Alice era en realidad el nombre de mi abuela, ella siempre solía decirme que era especial, que tenía una luz verdadera que no debía permitir que nadie apagara. Por eso mis padres me nombraron como ella, porque el nombre provenía del griego y significaba real, verdadera y sincera.
Mi madre siempre me repetía aquellas tres palabras cómo un lema, una indicación que debía seguir día a día... Ser real, ser verdadera, y ser sincera. Siempre me manifestaba que yo no debía esforzarme mucho, pues yo ya lo era por naturaleza. Pero cuando mis padres murieron... yo dejé de existir, mi vida dejó de ser buena para mí y no veía más allá de eso.
Pero entonces, allí en esa hermosa bahía, a lado de Zachery, descubrí mi cuarto error.
Dejar de ser quien soy; mostrarle al mundo falsos rostros y no quien era en realidad... Real, verdadera y sincera.
Al día siguiente a ese también nos encontramos allí, y al día siguiente, y el siguiente a ese. Ya se había vuelto cómo una costumbre entre nosotros, cada día y a la misma hora encontrarnos en ese sitio especifico, conversábamos de cada cosa, desde lo más común de nuestro día hasta conversaciones profundas, era increíble, sentía que por fin estaba encontrando en quien confiar. Pero luego estaba el colegio. Ahí como que tenía la necesidad de volver todo a la normalidad, donde yo los ignoraba a todos y nadie hacia caso a eso, por eso evitaba hablar con alguno de ellos en todo momento.
Hasta que, un miércoles después de mi clase de química, Jane me encontró en mi casillero.
— Te estaba buscando desde hace rato, Alice... — Me reclamó ella. — Quería decirte que cómo la última vez no me acompañaste al partido que te invité, mañana tendrás que venir.
Iba a abrir la boca, para reclamarle, pero ella enseguida me hizo callar con su mano, y me lanzó una mirada decidida.
— Sin opción a replica, lo siento... Vas a tener que venir.
¿Por qué siempre yo tenía tanta determinación en alejarme de todos? No lo sabía, pero era ya cómo una reacción instintiva. Sin embargo, acepté su propuesta, quería sentir por fin qué era tener amigos, sentirse incluida.
Al tiempo que intentaba quitar su mano de mi boca, observé tras ella, los chicos del equipo se estaban acercando, todos con sus chaquetas, queriendo parecer los dueños del mundo, sonriendo con cada paso que daban e intimidando a quien quiera que se acercaba. A los segundos estuvieron frente a nosotros, saludando coquetamente a la chica a mi lado.
Los chicos del equipo... ¿Por qué si eran solo personas, se sentían tan lejanos... imposibles? Entonces de pronto me sentí chiquita, insuficiente para estar con ellos, sentía cómo si ellos me dejaran de lado, me excluyeran... Porque yo también me encontraba allí, pero desde que se encontraban no me habían lanzado ni una mísera mirada. Por eso di un paso al costado, buscando salir de ahí. No obstante un brazo en mis hombros me detuvo, Zachery me abrazó con tanta naturalidad que mi corazón reaccionó primero que mi mente, bombeando como loco.
Como si supiese lo que pensaba, como si buscase hacerme sentir mejor, Zac llamó la atención del resto del equipo.
Quinto error... Creer que soy menos, solo por ser diferente.
— Chicos, ella es Alice. — Me presentó él, para después iniciar la presentación de los demás chicos; un rubio llamado Asher, un moreno llamado Austin, otro chico llamado Tyler, y a lado de Jane, por supuesto, Ridge.
— Así que tú eres la famosa Alice. — Murmuró el rubio, lanzando una mirada burlona en dirección a Zac. — El capitán no deja de hablar de ti. — Manifestó el chico.
Capitán. Zachery.
¿Por qué mi corazón comenzó a rugir con fuerza?
— Chicos, se suponía que ella no debía enterarse de eso. — Contestó en cambio Zac, con total naturalidad. La sonrisa resplandeciente que siempre lo acompañaba, no desapareció cuando mandó un giño en mi dirección, Jane soltó una risita y los demás chicos lo alentaron.
¿Qué se suponía que estaba ocurriendo ahora? ¿Eso era normal cuando se tenían amigos? No obstante, yo preferí ignorar la situación, haciendo lo que más estaba acostumbrada; huir. Soltando una sonrisa apretada, les di una rápida despedida a los chicos para meterme al salón de clases, sola, donde nadie alterara mis emociones.
...
Al día siguiente fue cómo si mi huida no hubiese ocurrido, incluso Jane me sonrió en comprensión cuando entré por las puertas del instituto. Me trató como si nada, cómo si fuéramos las mejores amigas, y para mí era imposible no creérmelo. Creer que en realidad si había algo más allá de mi infelicidad, más allá de la amargura. Quizás... y solo quizás, si hubiese alguien que viera más allá de mi frialdad.
Sonriendo ante eso, le permití a Jane arrastrarme esa noche al partido de fútbol, sin importarme las exclamaciones de Margareth en cuanto salí de casa. No sabía mucho de deportes en realidad, por eso solo me limitaba a gritar cuando los demás lo hacían, o alentarlos cuando empleaban algunas buenas jugadas. Alenté y apoyé a todo el equipo en general, pero interiormente, por mi mente solo pasaba una sola persona.
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Editado: 15.05.2019