondí con serenidad.
—Que tal y lo invita a tu cumpleaños.
—Posiblemente…, mejor, sería una forma más de conocerlo, no basta sólo con las invitaciones a comer…, los tres en casa.
—Mmm, por cierto, ¿Cuál dices que era su trabajo?
—Trabaja en una editorial.
—Deívan, una pregunta—aplasta la lata—¿sabes por qué Harriet está en el hospital?
—No, aún no lo sé.
—Mmm pero ¿cuál será el motivo por el cuál esta allí? ¿Crees que tenga una enfermedad mortal?—toma la lata con su mano—o ¿será una enferma adicta?
—Daría lo que fuera por saber cuál es ese motivo—nuevamente bebi—pero no lo sé.
Casi a tres días de la fiesta de cumpleaños, visite a Harriet, el miércoles veinticinco, ella sabía que me aconteceria el sábado, no mencionó nada en absoluto y yo no hice preguntas pues no soy de ese tipo de persona que se emociona por fiestas, reuniones, festivales, etcetera. Pero no digo nada.
—Levantate perezoso—quita las sábanas—anda que ya es tarde…¡Deívan!
—Mmm no, ¡quiero seguir durmiendo!—y me cubro de pies a cabeza— ¡quiero dormir!
—Pero Deívan, si es la una de la tarde, anda ya levantate o te sacaré de la cama por los pies—levanta la sábana y toca mis pies y me dá de tirones—¡vamos!
—Ya no estoy pequeño—suspiro—esta bien, tu ganas—.Me levanto de la cama.
—Perfecto, preparate que a las cuatro vienen los invitados.
—Bien.
—Deívan—esta parada frente a mi—Feliz cumpleaños dieciséis —y sonríe.
—¿Eh?—le sonrío—gracias…, mamá.
Sebastián llego antes y me obligo a salir de casa, fuimos a diferentes lugares, entramos y salimos muchas veces de diferentes tiendas. Le dije que ya era momento de regresar, él respondio que aún teniamos muchas cosas que hacer y que faltaba mucho para las cuatro. Yo incisti en volver a casa, camino detrás de mi, me empujo y sonrío. Llegamos a casa, casi quince minutos antes de las cuatro.