• HISTORIAS •
—¿Es enserio? ¿Hombres… lobo? —inquirí con el rostro lleno de incredulidad y confusión—. ¿En verdad existen esas cosas?
Ferid se rio.
—Querida, si existimos nosotros… ¿Por qué ellos no? Además, el que no puedas verlos no significa que no existan.
—Entonces los elfos, las hadas y las otras criaturas también…
—Sí, también. —Me dijo—. El mundo no solo se compone de humanos, también existen otras criaturas, solo que pertenecen a mundos diferentes. Tu madre y tu padre son prueba de ello, al igual que esos perros sucios.
«Perros… sucios», pensé.
No me parecía que Ferid se llevará muy bien con otras especies, pero llamarlos de esa manera y encima, decirlo con aquel tono, no era muy amigable, de hecho, él ni siquiera era amistoso.
—Por como hablas —dije llegando a una habitación que supuse era la mía—, pareces que los odias.
—Y los odio —sostuvo con su mismo tono de voz—. Esos animales no son más que criaturas apestosas.
De pronto, me eché a reír.
—Me sorprende tanto tú odio —dije sin parar de borrar mi expresión—. Me pregunto… ¿Qué fue lo que te hicieron? Acaso... ¿robaron algo que era preciado para ti? —Le susurre tocando con la punta de mi dedo su pecho—. O acaso dormiste con la hermana de algún clan —bromeé, aunque poco duró mi sonrisa.
Ferid había tomado mi mano con fuerza, oprimiendo hasta hacerme escuchar el sonido de mis huesos.
Intenté quejarme, pero su imponente rostro me lo impidió, aunque no pude evitar que fuerte gruñido se escapara de mi garganta.
—Detesto ese tipo de bromas —dijo de forma tajante y con sus ojos clavados en mí—. Y la razón por la cual los odio tanto, no es porque me haya acostado con alguien, sino porque ellos son nuestros enemigos naturales. —En ese instante me calle—. Por siglos, los lobos han intentado estar a la cabeza, son fuertes y poderosos, pero jamás nos han superado, aunque han asesinado a muchos de nosotros.
Por unos momentos pude ver en su rostro cierta clase de dolor al decir eso último, supuse que él también había perdido algo muy querido en el pasado y que su odio no solo se debía a que aquellas criaturas eran nuestros “enemigos”, sino que había algo más detrás de ello. Tal vez una pérdida amorosa a causa de ellos, aunque no estaba segura.
Al final, no quise inmiscuirme en sus pensamientos así que lo pasé por alto, de cualquier forma, su pasado no me interesaba.
—Y tú, ¿no crees que tu odio hacia ellos ya es anticuado? —espeté al retirarme.
Entre en la habitación y rodeé la cama para quedar lo bastante lejos como me fuera posible.
Ferid desprendía un aura que me incomodaba.
—Y tú, ¿no crees que estás haciendo demasiadas conjeturas? —dijo parado bajo el marco de la puerta—. Confórmate con lo que viniste a hacer aquí y no hagas más preguntas. Eres demasiado molesta.
Dicho eso, dio media vuelta y se marchó, furioso, no sin antes decirme que en breve mi comida estaría lista.
Yo por mi parte me dediqué a observar a mi alrededor. Lo que Ferid pensará o lo que le haya ocurrido me tenía sin cuidado. Sus problemas eran suyos y nada más que suyos.
—Tsk —escupí cortante, luego me dispuse a seguir mirando.
Para ser un lugar antaño, estaba muy bien conservado, la habitación tenía un toque medieval bastante cómodo y justo como lo que a Ferid le gustaba, estaba llena de misterio, confort, clase y estilo; aunque también poseía un toque de ambiente romántico, lo cual no era mucho de mi agrado, aun así, lo soporte, no era momento para ponerme delicada.
El cuarto estaba decorado con un estilo gótico recargado, con telas de cálidos colores, muebles de madera esculpidos y una cama con dosel que sin duda, me transportaban a una época diferente.
Sonreí de lado y gemí en forma arrogante mientras me acercaba hacia la alta ventana, corrí la cortina y miré hacia el gran bosque oscuro, ahí la calma era aún peor que en el interior del castillo, no había ninguna clase de sonido, era como si existiera una barrera que impedía que los animales se acercaran, tampoco escuchaba el sonido del arroyo que había visto al llegar, no había nada más que el propio eco que producían mis pensamientos y el ritmo de la música sinfónica que Ferid había puesto.
Comenzaba a desesperarme.
Estar en este lugar me sofocaba, era peor que sentirme encerrada en casa de los Easley.
Demonios.
¿Por qué los recordaba ahora?
Ellos ya no tenían porqué importarme, sin embargo, estar aquí, rodeada por la verde naturaleza y la oscuridad de la misma me recordaban mucho a casa, había ciertas similitudes con mi antiguo hogar, excepto porque ahora “vivía” en un castillo.
Suspiré.
Era increíble por cuánto había pasado en tan poco tiempo y de lo mucho que me había enterado. Había veces en las que deseaba abrir los ojos y darme cuenta de que se trataba de un sueño, quería creer que me encontraba en mi cama, de niña, mientras mi madre me recitaba como siempre un par de cuentos, quería despertar y encontrarme con Itan abrazado a mi lado, de bajar a la cocina y mirar a mis abuelos juntos, sonriendo, igual que antes, pero cuando abría los ojos y la realidad me golpeaba, todo era tan diferente, mis abuelos estaban muertos, mis padres no estaban juntos y mi hermano… había cambiado, él me había traicionado.
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Editado: 15.01.2021