Me sentí herida, por supuesto que sí. Pero de vez en cuando necesitamos que alguien nos grite las verdades en la cara ¿Cierto?
No obstante, tan solo negué con la cabeza al tiempo que iniciaba mí recorrido por las afueras del instituto, el chofer aún no llegaba pero no me apetecía esperar más. En cuanto a Zac... No quería lidiar con ello justo hora. Detuve el paso. No quería lidiar con ello ahora... ¿Entonces cuando lidiaría con ello?
Zachery tenía razón, me resguardaba en mi misma por miedo, que no hacía más que huir de mis problemas. Era una cobarde. Escapaba de mis sentimientos para no salir herida, pero la ironía era que esconderlos, fue lo que me hirió. Y aunque mi corazón me pedía una y otra vez que le hiciera caso de vez en cuando, mi mente me gritaba mucho más fuerte junto a todos mis miedos e inseguridades. En ese momento me di cuenta que no podía seguir escapándome, cuando cumpliera la mayoría de edad cobraría mi herencia y me iría de la ciudad. ¿Pero, de que valía si igual mi pasado me perseguiría? Tenía que enfrentar mis miedos, porque los únicos demonios que había, estaban dentro de mí... Zac lo único que quiso fue ayudarme a seguir adelante y yo le grité, pensando que debía protegerme de él. Pero de la única persona que debía protegerme, era de mí.
Un profundo suspiro fue lo único que necesité para comenzar a andar de nuevo, a paso fuerte y con una determinación impresionante. Después de mucho tiempo, al fin me daba cuenta que no había nada que temer, que debía librarme de mis miedos si quería alcanzar las estrellas... Si quería ser feliz.
El camino se hizo corto, podía sentir como la adrenalina me recorría por completo. Cuando me quise dar cuenta, las grandes puertas de la entrada de mi casa estaban frente a mí. Suspiré un par de veces, completamente consciente de lo que ocurriría a continuación. A paso veloz subí las escaleras que daban al despacho de Margareth, con Sarah intentando detenerme, no me detuve a ojear a las personas que acompañaban mi tía; solo me detuve frente al escritorio.
— ¿Qué haces en mi despacho? — Fue todo lo que dijo, con la soberbia que emanaba de toda ella. Ese simple comentario me hizo rabiar más, porque ese sitio que la mujer llamaba "suyo" también fue de mi madre.
— Estoy aquí para que aceptes firmar un acuerdo de emancipación.
La sonrisa de superioridad que me envió me puso los pelos de punta, y con una sola expresión de su rostro supe lo que ocurriría; simplemente bromearía con eso y me pediría que saliera. Por supuesto. No queriendo quedar en evidencia ante sus invitados, solo se acomodó en su asiento, con sus codos en el escritorio y las manos hechas puños.
— Estoy algo ocupada, Alice. Es mejor que te retires.
Me hizo dudar, la intensidad de su mirada me amilanó, pero tras unos segundos, de respirar profundo y de no apartar mis ojos de los suyos, me llené de un nuevo sentimiento; valor. Sentí cómo la fuerza de mis padres hacía colisión dentro de mí, fue ahí que lo recordé; ellos aún seguían conmigo, e iban a estar orgullosos del paso que daría.
— No. — La determinación con que lo dije le sorprendió. — No es justo que sigas haciendo conmigo lo que quieras. No es justo que sigas jugando conmigo.
Respiré profundo para reunir toda la fuerza que necesitaría, al tiempo que la mujer se disculpaba con sus acompañantes y pedía que se retiraran.
— ¿Quién te crees que eres para hablarme así?
Me reí en un suspiro, sarcástica.
— Es curioso que digas eso ¿Sabes? Porque resulta que todo el dinero que te jactas de tener, fue todo lo que mis padres me dejaron. — Podía sentir su mirada quemándome, podía sentir la presencia de Sarah tras de mí. — Y es irónico también, porque con ese dinero que tú te estás dando la gran vida, va a ser el mismo dinero que voy a usar para hundirte.
La socarronería que mostró se podía distinguir a leguas, con una estúpida sonrisa marcada en todo su rostro, o sus brazos cruzados en incredulidad. Todo eso me alentó a seguirle plantando cara, quería mediante todas las formas, borrarle esa sonrisa.
— ¿Y cómo pretendes hacerlo? — Fue una pregunta alentadora en realidad, porque con eso se abrió mi mente, pude trazar cada una de las metas para borrarle esa burlona expresión.
— Pretendo hacerlo con todas las pruebas que tengo de maltrato. — Sentencié, su rostro ahora si cayó, sin embargo pretendió ocultarlo en seguida. — Al igual que tengo pruebas suficientes de la adicción al alcohol, y tu vida desordenada de hombre en hombres. Puedo hacer lo que quiera con la razón de que me estás usando solo para mantenerte con mí dinero.
Y sí que tenía pruebas de ello, cada vez que estaba jugando con mi cámara desde la ventana de mi cuarto podía ver cómo llegaba borracha, o con diferentes hombres llegar tras ella. Y Dios, se sentía tan bien poder decirlo, poder mandarla al demonio y gritarle en la cara mi rencor hacia ella, ese fue uno de los mejores momentos. Cuando salí del despacho, aprecie como ese nudo que parecía tener atravesado en la garganta desaparecía, como la presión en el pecho se desintegraba... Había esperado tanto para eso.
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Editado: 15.05.2019