Capítulo 1
Nos hicieron la introducción y la música empezó a sonar.
Las primeras en salir fueron las niñas del grupo de danza infantil, que consistían en cuatro niñas de edades entre seis y ocho años. Llevaban sus bodies blancos y sus dorcas doradas, sus pelos recogidos en coletas altas. Movían sus mantos de un lado a otro en total concentración y se podía sentir como comenzaba la ministración.
Los chicos del coro empezaron a cantar En la Cruz de Hillsong United y el resto del grupo de danza salimos con nuestras banderas. Y las movimos al unísono. De un lado a otro en combinación a los movimientos de las niñas. El grupo juvenil consistía en cinco chicas de edades entre catorce y diecisiete años.
A diferencia de estas las dorcas de las mujeres de nuestro grupo eran plateadas, y siendo que sólo éramos dos hombres en el grupo de los jóvenes, nuestros efods eran una combinación de dorado y plateado, todavía con los bodies blancos.
El grupo de niñas dejaron a un lado sus mantos y moviendo solamente sus manos se movieron en sincronía para quedar en frente a nosotros mientras que las chicas de nuestro grupo se fueron moviendo con gracia hasta que cada una había habían cambiado de instrumentos ahora llevando ellas las mantas, ahora comenzando a danzar alrededor de toda la asamblea de personas, mientras que los hombres movíamos las banderas grandes cada uno a un extremo del escenario.
Nuestro pastor Carlos comenzó a hacer una oración mientras que el coro seguía su canto ahora más leve, pasando a ser música de fondo. El ambiente se sentía cargado de energía, las personas de la asamblea comenzaban a hablar en lenguas, las alabanzas se intensificaban.
El pastor Carlos por su parte, seguía su oración apasionada levantando sus manos ministrando el lugar en ayuda de los servidores que se encontraban esparcidos en diferentes puntos estratégicos. Ellos eran los que se encargaban de acercarse a las personas atribuladas. Aquellos que rompían en llanto, o se desmayaban. Ellos se encargaban de orar, abrazar, o simplemente de evitar que las personas que se desmayaban se dieran un mal golpe.
La oración del pastor se fue intensificando y el coro dejo de cantar para volverse uno en alabanza, y tomamos esa señal como hora de dejar la danza. Las niñas —como siempre hacían— entraron en fila al pequeño cuarto en donde estaban nuestros bultos con nuestros cambios de ropa e instrumentos para danza. Por sus edades era entendible que su primer impulso sea el de volver y quedarse hablando y jugando. A diferencia del grupo de nosotros en donde por lo general guardábamos nuestros instrumentos para volver inmediatamente a la alabanza y otros simplemente nos quedábamos afuera con los instrumentos en mano, todo el rato sin importar.
El pastor ahora alababa en lenguas y levantaba las manos para alabar.
Las oraciones y las alabanzas de la asamblea se sentían como una sola voz levantándose a lo alto. Y al cerrar los ojos para unirme a esta, pude sentir como los bellos de mis brazos se erizaban. Lo que decimos "La presencia del Señor", se sentía poderosa esa noche, de eso no había dudas.
Al acabar el culto me junte con mi madre, quien llevaba una servilleta en las manos, y los ojos hinchados.
Ella siempre lloraba.
Me sonrió al notar que la observaba y al acercarme me atrapo en un fuerte abrazo. El cual le devolví sin cuestionar.
—¿Te gustó la danza? —Le pregunte mientras entrabamos dentro del Toyota camry negro de ella para aligerar un poco el ambiente.
—Si mi amor, sabes que siempre me gustan sus danzas —Me respondió sin mirarme, concentrándose solamente en encender el carro y la radio y entendí que no quería continuar la conversación.
El viaje transcurrió en silencio a excepción de la música que sonaba en la radio. Un CD lleno de canciones de Lili Goodman, Jesús Adrián Romero y Marcela Gándara, sonaba dentro del carro y yo me limite a ver por la ventana mientras escuchaba las canciones.
No tenía que saber leer mentes para saber lo que pasaba en la mente de mi madre en esos momentos y es que ella y mi padre habían estado discutiendo mucho las últimas semanas y sabía que las cosas todavía no estaban bien entre ellos. Aunque el detalle que me faltaba era el por qué.
Al llegar a la casa ya eran las nueve de la noche por lo que al decirle buenas noches a mis padres me dirigí a mi habitación lo más pronto posible, cerrando la puerta de esta detrás de mí para bloquear un poco de la discusión que sabía que se aproximaba. Y justo cuando estaba por tumbarme en mi cama para descansar, la puerta se abrió dejando ver la figura de mi hermano mayor Josué.
—Cierra la puerta que no quiero escuchar los gritos —Le dije mientras tomaba mi iPod para paso seguido pasar a colocarme uno de los audiófonos y dejarme caer en mi cama.
—Eso iba a hacer, —Me respondió mientras la cerraba y se acomodaba en la silla de mi escritorio para acto seguido encender mi laptop. —¿Cómo estuvo todo?
—Estuvo bien. Más de lo mismo, el pastor Carlos habló como por una hora, danzamos, alabamos. Nada que realmente te interesé —Le dije encogiéndome de hombros.
—Que no me interese ir, no significa que no me interese saber cómo estuvo, si sabes a lo que me refiero —Me respondió apartando la vista de mi laptop para verme con una sonrisa divertida en el rostro.
Puse los ojos en blanco negando con la cabeza. Ya sabía por dónde venía este.
—No, Karla no fue hoy. No he sabido nada de ella esta semana, creo que todavía está en casa de sus abuelos.
—¿Pero no tienes su número? Escríbele y listo. —Me dijo él volviéndose nuevamente a la laptop y pude ver que estaba buscando algo en YouTube.
Resople dejando de mirarlo y dirigir mi vista al techo mientras ignoraba los comentarios de mi hermano colocándome el otro audífono y finalmente poniendo mi canción favorita del momento, If I'm James Dean, You're Audrey Hepburn de Sleeping With Sirens.